Escribe Varrón en el Libro V de su “De Lingua Latina” lo que sigue: ” … por ello mismo existen, como dualidad, la inmovilidad y el movimiento : lo que permanece inmóvil o se mueve, es el cuerpo; donde se mueve, es el espacio; mientras se está en movimiento, es el tiempo; y el moverse mismo es la acción. Esta cuádruple categoría se verá más clara así : el cuerpo es, por así decir, el corredor; el espacio, el estadio por el que corre; el tiempo, la duración horaria durante la que corre; la acción, la carrera misma. Por ello sucede que casi todas las cosas se vinculan a esta cuádruple categoría y se muestran eternas.”
Obsérvese que dice “casi todas las cosas” y ” se muestran eternas”.
En su latín :
“Quare fit, ut ideo fere omnia sint quadripertita et ea aeterna…”
(Pág. 11 de la Edición bilingüe, de M. A. Marcos Casquero, en ANTHROPOS. Edita el Ministerio de Educación y Ciencia)
Ese “casi” en la frase primera que hemos citado tiene sus migas. Varrón se guarda las espaldas. No todas las cosas se vinculan a esa cuádruple categoría, sino “casi todas”. Y el “se muestran”, que es la traducción de un subjuntivo ( : sint), y por lo tanto el modo de la hipótesis y no de la realidad constatada, que exigiría un indicativo (: sunt, o sea, “son”), forma parte de ese “guardarse las espaldas que ante se ha dicho. Quede eso ahí de momento.
Y ahora, demos un salto en el tiempo y en el espacio, y nos vamos de la cultura que había en el siglo I a. de C. (con Varrón y su obra), hasta la que se ejemplifica en la persona de Erwin Schrödinger, que -recordemos- fue galardonado con el Premio Nobel en 1933. Es él, E. Sch., junto con A. Einstein, quien encabeza, a nuestro juicio, una pléyade de ilustres colosos de la Ciencia Física desde los inicios mismos del pasado siglo XX. Digamos de paso que Schrödinger es más conocido, a niveles de divulgación, -únicos que quien esto escribe maneja-, por su famosa paradoja del gato (: encerrado en una caja y que, en tanto esté la caja cerrada, el gato está al mismo tiempo vivo y muerto, dadas las hipotéticas circunstancias que el físico ideó para que resultara factible la paradoja).
Dice esto el ilustre físico de la Mecánica Ondulatoria Cuántica :
“… los mismos términos “movimiento” y “transmisión” implican que la medida y la localización de todo ello son el tiempo y el espacio; éstos no tienen otra propiedad o función que constituir el escenario, por así decir, en el cual imaginamos a los corpúsculos moviéndose y transmitiendo su interacción.”
(Está en pág. 31 de su obra “La Naturaleza y los griegos”, editada en
Tusquets, con traducción y prólogo de Víctor Gómez Pin. 1997.
Manejo la segunda edición, de marzo de 2006).
Y ahora, reflexión y un mínimo contexto imprescindibles:
En primer lugar no caigamos en el pensamiento “ingenuo” de que E. Schrödinger lo que hace en su ensayo, tan breve como lúcido, es explicar a los hombres de la primera mitad del siglo XX ( y a sus sucesivos descendientes ) cuál era el pensamiento griego clásico sobre el mundo natural y el Cosmos en particular. No es ese su propósito. Lo que mueve al Premio Nobel de Física de 1933 ( que por cierto compartió, creo recordar, con Paul Dirac, otro genio de la Física Cuántica) es la idea de:
1.- Animar a sus discípulos a conocer y estudiar la obra de los pensa dores clásicos del pasado, en espacial los primeros “físicos” y “metafísicos” griegos. Y,
2.- Situar debidamente al propio ser humano y a su visión científica en mayor o menor medida en el seno del Cosmos y del Saber Sobre el Cosmos que nos es posible alcanzar.
Schrödinger tenía posiblemente la idea de que sin el conocimiento profundo de los pensadores clásicos, los modernos estaríamos como perdidos en un mar de dudas o en un pantano de indeseables errores. Errores que fácilmente devienen “horrores”. Y esta convicción no es sólo de Erwin Schrödinger. En esa misma idea convenían otros muchos grandes hombres y científicos de todos los tiempos. Y ese convicción se acentuó incluso cuando parecía que, olvidado el latín como lengua universal de la Ciencia ( : los sabios europeos se entendían en latín de manera muy natural hasta bien entrado el siglo XIX e incluso parte del XX ). ¿Por qué? La respuesta no es muy difícil de encontrar aunque hoy lo parezca : solían moverse con la suficiente humildad como para reconocer que, antes de ellos y de sus fantásticos descubrimientos y hallazgos, había toda una pléyade de hombres de hondo saber que tenían mucho que enseñarnos todavía.
II .- Algunas conclusiones.-
Nuestra cultura desarrolla a la vez el telescopio y el microscopio. Mira las estrellas lejanas y observa los seres no visibles al ojo humano, virus o bacterias, moléculas y partículas sub-atómicas de diversos modos: bien de forma directa, bien indirectamente, es decir, a través de sus reflejos o interacciones.
Newton pudo decir, con respecto a la Ley de la Gravedad que él mismo pone en un primer plano, aquello de “hipothesis non fingo” (: “No diseño yo la hipótesis”). Porque el hecho de que los cuerpos caen y tienen peso es algo patente, no una hipótesis. En qué consista la función de la propia Gravedad en el seno de una teoría unificada de las fuerzas elementales del Cosmos, sí es aún algo por saber. Parece estar relacionada con el Electromagnetismo, pero…
Lo que la obrita de Erwin Schrödinger viene a significar, entre otras varias cosas, es que nuestra cultura, al menos en lo que atañe al lugar del hombre en el seno del Cosmos y de la vida, es sólo una. Que veamos grandes diferencias de épocas o de estilos y tendencias, es el efecto óptico-mental de estar uno muy en el seno de su tiempo. Se diría que “los árboles no nos dejan ver el bosque”: Nuestra cultura es el bosque y cada etapa de ella es la zona de bosque donde nos hallamos. Ahora bien, el bosque es uno, y sólo uno. ¿ Es por eso que Chesterton – si mal no recuerdo- decía que prefería el microscopio al telescopio? Quería analizar al ser humano en detalle, en profundidad.
Y lo que “La naturaleza y los griegos” de Erwin Schrödinger viene a significar es precisamente ( ya digo : entre otras cosas ) que hemos de centrarnos en lo que somos y sabemos, que el hombre es uno en la Antigüedad Clásica y el mismo en la actual modernidad. Modernidad que él dimensionó con su obra investigadora y sus estudios e hipótesis de Física Cuántica de naturaleza ondulatoria.
Atendió a lo nuevo y fue protagonista de grandes innovaciones e hipótesis a demostrar. Pero no se dejó atrás lo antiguo en donde percibiera algo de valor. Se centró, pues, en esa UNICIDAD de la cultura y la naturaleza del ser humano, y eso es una de sus más valiosas aportaciones. Tal vez, su gran lección y legado, para con su tiempo y sus discípulos, y también para con la posteridad, donde hoy estamos nosotros.