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Mañana, con la cabalgata de reyes, se paralizará la crisis por unas horas. El milagro lo realizarán tres personajes míticos y mágicos, que tirando caramelos harán un remedo de abundancia y alegría

Con los reyes magos por las calles de Málaga se hará el exorcismo del pesimismo. Los niños no saben de eso. Su alegría y candidez es contagiosa y bien vale, al menos, un caramelo. Pero los adultos que pergeñan esto, sí que tienen dobleces; no, los reyes no, porque son mágicos. Los simples administradores de la cabalgata se invisten de creatividad picassiana, dando licencias foráneas y dejan fuera a los creadores locales, quien sabe si por ese prurito de desconfiar de quienes conocemos mejor.

Los mágicos, que en la tradición traían oro, incienso y mirra, en esta versión malagueña se esperan que no traigan tanto esplendor, pero sí una fuerte dosis de buena voluntad para que se entiendan un poco mejor y, sobre todo, con mayor rapidez los políticos de uno y otro bando. Sería de oro que se llevaran un poco mejor; que el olor del incienso les aclarara el entendimiento y que la mirra los anestesie de tanta mala uva. Total, es por Málaga.

La agenda secreta de los reyes, una concejala, un periodista y un cofrade, es esparcir la luz de la concordia a las puertas de las elecciones municipales.  Son los deseos de cartas secretas que les han enviado, no ya niños buenos que esperan sus juguetes y dulces, sino algunos mayores, ciudadanos comunes y corrientes, hartos de escuchar y ver cómo se tiran los tiestos dialécticos a la cabeza quienes los representan.

Al grupo socialista municipal, carbón; dulce, pero negro, por sus desbandadas continuas y su poco aguante en la oposición. No han aprobado y le dejan un erial a la próxima jefa de la bancada opositora.

Al grupo de la izquierda unida, mirra en frasco, para tapar con su rojo color las heridas de la fractura en un 50 por ciento de sus dos asientos edilicios. También para anestesiar cualquier resultado adverso en mayo próximo.

Al grupo popular, caramelos sin azúcar para aguantar, sin mayores calorías, la avalancha de improperios que le caerá apenas concluya la mágica cabalgata de cara al proceso electoral que se les echa encima.

Para los vecinos de las zonas adyacentes al bulevar, un saco de paciencia. A los de Carretera de Cádiz, optimismo en grado superior. A los de la plaza de La Merced, resignación, porque cuando terminen la plaza comenzarán con el Astoria. A los grafiteros impunes, también carbón para pintar. A las putas de la calle, una multa y una bufanda. A los comerciantes de calle Larios, valor para abrir los domingos que lleguen guiris. A los seguidores del Málaga, pañuelos desechables para el llanto y rechinar de dientes que viene.  Al Málaga, carbón negrísimo por lo que no han hecho: ganar partidos y plegarias por su recomposición. A los concesionarios del Puerto el pésame por no haber conseguido el supermercado de lux. A los técnicos del PGOU una multa municipal por la tardanza. A Roca una gominola si devuelve el dinero. A los socialistas andaluces un caluroso abrazo de bienvenida a la oposición. A Caritas y demás organizaciones no gubernamentales que atienden a los más necesitados, un premio gordo llamado solidaridad humana. A los que limpian Málaga, ayuda de los ciudadanos, pues es más fácil no ensuciar que tener que limpiar. Y para todos los malagueños en general, los tres reyes traen esperanza y fe en el futuro, porque tenemos una ciudad que se merece mejores dirigentes.

Lo que sí es seguro, que estos reyes nuestros traen, además, 6 millones de piezas a repartir desde sus tronos. 5.000 muñecos de peluche; 16.300 kilogramos de caramelos (aptos para celiacos y sin azúcar, los que lance Baltasar) y 2.300 kilogramos de gominolas. Un despliegue de sabor y dulzura, que buena falta nos hace. La tarde de mañana será inmejorable y, según pronósticos, no lloverá, mejor imposible.