De Roma a Málaga

11 Ene

Un escenario que espera por su público

Comedia o tragedia, el teatro romano lo aguanta todo. La chica de rojo se gradúa de felipismo en Málaga, pero turismo y gas no se llevan bien

Aquí no se salva de la polémica ni el milenario teatro romano, que está allí desde la época de Augusto (siglo I) y que funcionó, sin mayores problemas, durante los siguientes doscientos años, que se sepa. Enterrado, y sus piedras usadas por los musulmanes para su alcazaba, salió a flote gracias a otra casa de la cultura en 1951. Desde entonces lo han estado rehabilitando, hasta el año pasado, cuando los especialistas de la Junta de Andalucía declararon concluida o casi, su restitución. Se puede decir que tardaron más años que los antiguos romanos en construirlo.
      Este teatro clásico es un ejemplo, aún vivo, del esplendor de la ciudad romana malacitana que fue este enclave mediterráneo. Está allí, para la admiración pública de propios y turistas. Es la edificación, casi completa, más antigua de Málaga. Proporciona el eje del pasado histórico de la capital. Roma-Islam-Judería en un espacio contiguo y espléndido. Pero el teatro, al contrario de la alcazaba o el barrio judío, tiene la posibilidad, además de la visita guiada, la facultad de servir todavía para lo que fue creado: las representaciones teatrales al aire libre. Podemos recordar que así se hace en el espectacular teatro romano de Mérida.
      En una ciudad donde escasean los espacios teatrales, utilizar este que nos dejaron ahí los romanos es obvio. No parece difícil a priori, ponerse de acuerdo en ese punto. Sólo es cuestión de cruzar las programaciones o encargar a colectivos especializados la adecuación de una cartelera apropiada al espacio, sin olvidar las representaciones para niños. El teatro en tiempos de crisis viene bien. Los griegos y los romanos lo usaban como catarsis, pues igual puede servir ahora. Claro que los romanos no tenían que preguntarse quién administraba el suelo del teatro.
      La Junta de Andalucía, que es el organismo encargado de la investigación arqueológica y su rehabilitación, ha tenido una visión turística del tema, si vemos el Centro de interpretación y recepción de visitantes, construido al lado, cuya progresión de visitas es de dos millones para este año. No está mal, pero no debe olvidar que este escenario tan particular, puede servir, además, para un uso artístico directo. Movilizaría y daría dinamismo al sector teatral tan necesitado de ese impulso. Las cosas obvias de la cultura son difíciles de digerir por los administradores públicos, tan apegados a la tabla de salvación del turismo de ver y correr.
      Mientras las gradas del teatro romano esperan por las posaderas de los espectadores, y la orquesta y la escena por los histriones, la política malagueña se apresta a la embestida electoral de mayo. La chica de rojo se avala con Don Felipe, quien toma la bandera del liderazgo de un socialismo disminuido por la crisis y recuerda que los ‘cementerios [políticos] están llenos de imprescindible’, él no ha llegado aún, tal vez ZP esté a las puertas. Las encuestas dan mayorías por doquier a los populares, aunque el veterano vencido, Arenas, no se confía y pide tensión y alerta. Cohesión y unidad, mientras espanta al fantasma del norte, el nuevo Don Pelayo que vela armas en su castillo asturiano. Lo que importa a ambos, PP y PSOE, es la geografía del voto, que viene este año cargada de pesimismo en la realidad que representan los políticos profesionales de este mapa andaluz cansado de esperar.
      El año comienza con este escenario clásico que los políticos de siempre quieren representar a su manera. Un teatro sin público es lo más triste para los actores. El teatro romano ha sido rehabilitado, ahora sólo le falta que vuelva a vivir con las actuaciones y los aplausos del público, sí, ese que vota.

2 respuestas a «De Roma a Málaga»

  1. Muy bien, Carlos, excelente tu planteamiento. La Cultura no tiene sitio en la política. Primero son las elecciones, con sus pesadas, falsas y aburridas promesas y las al parecer inevitables cargas demagógicas, y luego…, luego las próximas elecciones, cuya campaña se inicia el día después de las votaciones.

    Buen ejemplo el del Teatro Romano.

    Quizá te tome la palabra algún político y haga de ella otra bandera electoral.
    Un abrazo

    Rafael DE LOMA

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