Málaga estaba acostumbrada a vivir en una sobre explotación importante para dar servicio al turismo. Era algo de lo que muchos nos quejábamos pues observábamos cómo la ciudad se inundaba de locales y comercios destinados de manera absoluta al guiri. Era un universo horrible pues la identidad desaparecía y era notorio que el origen del negocio, así como el destino de los beneficios estaban muchísimo más lejos de la Fuente de la Reina.
Aún así, en nuestro entorno siempre teníamos lugares extraordinarios que nos sabían -nunca mejor dicho- a la misma gloria. Eran y son nuestros bares y restaurantes. Lugares donde lo hemos pasado muy bien. Donde hemos brindado, nos hemos reído y hasta han nacido grandes discusiones. Da igual. Pero eran parte del decorado de nuestra vida. Pocas cosas malas pasan apoyados en la barra de un bar y son lugares cargados de positividad. Da igual si vas a comer por trabajo, es lo mismo si te sientas en la barra sin compañía para tomar algo rápido. Siguen siendo muy buenos.
Y ahora, con todo lo que nos ha arrebatado la vida, son esos establecimientos los que están presentes prácticamente a diario en nuestra memoria. Y es curioso a la vez que representativo, pero en el fondo, lo que muchos queremos es reencontrarnos con nuestra gente y respirar. ¿Y eso dónde lo vas a hacer? ¿En una biblioteca? ¿En una gran superficie de bricolaje? No hombre… lo vas a hacer en tu bar. Levantando tu copa y dando gracias a la vida dejarnos seguir estar presentes en ella junto a la gente que apreciamos.
Por eso los estamos echando tanto de menos. Y por eso, estoy convencido, a partir de ahora vamos a tratarlos muchísimo mejor. Y eso gusta. Porque la hostelería se presta a ello. A la cordialidad con la gente que se dedica a ello. A sonreír al camarero o a compartir la charla básica mientras tomas algo. Gente con gente. No hay más. Y por eso triunfan siempre los lugares amables y buenos. Por eso los bares y restaurantes con solera siempre tienen recuerdos en sus paredes. Historias con su clientela. Y de otra cosa no, pero de buena hostelería sabemos en el sur un rato.
Ya queda menos. La frase mil veces pronunciada desde hace semanas. Pero es tal vacua como real. Queda menos para volver. Será escalado. Con espacios. Pero da igual. El resultado está asegurado y antes o después levantarán las persianas y allí estaremos. Como podamos. Tiesos como la mojama, pero tomando algo en nuestro bar. Lo decía la sevillana: “No tenemos una gorda pero vamos al Rocío”. Pero como este año no va a haber romería pues más baratita nos sale la vuelta y nos da para tomarnos dos pajaretes en vez de uno.
Y es que no podemos vivir sin ellos. Y por eso los añoramos tanto. Porque queremos volver al desayuno en el Café Madrid, el Central o el Samoa esperando ese café que pides templado pero llega más caliente que la lava volcánica. Ya nos vemos en la barra de Lo Güeno con tus amigos tomándote el mejor bacalao de Málaga en un rincón de los de más solera mientras saludas a Mariano que nunca dejará de atender a los suyos. Echamos de menos disfrutar de Nerva, su ensaladilla rusa campeona y el eco colorido de Eugenio Chicano en cada rincón mientras Joaquín te deja caer un Tío Pepe en el catavino más frío del mundo. Queremos volver ya a La Cosmopolita para seguir disfrutando de esa barra tan buena que hasta los salmonetes se erizan de la emoción y meternos en la judería para que Carnero en Kaleja siga guisa que te guisa pero sin María Luisa -que hay que mantener las distancias de seguridad-. Necesitamos que Antonio Fernández nos cuente de qué bodega del Marco de Jerez es la manzanilla que nos va a servir en Araboka. Necesitamos urgentemente ver por el cristal de la puerta que da a la cocina a Willie Orellana dando vueltas en uvedoble mientras en la sala Noelia siempre te invita gratis a una sonrisa.
Son nuestros bares y tenemos que volver. Queremos oler a salitre en los chiringuitos y que las manolitas del Gutiérrez vuelvan a inundar nuestra mirada. Necesitamos el pescado pluscuamperfecto de Ababor con los camareros más apañados de España que te montan una mesa encima de un servilletero si hace falta con tal de buscarte un hueco y que te quedes. Necesitamos que nos digáis que no hay mesa para indignarnos pero volver al día siguiente porque queremos estar con vosotros. ¿Qué hacemos sin nuestros bares? Absolutamente nada. ¿O es que vamos a estar mucho tiempo sin bebernos un vino de Ronda en Gorki? Nos negamos en rotundo. Como no vamos a permitir que desaparezcan los arroces perfectos del María ni la ensaladilla del Refectorium. Vamos a volver. Porque mi amigo Pepe Mingorance y yo tenemos que regresar a Antoxo para comernos de nuevo los mejores percebes del mundo.
Necesito ver a Dani García con su sonrisa de chiquillo dando saltos de un lado para otro como si fuera un chaval que está empezando -y es que lo está-. Y nos hemos quedado con la txuleta en los labios. Pero abrirá Leña y estaremos los primeros. Seguiremos con el pepito de Lobito y el Brioche de Bibo en la mente a diario. Como a diario seguiremos pasando por El Pimpi, mirando hacia el fondo y pensando que ahora mismito me metía allí y no sacaban en dos días. Porque así será. Y seguiremos celebrando cosas bonitas en sus salones y mezclando sabores en La Sole mientras Pablo se preocupa de todo.
Os echamos muchísimo de menos. A los de Da Luca en lo más alto de Cerrado de Calderón con sus pastas buenas y a la gente del Balneario con Málaga siempre de primero. Y por eso hay que preocuparse por la situación pero tener la certeza de que en nada estamos con vosotros. En La Reserva con los camareros más amables de Europa y con uno de los jamones más buenos que puedes comer en Málaga. Y la copita será siempre en Puerta Oscura con Jose atento en la puerta y a Miguel Ángel al que tantísimas ganas tenemos de ver.
Volveremos a viajar con el paladar gracias a Arbeloa y su Takumi con los mejores nigiris que te vas a comer jamás. Pero saldremos. Y cambiaremos de registro una y mil veces. Y volveremos a las ventas de los montes. Y seguiremos rememorando historias en la del Túnel. Y respirando aire de montaña en la Galwey. Y pensando que estamos en el norte al entrar a la acogedora Casa Navarra. Pero podemos salir fuera. Y darnos el salto para ponernos de rodillas y besar al suelo al subir el primer escalón de La Castillería en Vejer. Y cogeremos la A-92 o la del Mediterráneo. Y volverán los Piripis de la Bodeguita Romero de Gamazo, los chicharrones en Morales y las pavías en El Rinconcillo para disfrutar de Sevilla. O de Cádiz en Balandro o en Jerez con mi amigo Pepe en Juanito o en la Venta Esteban. No tenemos más remedio que tirar para Sanlúcar a Bigote a por sus bigotes que saben a Bajo de Guía. Y me comeré las gambas mejor hechas en Fernando, en El Rocío, brindando con manzanilla. Volverán los bares. Seguro. Porque son nuestra vida. Porque el sur no se entiende sin ellos. Porque ellos y nosotros somos un todo. Somos gente de bares. Y los bares de Andalucía son para gente como nosotros.
Y es verdad que queda menos. Y abriréis. Y volveremos a ir. Y preguntaréis que qué vamos a tomar. Y de primero pediremos un abrazo. Porque nos echamos en falta mutuamente.
Ánimo. Que saldremos de ésta.
Viva Málaga.