Hoy era el “domingo de traslados”. La jornada en la que mucha gente salía a la calle a
disfrutar de procesiones en miniatura, con la sonrisa en el rostro porque lo disfrutan pero el móvil en la mano para seguidamente rajar de ello pues es lo que se lleva ahora.
Desgraciadamente no sucederá tal cosa -en relación a los traslados- pues el drama y catástrofe postradas sobre nosotros son ya lacra universal y la vida se reduce a la defensa de ella propiamente. Sin más.
Pero, ante este tipo de circunstancias calamitosas bien pudiera ser necesaria una respuesta común de los cristianos e incluso de los propios cofrades. Quizá por el hecho de suceder dicha pandemia en nuestra fecha, debiéramos los cofrades ser frente común para la oración como herramienta rogativa para el fin de este dolor.
Y es lo lógico. Los cofrades somos Iglesia. Formamos parte de ella y, por si no fuera poca la cosa, poseemos y disfrutamos de la suerte de ser, sin duda alguna, el colectivo religioso más público, cercano y conectado con la sociedad en general.
Es por tanto lógico que, ante esta penuria, estuviéramos en primera línea de fuego. ¿Y así está siendo? Diría que no. Y es que, en estos días de tanto desolación, dolor y miedo, el mundo cofrade se alimenta de temáticas patéticas, miserables e incluso interesadas. Se habla -e insulta- sobre las sillas, se habla -y critica- sobre las posibles salidas extraordinarias de las que animaban desde Roma y se lanzan vísceras calientes aún sobre los escritorios de aquellos que vierten opiniones libres y sostenidas en el criterio común. Y junto a ellos, un nutrido grupo de seres humanos que únicamente anhelan y lamentan la ausencia del procesionismo. Con un cerebro proyectado en dos pantallas. En una aparece la realidad con muerte y lamento cada minuto. En la otra hay tronos en la calle, saetas y pompa falsa. ¿Cómo se comen ambas cosas?
Pues no lo sé. Pero es evidente que el diablo acecha. Lo tenemos muy cerca. Y así lo atestiguaba el Santo Padre en esa Plaza de San Pedro inerte del Vaticano donde rogábamos la protección y apertura de la esperanza ante los malos que afligen a la humanidad, el hambre, la carencia, el egoísmo, las enfermedades, las epidemias, los intereses despiadados, la violencia, los engaños, la información malintencionada y la manipulación de las conciencias. ¿Y eso quién lo hace? El hombre manejado por el diablo. Obra perfecta de malicia que ahora vivimos en el seno de nuestros círculos supuestamente puros, limpios y píos.
Y es que, con el asunto de los abonos y su posible devolución, estamos presenciando a través de redes sociales un espectáculo dantesco y bochornoso. Dantesco ante la cascada de insultos, ofensas y despropósitos lingüísticos salidos del teclado de cofrades, supuestamente cristianos y que, ahora mismo, suenan de manera extraordinariamente dolorosa. Y bochornosas pues, lo lógico es que cualquiera que participe de este asunto bien debiera saber de dónde sale y a donde va destinado el dinero de los abonos de las sillas del recorrido oficial. Y si no lo sabe: raro y malo. A lo mejor estoy en un error. Pero tenía entendido que el de esa gran masa de dinero, salen las aportaciones que las cofradías reciben por parte de la Agrupación. En tal caso, y a tenor del comunicado emitido por San Julián, sería lógico preguntarle a quien realmente va a decidir o no si se devuelve todo, algo o nada a los abonados que no son otros que los responsables de las hermandades. Es decir, sus hermanos mayores y Juntas de Gobierno.
Queda claro por tanto que, hasta que éstos no se reúnan y decidan, seguiremos esperando para saber si se nos ofrece alguna solución a aquellos que tenemos una silla. Silla que, por cierto, en estos difíciles momentos, son el único ingreso para muchas de esas corporaciones junto con la cuota de hermano que cargan a sus fieles.
En cualquier caso, en un debate más profundo, sería menester que las Cofradías malagueñas no dependieran del dinero de las sillas para sobrevivir pero, a la vista está, es tónica habitual y común en gran parte de las corporaciones malagueñas y sevillanas.
Entiendo y comparto la inquietud de muchos ante esta situación pues podemos recibir o ahorrarnos un dinero que, ahora mismo, sabría a gloria bendita. Igualmente entiendo que, a aquellos a los que se les ha atragantado este asunto porque cuentan con decenas de abonos a su nombre, otros tantos a nombre de su mujer, y así sucesivamente, hasta sumar una morterá importante de sillas con las que hacía negocio y paralizaban un año más un mundo que necesita refresco. Y ciertamente ésos me dan menos pena. Si te la juegas, puedes acabar perdiendo y en esta ocasión nos ha tocado a todos.
Por mi parte, encuentro necesaria una reflexión general sobre este asunto. Debemos conocer qué piensan las cofradías sobre este tema. Y entiendo, y ojalá sea así, que ante situaciones como la actual, debemos compartir el dolor, la oración y también la merma económica y que seamos abonados y corporaciones nazarenas los que asumamos este caos. Hacienda somos todos. Y la Semana Santa también. En este caso de todos los cofrades: Abonados, juntas de gobierno y Agrupación.
No maten al mensajero. De hecho, no maten a nadie que ya bastante tenemos con lo que nos cae a diario. Y plantéense su papel en el mundo cofrade y de Iglesia. Piensen si realmente les merece la pena. Recapaciten al respecto de la visión que tienen de la Semana Santa y sus procesiones. Y si lo equiparan a un ver un partido de fútbol o una corrida de toros, algo está fallando. Y seguramente la culpa no sea vuestra. Sino de todos -incluida la propia Iglesia-.
Satanás es para la mayoría un elemento de juego, películas y caricatura. Pero para los cristianos bien debiera ser algo más. El diablo se transforma para componer papeles y disfraces que nos engañan a diario hasta conseguir hacer el mal. Un mal representado entre hermanos que insultan, agreden o generan odios interesados en situaciones comunes y que se ceba y multiplica en momentos dolorosos como los actuales.
Cuidado con evadirnos en la escatología. Cautela ante las postrimerías del cofrade pues están relatando nuestro propio final mientras nadamos en el placebo. Es momento de estar unidos. Es momento de rezar. Estemos a la altura. Todos.
Viva Málaga.