El teatro de su Soho y el corazón Bibo.

16 Nov

La valentía es algo ambiguo. Poco descifrable, medible y pesable pero con contenido e interés para el ser humano. Ser valiente no está bien visto. Ser valiente no está mal visto. Ser valiente, sencillamente, no está visto. Y es que a día de hoy se denomina valeroso a personas y acciones que realmente no suponen, en la mayoría de los casos, ningún esfuerzo ni apuesta personal relevante. 

 

¿Es más valiente quien apuesta sin tener nada que perder o el que lo hace con la posibilidad de perder lo que está en su poder? Seguramente lo segundo. Pero es difícil encontrarlos. De igual manera que nadie suele ver acciones heroicas en el común de los mortales, tampoco presenciamos gestos de personas que, por sus características, bien pudieran pasarse la vida mirando al infinito sin despeinarse ni él ni sus cuarenta generaciones posteriores. 

 

Los éxitos conseguidos en los diversos planos de la vida profesional de las personas suelen traducirse, para el pobre de espíritu, en una quimera que, en el caso de ser culminada, llevará para el futuro un universo de fantasía, dolor y gloria desde la atalaya del que económicamente todo lo puede. 

Batacazo fuerte de quien así piensa. Y es que la vida va más allá. Pero el final de todos es el mismo. Un boquete. O un bote. -Según el gusto-. Pero mientras llega ese descanso verdadero, son pocas las personas que deciden parar, afrontar el futuro, hacerlo presente y culminar nuevos proyectos para no morir viviendo. Y no matar al resto con el ejemplo. 

 

Así, este fin de semana en Málaga y Marbella presenciamos cómo hay vida más allá del éxito. Incluso hay éxito más allá del propio éxito. Y es un lapso de trabajo, preocupación y futuro pero sobre todo ilusión.

 

Dani García, uno de los cocineros más relevantes del planeta, ha decidido que se marcha. Que abandona. Que sigue pero no así. Y en ese gesto encontramos el valor de quien, al alcanzar la cota máxima, considera necesario seguir evolucionando, creciendo y superándose. Con nuevos modelos que cambien el sistema. Él lleva decidiendo, sin darse cuenta, lo que comemos en los bares de media Europa. Crea, desarrolla y versiona platos que, al rato, están copiados por medio universo. Y ahí está la clave. En ser por lo que se es y será.

 

Pero no ser por lo que se fue en el pasado sin más. Y lo de Dani es valentía. Podría seguir en su tres estrellas. Viendo la vida pasar frente a él y por su cara el mundo entero alabando su obra gastronómica. ¿Y ya está? ¿Acaso no es suficiente? Pues para muchos lo será. De hecho para la inmensa mayoría de la población, sus cotas serán inalcanzables en toda su vida. Pero no es su caso. Y por eso acaba de echar el cerrojo a un hito. Para realizar otros que sigan cambiando su vida, la de todos los que lo rodean y la de aquellos que tenemos la suerte de probar lo que hace –menos el tomate nitro que yo todavía no he podido probar y eso lo llevo yo clavado en mi alma-. 

Y a 62,3 kilómetros -lo he buscado en google- en calle Córdoba, el actor más relevante de la historia del cine español y uno de los profesionales de la interpretación más destacados del globo terráqueo acaba de abrir las puertas de su nueva mansión.

Una villa de lujo con novecientas butacas, baños amplios y una zona diáfana para el baile y la fiesta -muy bien insonorizada-. Y no es una casa gigante de las que salen en las revistas donde los ricos e influyentes desovan con salmones y ven la vida pasar desde su atalaya en mármol del bueno. No. Es un teatro. De Antonio Banderas.

 

A menos de quinientos metros caminando de la calle en la que nació. Y a ochocientos metros de Lágrimas y Favores. Y eso, en un perfil profesional y vital como el de este señor, es también tela de raro.

Y es que, para la mayoría de los comunes, sería impensable meterse en un berenjenal de este calibre a estas alturas de la película -nunca mejor dicho- pues tiene en su haber la llave para seguir haciendo largometrajes, campañas y trabajos del sector sin salirse del guión. Pero lo ha hecho. Y ha dicho basta. Y sigue y seguirá con lo suyo. Pero es que lo suyo también es esto. Porque lo era cuando comenzaba en el Teatro Ara de Málaga. Y así vuelve a ser en su teatro. En el Teatro del Soho Caixa Bank. -que eso no se va a llamar así en la vida-. Porque ya es y será “el teatro de Antonio Banderas”.

Y la cuestión es que ha conseguido lo imposible. Llegar a lo máximo. No abandonar a nada ni a nadie. Seguir luchando por su tierra de manera indecible. Y alcanzar la cima suprema con una gorrilla en la plaza de la constitución, feliz, con una batuta mandando a la banda de La Paz mientras anuncia la apertura de su teatro.

 

¿Dónde se es más feliz? ¿En la alfombra roja de tierra extraña o regresando para abrir a tu gente lo conseguido a través de la cultura y el arte? Habrá quien elija lo primero -pues resulta lo más fácil-. Pero para él, como para Dani, ha sido mejor coger el camino difícil. El de la superación, el sueño y la sonrisa de la ambición sana. Y de ahí pilla Málaga la pedrea. Porque nos hacen mejor ciudad y la enriquecen en sus atractivos. Y sobre todo porque dan ejemplo para todas las generaciones.

Que el valiente no es el que se encierra años para conseguir una plaza de funcionario. Que el valiente es el que da bocados a la vida. Para continuarla hasta que te paren. 

Por eso debemos observar lo que han hecho y reflexionar al respecto. Tanto por ciudad como por ciudadanos. Porque ahí reside la clave de todo. Y seguramente la felicidad plena. 

Lo decían hace años de Ana Belén pues rajaban de ella en un medio por ser “rica y roja”. Y transformando la cuestión y llevándola a la que tratamos, yo me pregunto si no será eso que hacía Ana Belén lo difícil. Y es que quien ya tiene la básico cubierto puede decidir por dónde tirar en la vida. Si seguir viviéndola de verdad o cegarse en la panacea. Y es por eso que creo en el valor extraordinario de quien mucho tiene y aún así mantiene su compromiso: el propio con la vida y el común con la sociedad en la que vive. 

Cuidado. Porque estos dos hombres decidieron otro camino. El de ser felices con la amabilidad y la cercanía. Comiendo churros en el mejor sitio de Marbella o vistiendo una túnica cada domingo de ramos desperdigado entre la gente. Y son galácticos.

Nos han ganado la partida con el ejemplo de este fin de semana. A Dani con su futuro aventurero y venturoso. A Banderas con la cultura y el agradecimiento recíproco de la ciudad y él.

El teatro de sus Soho. Y el corazón Bibo. 

Vuestra valentía es nuestro ejemplo. 

Viva Málaga. 

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