Como si de un bulto que te detectan y posteriormente quitan, la ciudad de Málaga se va a desprender de un quiste espantoso en los próximos días. Se trata de la manzana del Cine Astoria y su horripilante figura. Un blocaco que hacía tapón constante a la vista del ciudadano que por allí pasaba.
Y es que el Astoria es el tipo que se ponía delante de la cámara cuando disparabas la foto. Es el señor muy alto que se te sienta delante en el teatro. Es el chino en el zapato. El pelo enconado del urbanismo malacitano y sin duda el ejemplo más evidente del urbanismo más irrespetuoso jamás creado.
La cuestión es que, gracias a Dios, la Virgen y los Santos Apóstoles, se va a proceder a su derribo para sanear la parcelita y posteriormente, se supone, volver a levantar un edificio sin sentido en el mismo lugar para algo que nadie sabe bien qué.
Cabe recordar que el espacio ya tuvo sus grandes historias en torno al posible teatro de Antonio Banderas que no llegó a buen puerto para suerte del actor pues, con el paso del tiempo, ha quedado visto y demostrado que la mejor opción pasaba por el plano totalmente privado e independiente de cualquier relación con las administraciones.
Según lo que cuentan los que mandan, una vez derribado el cine, se procederá a iniciar el trabajo arqueológico pues es de todos conocidos que bajo el cine se encuentran restos de cierta relevancia de culturas pretéritas lo que dota al espacio de mayor interés. Y posteriormente, aquí viene el desastre, se tiene previsto edificar, one more time, un espacio de esos con mucho nombres y usos variados que nadie sabe bien quién lo necesita y quiere.
En cualquier caso somos muchos los que confiamos de manera extraordinaria en que, una vez se produzca el derribo, será tan extraordinario el resultado, que será la ciudadanía por unanimidad –incluidos los mandatarios- los que consideren que la mejor opción pasa por no hacer absolutamente nada ahí salvo adecentarlo y dejar abierta la plaza.
Que Málaga respire y el monumento a Torrijos, con su “Antes morir que consentir tiranos”, sirva para cerrar el ciclo de un monolito que ha visto con el paso de los años cómo una plaza idílica, ajardinada y elegante se convertía en un secarral sin uso alguno y moribunda –salvo cuando el botellón le daba cierta vidilla-.
Evidentemente habrá a quien este asunto le parezca horrible y prefiera volver a construir sobre el espacio del que hablamos. Quizá por su interés particular o simplemente porque, de manera respetable, prefiera tener de nuevo un edificio en un espacio que, para muchos, solamente necesita aire y espacio.
Quizá no sea el momento de plantear nada en un espacio tan dañado y herido como el de esa manzana. Una vista cansada y acostumbrada a lo ruinoso debe tener sus años de depuración hasta poder plantear de nuevo un proyecto serio al respecto. Y es evidente que es posible. Y es demostrable que las necesidades en esa zona de colocar algo como lo que plantean es nula. E igualmente se pueden enumerar decenas de proyectos que, quizá, debieran tener mayor interés prestado por parte de la administración antes que volver a mostrar con unos cartones, un par de edificios de esos muy bien coloreados con el ordenador pero que a la hora de la verdad siguen siendo un estorbo para la vista de cualquiera, ya sea de Boston o de Los Corazones.
Tenemos la suerte de tener voces municipales que piden ya que no se construya nada de inmediato. Que, al menos, se espere antes de afrontar una obra en un espacio tan delicado como éste. Tanto por su valor arqueológico como por su posición crucial para el ciudadano que por allí transita.
Esa esquina de Málaga está inacabada. No tiene resuelto el planteamiento de unir la Merced con Alcazabilla. Y todo apunta a que, irremediablemente, el espacio que la calzada en el eje Carretería-Álamos-Victoria irá progresivamente siendo deglutido por el peatón. Quizá por eso, entre otras razones, quede mucho por hacer antes que levantar un edificio extraño en un espacio en el que Mies pudo haber creado su frase del “Less is More”.
Y es que en La Merced y el Astoria menos es más. Y la prueba evidente la tenemos en el entorno de Alcazabilla, donde se ha ido depurando y eliminando edificios y barreras para plantear una calle limpia y saneada. Con los monumentos y los restos arqueológicos a la vista y poca infraestructura. Donde se tuvo la solvencia suficiente para eliminar un edificio –que le daba mil vueltas al cine Astoria y cuyo uso era clave y fundamental- porque estaba levantado en un espacio intolerable como era el propio teatro romano.
¿Si se eliminó la casa de la cultura para no poner nada, no se puede hacer lo mismo con el cochambroso Cine Astoria? Es evidente que sí. Y por eso, se hace incuestionable el no levantamiento de un nuevo edificio en un lugar como aquél.
Pero hay un componente mayor aún. Y es que, si realmente existe esa necesidad imperiosa de usos de los que se quiere dotar esa zona, ¿No hay lugares próximos donde levantarlo? Yo diría que sí. Y muchísimos. Con El Ejido sin rumbo fijo. Con Las Lagunillas en depresión urbanística porque nadie le da solución y con la Cruz Verde con solares valdíos, quizá pudiera resultar más lógico emprender ciertas apuestas por la zona y no en un lateral de la plaza de la Merced como muro pantalla y amigo no invitado a la fiesta que forman el Monolito, Alcazaba y Alcazabilla.
Huyan del ladrillo. Apuesten por lo sencillo, lo vacuo y el aire en espacios convertidos en no lugares por culpa de acciones del pasado. Dejen de levantar en épocas en las que se lucha y trabaja por todo lo contrario.
Lo decía Mies: La arquitectura es la voluntad de la época traducida a espacio.
Dejad el espacio. No lo okupéis.
Viva Málaga.
Soy malagueño de nacimiento, de padre y madre malagueños y me crié en Málaga capital, concretamente en el barrio de la Trinidad, hasta los 27 años, cuando ‘partí en busca de mi vida y de mi Dios’ como escuchaba cantar al grupo Triana por aquel entonces.
Soy escritor entre otras aficciones y cuando vuelvo a recorrer la Málaga de mi infancia, pues estudié en el Colegio de San Agustín, entre los años 69 y 72, transito de nuevo esa calles adyacentes, calle San Agustín, calle Alcazabilla, calle Granada, plaza de la Merced, para inspirarme en sus calles y evocar mis recuerdos, para inspirarme en nuevas historias.
Que sorpresa mas agradable me llevé, cuando subiendo por calle Granada desemboque, este pasado mes de febrero de 2020, cuando aún se podía ‘salir sin mascarilla’, directo al ‘corner’ de la Plaza de la Merced, y me encontré con el solar que ocupaba el cine Astoria, derruido y vallado.
Es tal la sorpresa visual que me lleve, que me fui con la familia a sentarme en alguno de esos bares que ocupan el fondo norte de la plaza, aledaños a la casa natal de Picasso.
Era ya casi de noche, cogimos una mesa mirando hacia la Alcazaba(aún sin percatarme de ella), y cuando con un vaso de cerveza en la mano, levanto la cabeza y miro hacia el frente no doy crédito a mis ojos (como cuando los indios de sudamérica no reconcían en el horizonte la llegada de las naves de Colón porque nunca había tenido esa visión), pues esto mismo me paso a mí que al principio no daba crédito a que de repente estaba contemplando un poco por encima del vallado del solar, la silueta iluminada de mi querida alcazaba, cuna de muchos de mis sueños literarios andalusíes y de no pocas riendas sueltas a la imaginación de faldas correteando entre las ruinas….
En seguida comprendí que allí se no puede volver a edificar, y que ningún otro interés económico puede volver a tapar la dignidad de una plaza y de un centro de Málaga que ganará definitivamente su señorío de plata, como buena boquerona que es, esta plaza de la Merced.