Las cosas mal hechas por los demás nos las solemos rifar entre todos para conseguir golpear de la mejor manera posible al que sea. Será cuestión de la sociedad -supongo- y será cuestión del sistema de consumo de vidas e historias -supongo- lo que hace que sea mucho más difícil apedrear que alabar. Que sea extraordinariamente más complicado aplaudir que abuchear o que, en Málaga, nos hayamos acostumbrado tanto al bochorno que hemos atorado las canaletas de desagüe hasta el punto de no disfrutar nunca de las buenas corrientes.
Tiene poco titular que alguien haga bien las cosas de la misma manera que se da la portada a quien picotea donde no debe o simplemente deja en entredicho a cualquier institución pública.
Si hablamos de medios de comunicación públicos y de Málaga en particular, nos encontramos con un caso extraordinario que sirve de ejemplo pluscuamperfecto para entender que hay personas realizando una labor extraordinaria y en rara ocasión se reconoce.
Canal Málaga -la extinta Ondazul- es la radiotelevisión municipal que desde hace años presta un servicio público y necesario pues la ciudad precisa de una radio y televisión que cubran aquello que nadie querrá dar jamás por no tener interés comercial.
Así, con las idas y venidas de cadenas privadas que han ido danzando sin conseguir mucho, la municipal era y es una necesidad de todos que, bien llevada, nos puede aportar emisiones ricas como la radio de nivel de Antonio Ismael, la frescura de Celia Bermejo o los contenidos de la televisión con Málaga y su historia desconocida con Salvador Jiménez que tomara el testigo del valiosísimo Garrido Moraga -que en paz descanse- o los informativos absolutamente independientes que aportan tranquilidad cuando uno ha de valorar la inversión de todos en un medio de comunicación.
Universo independiente para Málaga Santa y Souvirón que concede de manera exquisita el espacio a una entelequia tan enorme como la Semana Santa malacitana sin ceder ni un ápice al marujeo propio de dichas lides.
Y el resumen de todo esto es que el producto funciona. Que es bueno. Que tiene un mínimo de calidad asumible y que no está politizado. ¿Cómorrrl? Sí. La radio y televisión pública no huele a gaviotas -ahora-. Y no existen voces alzadas para denunciar injerencias. Y eso, queridos amigos, es digno de mención.
¿Pasaría lo mismo si la de Málaga fuera una multimedia al servicio del partido en el gobierno? Evidentemente no. Pero aquí ha sucedido que, desde la llegada de la actual gerente todo ha ido a mucho mejor. Y se llama Vanessa Martín Alloza -todo el mundo dice su segundo apellido porque de lo contrario nos imaginaríamos a la cantante con la guitarra subiendo el ascensor del Palacio de Ferias a diario-.
Y la de Martín no fue una llegada agradable. Con peleítas entre partidos, con una decisión llena de vacilaciones y con unos políticos muy por debajo de las propias circunstancias del caso y la profesional que finalmente tomó los mandos de una empresa en esa época mal parada.
¿Y qué ha hecho Vanessa? Ejecutar dos acciones fundamentales en una situación como la que vivía aquella casa: Trabajar bien y callar bocas. La primera de las cuestiones lleva intrínseca la segunda y es que dicha profesional ha conseguido poner en orden un ente que estaba algo distraído por gestiones pretéritas y con ello ha conseguido poner de acuerdo a todas las fuerzas políticas -incluidas las que querían a otro candidato en el momento de la elección de nuevo gerente- de tal manera que muy bien lo debe estar haciendo -y eso que la otra opción era bastante buena-.
Y así llegamos al día de hoy, en el que la que manda en el medio local tiene cuatro años por delante en los que, al menos eso parece, comenzará una etapa de crecimiento en la empresa una vez pasada la rasqueta por todos los rincones para limpiar la casa dando ejemplo de profesionalidad y austeridad -rechazando cobrar pluses-.
De manera discreta pero eficaz, ha sabido ordenar la plaza, poner las cosas en su sitio y ahora comenzar de manera general a sacar dinero para crecer en medios y oferta para el malagueño que guste de consumir televisión y radio locales -cosa que a mí me encanta sobre todo por los anuncios de los negocios que dan para un artículo independiente-.
En las antípodas de muchos de los gerentes públicos se encuentra Vanessa que, con el insigne Santi Souvirón siempre presente, están construyendo un medio público e independiente con solvencia, pero huyendo siempre del foco, la pompa y el boato que en muchos casos es el objeto por el que beben los vientos muchos “profesionales” públicos.
El medio es el mensaje. Y ahora en Málaga tenemos uno bueno, público y de calidad. Atrás quedaron momentos complicados en los que muchos oímos con asombro a más de uno rajando del pasado profesional de la que ahora manda y poniendo en cuestión sus capacidades para el cargo pues ellos mismos -calcula uno- que tendrían en mente rascar algo en aquella parcela.
La vida es así. O asín, como decía una amiga mía de provincias. La cuestión es que tenemos algo por lo que felicitarnos todos. Y es que en Málaga disfrutamos de una empresa bien gestionada, que conforma la base de la información y la divulgación malagueña, que acaban siendo los pilares fundamentales de la cultura y formación de una sociedad que se presume hecha y derecha.
Que sigan por muchos años -al menos cuatro-. Que crezca Canal Málaga por el bien de todos. Y que mantengan el modelo. Que ha funcionado. Que es bueno y que está a dieta de asuntos vacuos y centrado en lo importante.
Y como decía el famosísimo escritor y filósofo británico del siglo XVIII One Kharajer:
“La de La Coctelera, sin aspavientos, os ha dao en to la boca”.
Viva Málaga.