La Semana Santa y todo lo que rodea a las Hermandades y Cofradías de Pasión y Gloria se ve en todo momento revestido de cierto halo de irrealidad que sirve para muchos como elemento fácilmente usable a la hora de echarlas por tierra.
La fe cristiana es de por si una quimera no fácil de explicar a un extraño y plagada de cuestiones con una respuesta compleja. Nada nuevo bajo el sol. Ni dentro ni fuera. Desde las Sagradas Escrituras hasta los Obispos más contemporáneos nos invitan a reflexionar al respecto de las bondades de la duda. Quien no duda no piensa. Y quien no piensa difícilmente podrá llegar a entender y mucho menos a creer de verdad.
Partiendo de esas premisas, cualquier análisis teórico-práctico sobre la religión desde la lontananza del incrédulo, solamente nos llevarán al fracaso y el desconcierto. Por eso, para ver a través del cristal hay que graduar la vista con amplitud y sensatez pues de lo contrario solamente te toparás con un muro. Una losa infranqueable que usarás para justificar las creencias absurdas de lo metafísico pero que, sin darte cuenta, tú mismo te has construido desde el prisma más cerril del ser humano.
Con estas bases planteadas, podemos hablar hoy de algo que sucede y celebra la Iglesia y que trasciende lo mundano: Las Coronaciones Canónicas. Para aquél que venga de otro planeta, al escuchar hablar de coronaciones a tallas de Vírgenes pensará que estamos del todo locos. Que nos falta un hervor y que contravenimos las normas básicas del buen cristiano adorando la filigrana sin fe ni criterio católico.
Nada más lejos de la realidad. La representación de la Virgen María es clave para la religiosidad popular y pasa diferentes etapas, habiendo lugares, como el nuestro en el que vivimos, en el que se hace fundamental la figura mariana en el devenir de nuestras vidas y las generaciones pretéritas.
La Virgen se adorna y amolda a los tiempos. Y acaba siendo canal perfecto de comunicación entre la vida terrenal y la gloria misma. Sus aditamentos, con el paso de los Concilios, se modifican para humanizar a las imágenes de tal manera que las personas, en otras épocas más limitadas en conocimiento, vean en esa figura la divinidad. Por ello se revisten de realeza colmada con preseas de alto valor. De manera paralela, desde el Concilio de Éfeso, la Iglesia comienza a crear un sistema de condecoración y puesta en valor de ciertas imágenes marianas para destacarlas del resto a través de las Coronaciones Canónicas: Una corona como elemento diferenciador de aquellas Vírgenes que cumplen una serie de requisitos para ser galardonadas de tal manera.
Estos requerimientos son, en esencia, algo considerablemente cuestionable pues, en esencia, se puede valorar de diversa forma cada una de las exigencias. Desde el valor artístico de la talla, pasando por su devoción e incluso la capacidad de las mismas en ciertas épocas de haber obrado milagros.
En definitiva, un combo de elementos no siempre objetivos y que pudieran ser útiles en el siglo catorce y no en dos mil dieciocho.
Pero la tradición sigue. Y la Iglesia avanza con la vida y su sociedad. Y así nos encontramos con las Coronaciones de ahora. De la época en la que se sabe todo. De la sociedad en la que la Reina presentaba telediarios en la tele y los libros son baratos. El mundo en el que al poner en Google Cristiano aparece un muchacho jugando a la pelota. Y es aquí, en este momento, en el que muchos Católicos somos conscientes de la necesidad perenne de dar testimonio de vida ejemplar en base a los pilares básicos de nuestra religión. ¿Y cómo casa en la sociedad del conocimiento y el avance una Coronación Canónica? Con la de Lágrimas y Favores. La que lo va a cambiar todo.
La Virgen de Lágrimas y Favores existe como tal desde mediados del siglo pasado. Se trata de una imagen que representa a la perfección la vida discreta de la gente buena. En un segundo plano. Sin destacar y haciendo el bien solamente escuchando al prójimo. Con el paso del tiempo, la Virgen de Lágrimas comienza a protagonizar un rezo del Rosario por las collaciones de la feligresía de su parroquia de San Juan. De esta manera y con cierto público, la Virgen camina poco a poco de manera paralela al mundanal ruido cofrade del pulso y el griterío.
Llegado el momento, un grupo de fieles, devotos y buena gente coinciden en engrandecer de manera significativa el devenir de esta imagen que, de manera callada, va ganando en devoción y atenciones. Hasta llegar a estos tiempos de ahora en los que, siguiendo con la tradición, Lágrimas y Favores pasea al alba en las mañanas del Domingo de Ramos fuera de lo oficial. A las claritas del día, los alrededores de San Juan se llenaban de público para ver a la Virgen. Todo era bonito. Por ser estéticamente bello y por nacer de la nada y con naturalidad. Como los conciertos acústicos. Era todo unplugged. Y triunfaba más que las “oficiales”. Hasta que no tuvo más remedio que entrar en el circuito. Pero jamás ha sido como las demás. Aún no teniendo tanto dinero echado encima. Aún no siendo la más rica ni ser de factura ilustre. Lágrimas es una Virgen bonita de un escultor bueno. Pero no es una imagen que pasará a la historia por su calidad artística. Pero da igual. Porque no lo necesita. Ni el oro antiguo. Ni los talleres de siglos pretéritos. Lágrimas es otra cosa. Es un movimiento que arrastra a cientos de fieles. Y no solamente en Domingo de Ramos. Sino durante toda una vida. Y eso merece la mayor de las Coronaciones. Porque se coronará una talla de madera. Pero el reconocimiento y el valor reposará sobre la labor que realizan todos aquellos que la quieren. Y eso tiene un nombre. El suyo. Hecho Fundación. La de Lágrimas y Favores. Una Virgen actualizada al día de hoy. Y no me refiero a llevar sayas con diseños modernos. Sino al ejemplo pluscuamperfecto de la manera más inteligente de entender todo este lío que se monta cada año y que le da el mayor de los sentidos. Lágrimas y Favores hace trabajos espirituales y también terrenales. Porque sus ojos miran a Cudeca y a los jóvenes que brillantes que se quedan en la estacada formativa por no tener dinero para poder pagar sus estudios.
Y eso, bien merece la corona más grande que exista. Porque así lo quiso quien nos trajo a este mundo. Y así lo están haciendo los que suman a diario oraciones, plegarias e ingresos en cuenta con la Virgen de Lágrimas y Favores. Su nombre lo dice todo. Y así será por siempre.
Esa es la Iglesia del futuro. Y en San Juan ya es presente. Con la Virgen por bandera. Con María como ejemplo de entrega, bondad y compromiso. Y nuestras manos como herramientas útiles de trabajo para alcanzar unos objetivos que no siempre llegan con la meditación. Se coronarán sus Favores. Y aquellos que ven la vida alejarse y la muerte cercana podrán derramar Lágrimas de alegría. Pues estarán viendo a María aún en vida. Gracias a los cuidados de la buena gente de Cudeca. Dios en forma está en el Sagrario. Dios como ejemplo de vida está en las manos de todos estos cristianos. Que la coronen cuando quieran. Lágrimas y Favores y sus hermanos nos han enseñado el truco de todo esto. El sentido de la vida.
No lo olvides nunca. Sé de María y serás nuestro.
Te van a Coronar. Pero ya reinas por tanto bueno como haces.
Viva Málaga y su Virgen de Lágrimas y Favores.