El desarraigo magno

1 Jun

Creo que bien bien, nadie puede decir qué ha sucedido. No se sabe bien qué ha pasado. Pero ya marchó. La Magna Mariana ha sido muy parecida a Mariano Rajoy. Que pasa pero uno no se da cuenta de que está ahí. Y es extraño. Rarísimo. No se comprende bien que el que podría haber sido evento de los últimos años en Málaga haya pasado de puntillas por la ciudad.

A simple vista nos íbamos encontrando con algo de dimensiones extraordinarias que veíamos venir a lo lejos. Se oía “Que viene…Que viene…” pero ha llegado y nos ha dejado con la cara partí-ah.

Andalucía es la tierra de María Santísima -o al menos eso dicen- y por tanto sería de lógica aplastante que, en una apuesta tan arriesgada de la ciudad a la hora de convocar una celebración tan enorme, nos encontráramos con el centro de la ciudad como si del Primark de Gran vía un 23 de diciembre se tratase. Pero no. Nada pasó.

La alineación para el partido era de recopetín: Las Vírgenes coronadas de Málaga con sus tronos grandes, buenos y supersónicos a la calle, a la vez y el mismo día. Es decir, el top devocional de una ciudad dispuesto para que, cualquier ser humano pudiera ver cómo se las gastan en esta ciudad en lo que a procesionismo se refiere. O lo que es lo mismo, la oportunidad de cualquiera de poder ver lo más potente que se despacha en nuestra Semana Santa -con el permiso de los Cristos-.

A tal magna procesión se le sumaba la Patrona de la Diócesis -eso da para ocho libros- así como unos brillantes besamanos en todas las parroquias de tal manera que el fin de semana se podría convertir en cuarenta y ocho horas de devoción mariana, folclore a raudales y todos los capillitas verdiblancos en nuestra ciudad.

Y claro… aquí se hablaba ya de algo “apoteozico”. Se comentaba que la cantidad de autobuses de fuera que llegarían era tal, que Martiricos se había quedado pequeño y estaban buscando otras zonas. Se hablaba de un lleno absoluto en la ocupación hotelera. Un no hay billetes con las personas pagando millonadas por alojarse en Málaga. Restaurantes con reservas de hace semanas. En fin… una maravilla de la economía y la repercusión social debido al evento organizado por la Hermandad de la Victoria, patrona de todos con el permiso de algunos.

¿Y qué pasó? Pues pasó que vino gente de fuera. Pero no tanta como parecía. Y pasó que Málaga como generalidad no respondió. Lo hizo únicamente el cofrade experto que va a todo. Y ese día lo que hizo fue participar desde dentro. Aprovechar para acompañar a aquélla a la que le tenía ganas y en Semana Santa no podía. Pero pasó que se cabía en cualquier parte. Y había sillas a la venta la noche antes. Y se sacaron a la venta incluso las más exclusivas en Molina Lario. Y había habitaciones, carillas, pero con poco que buscaras sacabas buenos precios. Y se podía caminar por el centro. Y coger mesa con la dificultad de cualquier sábado al uso. Y era extraño puesto que lo que se estaba sacando a la calle era del todo extraordinario.

Y no se entiende. O al menos yo no logro comprenderlo. Porque la Semana Santa y las Cofradías no deben ser un elemento singular de una minoría pues trastocan a la mayoría. Y el sábado pasado en Málaga había demasiados huecos libres de gente de fuera pero sobre todo de dentro. Y le podemos echar la culpa a mil cosas: la fecha, el fútbol, la temperatura, el cambio climático o vete tú a saber. Pero el resultado fue el que fue. Y a día de hoy en Andalucía, cualquiera saca una Virgen a la calle un fin de semana en condiciones y te encuentras las calles colapsadas de público como sucedía hace horas en Granada o Sevilla con el Corpus.

¿Acaso Málaga es menos creyente? ¿Es que aquí se sale menos a la calle al paso de una hermandad? Pues no lo sé pero lo dudo. O no. Porque carece de sentido común encontrarse con tronos grandes en la calle y que puedas acercarte a ellos como el que se acerca a la marquesina de una parada de autobús. Y están las fotos. Y se pueden ver. Y se puede descubrir cómo un Domingo de Ramos a las tantas te encuentras más meneo en la calle siendo en su mayoría gente de aquí la que ocupa la ciudad.

Pudiera parecer por estas líneas que la Magna Mariana ha sido un fracaso. Humo. Un bluf. Y creo que desgraciadamente así ha sido. Pero no pasa nada. Porque nosotros, los interesados, la hemos disfrutado a nuestra manera. Acercándonos por fin a la Patrona en su besamanos que debe ser ya perpetuo. Viendo estampas clásicas con la Esperanza con un cielo verde histórico. A los Dolores, las dos, con la luz del día haciéndonos a la idea que pudieran ser las claritas de la mañana en el Perchel. Pero eso. Es nuestro solamente. De nadie más. Y somos los primeros en usar para justificar tanto dispendio la repercusión social, humana y turística de todo esto. Y la ha habido, qué duda cabe. Pero ha sido pobre. Poca. Menor a la esperada y con poco acierto.

Málaga está de sobra preparada para este tipo de historias. La ciudad, el patrimonio y el capital humano que conforman sus Hermandades son estupendas y cumplidoras. Pero el resto no ha movido un pie. Como no lo hará el domingo en la celebración del Corpus Christi. Como no lo hace acompañando a quien no lleva militares por delante. Como nunca lo ha hecho si hay fútbol primero. Como no lo hace cuando la ciudad necesita que la defiendan. Como nunca. Como siempre.

Ha sido extraordinario. No cabe duda. De dimensiones egregias. Y el resultado es el que supura nuestra tierra día a día. Ese que nos hace pobres. Con pérdidas de identidad diaria. Con la ciudad yendo a tientas porque no alumbramos su camino. Hemos vivido lo que ha sido, es y será por desgracia nuestra hoja de ruta malacitana: El desarraigo magno.

Viva Málaga.

 

 

 

 

 

 

 

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