Todo lo que uno piensa y cree sobre la ciudad se desvanece cuando alguien de fuera lo resume todo en dos cosas: luces y bares con barcos
Hace unos días me decían unos amigos del extranjero –extranjero se considera todo lo que salga de Huelin, Ciudad Jardín y el Palo– que tenían muchísimas ganas de venir a Málaga. Que estaban viendo últimamente mucho de Málaga por internet y que estaban encantados.
En ese momento uno se viene arriba. Sí. Los luceros aparecen y ese complejo de inferioridad que tiene el malagueño medio se va diluyendo. Te doblas de ancho y comienzas un espich para anotar las bondades de los últimos tiempos en Málaga:
«Hombre… –le comentaba a mis amigos con orgullo y haciendo de comercial turístico– Es que Málaga está ahora mismo bastante bien… La ciudad está creciendo lo justo por sus limitaciones físicas y está saliendo una ciudad nueva desde dentro que alberga cosas bastante interesantes.
El centro menos centro está saliendo a la luz con cosas buenas y nuevas desde las Lagunillas que está comenzando a despegar sola… El nuevo Museo de Málaga es un verdadero placer para los sentidos y para la verdadera marca Málaga y Andalucía más allá de falseríos y tópicos manidos y trillados.
La ciudad está atascada en obras pero eso es bueno. Mejor viva y caótica que muerta y vacía.
La Colección del Ruso está bastante curiosa y aunque está haciendo de guardaespaldas del Ayuntamiento frente al rollo de Tabacalera, se ha convertido en una mini joya perdida en un barrio sencillo de la ciudad. Está genial poder pasar del mercado de Huelin entre gritos de bacalaíllas a tres billetes a la soledad de un cuadro raro pintado por Kandinsky hace 90 años. Eso se ha conseguido en Málaga –seguro que sin querer ese resultado tan chulo– pero el final es el mismo.
En fin que la ciudad marcha curiosa para el de fuera así que es una alegría que vengáis. Además…que si algo está funcionando bien bien es la nueva hornada de cocineros de la ciudad. Sí. La Cónsula ha empezado a eclosionar los huevos que puso hace tiempo y la coherencia de muchos empresarios ha hecho que se creen en Málaga lugares para comer que da gloria. Con vinos buenos de fuera y dentro. Con elaboraciones dignas de una gran capital y con el precio lógico de la calidad. Está La Cosmopolita subiendo el listón de la mano de Uvedoble con la frescura de quien sabe… Está Éboka haciendo del maridaje un arte perfecto en un espacio estupendo. Y Lo Güeno… poniendo su granito de arena a que Málaga no pierda la identidad respetando platos únicos como su intocable gazpachuelo aunque haya que explicárselo a un sorprendido señor de Birmingham al ver un líquido blanco en su plato».
Bueno, pues tras el breve pero intenso recorrido por la Málaga actual y sus ricas bondades para el visitante de fuera, estos seres humanos me dieron largas asintiendo con la cabeza sin parar hasta llegar a una frase que atravesó mi alma como atraviesa el cuchillo al melón cuando se le corta el culo: clavando y rajando entero.
«Bueno, sí…pero yo a lo que me refiero es a las luces que han puesto en la calle Larios. Que tenemos muchas ganas de ir a Málaga para verlas».
Golpe seco. Tos dolorosa. Pérdida de conciencia y momentánea que acaba con un golpe final bien duro: «Y después a lo del puerto, que está por lo visto súper bien. Que nos han dicho que están todos los bares y se ven los barcos».
La vida. Dura y directa. Todo lo que uno piensa y cree sobre la ciudad se desvanece cuando alguien de fuera lo resume todo en dos cosas: luces y bares con barcos.
Qué pena. O puede que no. Igual hay que envolverse el cerebro con fotos idílicas y asumir y resumir. Quién sabe. Pero la cuestión es dolorosa. ¿Qué vende Málaga? ¿Lo que tiene o lo que no es? Pues la verdad es que no lo sé. Y las luces de la calle Larios han sido un claro ejemplo de que no sabemos por dónde tirar. Somos como los de la lucha libre. Mucha fuerza. Mucho músculo pero todos los golpes son de mentira. Ficción.
Ahora la calle Larios a ciertas horas se colapsa. La gente va a ver las luces como el que acude a un espectáculo. Y es que dicen que lo es. Pero bueno. La cuestión es que los comerciantes de la zona están empezando a quejarse y es que dos o tres veces al día la calle se vuelve imposible. La gente se queda parada y la circulación se anula. Y sin circulación no hay tráfico de personas, que son las que gastan. Curioso espectáculo. Y no el de las luces sino el de las tiendas y comerciantes pidiendo por favor que se hagan cosas pero más tranquilas.
¿Para qué son las luces y con cuánto tiempo de antelación hay que ponerlas? Pues siempre nos han comentado que sirven para animar el gasto en las tiendas y cuanto antes comience la campaña de Navidad antes se caldea el ambiente de abrir carteras. Pues aquí ahora parece que no. Y es que nos hemos adelantados a nosotros mismos y ahora no hay comercio que soporte un espectáculo mayor que el de ir a comprar a las tiendas.
Qué raro todo. Y qué extraño. Pero al perecer qué bien. Porque el resultado no es el esperado para algunas tiendas pero sí que debe serlo para la ciudad y el que lo organiza puesto que desde fuera de Málaga dan palmas a nuestras luces. Porque se sacaron los titulares de que en ultramar iban a poner las mismas luces que aquí. Y que cortan las calles porque no cabe tanto gentío con smartphone en ristre. Un sueño hecho realidad.
Y esas son las luces de Teresa. ¡Porras! Y toda darle la enhorabuena porque aunque a mí no me gusten no quiere decir que no sean un éxito rotundo. Hubo años difíciles con el gasto del secador. Pero este año bien pudiera salir en la cabalgata de reyes saludando al gentío por haber hecho del malagueño medio un ser más feliz y orgulloso gracias a las luces de Navidad. Un beso, Terepó.
Y oye, que la cosa se ha puesto de moda. Que la gente va al alumbrado. Que eso aquí no se estilaba. Las personas quedan con sus amigos y ven una noche como se inicia el alumbrado y después se van por ahí a tomar cosas y de fiesta. Igual en el futuro ponen unas casetas o algo… incluso un pescaíto… Ejem.
La Málaga out es la menos in al parecer. Pero en cualquier caso solo podemos aplaudir, darle a me gusta en Facebook a uno de los vídeos de las luces e invitar a la gente a que venga, las vea y se tome una pizza en una franquicia con los barcos al lado como colofón de fiesta. Al parecer en esas cosas somos los mejores. Para el resto de cosas toca emigrar. Viva Málaga.