Yo compro ropa. Luego la vendo. Y así consigo este rollo que yo tengo. Chic para mí. Chic para ti. ¿Me haces una rebajita? Claro que sí guapi. –Todo esto con bailes atrevidos-.
La industria de Málaga es muy variada. Es cierto que nos centramos en el tercer sector por razones obvias pero cada vez son más las iniciativas tecnológicas que cuajan en nuestra ciudad y que, con suerte, son compradas por los que manejan el asunto en el mundo y hacen a un puñado de malagueños ricos ricos ricos.
Hace poco salía a la luz “Chicfy”, una aplicación móvil y portal web a través del cual las personas podían vender su ropa y complementos. En resumidas cuentas se trata de un gran mercadillo en internet en el que las personas venden toda la ropa que no desean y se sacan unos chelines con el asunto.
En principio puede parecer algo simple pero viendo el crecimiento y absorción de la marca en el público español se da uno cuenta, una vez más, que lo sencillo nunca deja de ser exitoso. Es la norma no escrita de las calculadoras CASIO. Mucha modernidad, coches que andan solos y teles curvas pero la gente sigue necesitando calculadoras normales con pantallas grises y botones de plástico.
Chicfy ha conseguido relanzar un mundo que para muchos pudiera llegar a ser poco decoroso y ha transformado el mercadeo de ropa usada en algo propio de gente chic y moderna. Gran parte de su éxito reside, bajo mi punto de vista, en que solamente se puede vender ropa y complementos de mujer. Y a Dios gracias pues si se tratara de hombres se verían constantemente tenis con boquetes y chandalitos de la mili –de aquellos verdes con la bandera de España recorriendo todo el pernil-.
Hace poco, esta empresa sacaba una campaña en medios con una canción pegadiza acompañada de una maravillosa imagen y dejaba a media España hipnotizada con esa letrilla con la que comenzaba este artículo.
Pues aplaudan, sonrían y digan viva porque Chicfy es de Málaga. Sí. Una empresa de esta índole, estilo y movimiento ha nacido aquí. Y es de agradecer. Porque hay vida más allá del turismo. Y aunque aquí hay grandes empresarios y deberíamos estar orgullosos de personas como las que tienen en sus manos Famadesa o Sando, siempre es bueno reconocer que de la nada haya quien salga al mercado con algo que no existía y cree un mundo nuevo.
Son jóvenes, son de aquí y dan frescura al mundo empresarial de la ciudad. Ojalá sigan mucho tiempo y reflejen una nueva Málaga. Y si no, al menos, que la vendan cuando más cara valga y se hagan riquísimos. Que se lo merecen. Para eso lo han hecho y han tenido la idea y sobre todo el valor.
Bravo por Chicfy y bravo por su idea. Aunque pensándolo bien, quedan muchas dudas al respecto de si es algo nuevo en Málaga o no. Mercadeo. Compra y venta. Vender lo usado de un privado a otro privado pasando por un intermediario. Me suena. Me suena mucho. Y claro que me va a sonar. A mí y a todos. Porque es algo común en nuestra ciudad. Y ahora, con el meneo virtual que está teniendo el asunto de la manzana del Astoria se echa uno las manos a la cabeza. Claro que sí, guapi. Si esto lo lleva haciendo el ayuntamiento con los inmuebles desde hace mucho tiempo. Si es el Málagafy.
Hace un par de días se publicaba el pliego de condiciones. Noventa días para presentar propuestas. Todo raro. Propuestas que servirán o no. Pero que tienen que llevar todas las instrucciones para que se pueda hacer. Y dentro de ese pack debe ir que sea viable económicamente. Que lleve una mijita de espacio para cultura. Que lleve algo de barecitos y esas cosas para que se tome la gente su mirinda fresquita. Y que, oiga, no sea muy caro.
Es importante el asunto arquitectónico. Pero también lo es –aunque sobre el papel dicen que menos- el tema del dinero y la viabilidad. Bueno, en principio no parece mala cosa esta del concurso. ¿Pero qué pasa? Que al escuchar las propias y recelosas palabras del regidor al respecto del concurso ya se da uno de bruces –printin- con el tema.
Y es que según cuenta, este proyecto después pasaría a una estantería, cogería polvo y se pasaría al siguiente concurso: el de empresas privadas para explotar el tema. Sí. Privado VS privado.
Parece de broma pero es de verdad. El ayuntamiento, con el dinero que ya sabemos que es de todos y bla bla bla, paga a un privado veintiún millones de euros por el Albeniz. Correcto. Y ahora lo deja muerto años y años. Ok. Y ahora hace un concurso público. Bien. Y una vez hecho todo eso va a dárselo de nuevo a un privado para que lo haga y explote según sus necesidades y requisitos que adaptará al proyecto que sea.
Y digo yo. ¿para eso se mete el dinero de todos? ¿Para comprar al privado para después dar al privado? ¿Y qué gana Málaga? Nada. ¿Y qué pierde Málaga? Tiempo y dinero. Y no se entiende. Pero la cosa se está camuflando de manera extraña y como sale a la luz concurso, público y se hace una web de colorines pues el público de la medianía parece que pica el anzuelo. Pero detrás nos quedamos muertos totales. Mirando ensimismados cómo de todo esto lo único que se saca en claro es que el privado siempre gana. Es la banca malacitana en la ruleta en la que nos marean a todos los ciudadanos.
Es el Chicfy urbanístico.
“Tengo solares, todos muy feos.
Y en cualquier sitio yo te hago un museo.
Chic para mí. Na para ti.
Yo compro cines, al peor precio.
Y así consigo hacer rico a uno de lejos.
Chic para mí. Na para ti.
-Oye, quiero comprar media Málaga para exprimirla, me haces una rebajita?
-Claro que sí guapi”. –Todo esto con bailes atrevidos-.
Viva Málaga.