Qué difícil es que cumpla años en Málaga algo bueno. Por lo general se habla de aniversarios de cosas extrañas o tristes. Hace tantos años de lo del asesinato de Caparrós, hace nosecuantos años del derribo de tal cine, ahora se cumplen equis décadas de la profanación y demolición del barrio del Perchel y así hasta el infinito.
Y si además nos ponemos a pensar en el mundo de la gastronomía no nos queda otra que temblar. No hay casi nada del pasado. Y si lo hay suele estar desmembrado en pedazos y ofrecido en bandeja al forastero venido de las verdes praderas irlandesas.
Es por es que cuando uno se entera del aniversario en vida sana de un negocio de hostelería en esta ciudad da palmas y gritos de alegría. Y eso está sucediendo. Y eso ha sucedido. El día uno de noviembre. En Málaga. En el barrio de la Victoria. En calle Cristo de la Epidemia. Ha cumplido años un bar. Treinta primaveras. Nerva. Una de las mejores casas de nuestra tierra.
Da alegría saber que durante tres décadas ha vivido, sobrevivido y crecido algo que llega a nuestros días siendo bueno y gustando de igual forma que lo hizo en sus inicios. Y da que pensar al respecto de si todos los gustos se van modificando o hay cosas eternas y que no cambian pase el tiempo que pase.
Nerva es un espacio recogido situado en un barrio popular. Con esos datos bien pudiera ser uno de los cientos de negocios que existen en la ciudad pero algo ha debido hacer la familia Fernández para dar con esa tecla mágica que hace que la gente vaya a ti y no tú a ella.
En plena calle Cristo, donde los aparcamientos no fluyen y siendo lugar de paso inadvertido para muchos malagueños durante meses se abría hace treinta años algo que yo denominaría como casa de comidas. Un concepto del pasado pero que, junto con taberna, representan a la perfección lo que es aquél lugar con solera.
Nerva no da cenas ni abre los sábados. El descanso es sagrado y la familia también así que Joaquín Fernández –padre e hijo- tienen claro que para servir con categoría y calidad hay que organizar una vida sana y plena. Y lo consiguen. Y su público lo entiende y aplaude. No todos los sitios se han hecho para disfrutar las 24 horas del día. Y la prueba es este bar.
Las claves de Nerva son pocas y sustanciales: calidad de producto, servicio excelente y sabor a Andalucía. A simple vista esos toques son comunes y usados por mil y un negocios pero todos sabemos que una cosa es usar y otra ser.
Nada más llegar a lugar uno sabe que algo bueno va a suceder. Hay jamones frescos. No son de cartón ni plástico. No llevan colgados tres años ni son decorado. Se usan. Y cada semana los reciben. Porque los gastan. Y si un sitio saca mucho jamón todos los días ya te está dando pistas de que es bueno.
Nerva sirve desayunos y almuerzos. Por la mañana usan café de aquí, pan del de siempre –sin congelador ni masa hecha en Cuenca- elaborado en Casabermeja a diario por Justa y los ingredientes básicos y buenos que uno quiere: aceite de oliva bueno, chacinas ibéricas de los sitios en las que saben tratarlas –Huelva y Extremadura- y pringá sin trampas. De la de verdad. De la de los potajes del día anterior. Y respetan hasta el queso de los desayunos. Algo inaudito. Y es que acostumbrados a los chicles de makro que compra el personal dan ganas de abrazar entre lágrimas a aquél que te da queso del bueno en el bollito mañanero. E incluso son capaces de ofrecerte sugerencias nuevas como usar queso azul de Cádiz o una tortilla recién cuajada con el toque perfecto.
Y así trabajan hasta el mediodía. El momento en el que Andalucía se recorre para ofrecer al malagueño almuerzos buenos. En Nerva tienes los mejores vinos de Jerez en su temperatura exacta y con un catavinos helado. En Nerva hay tapas sin vitrina porque salen directamente de donde se guisan. Es en Nerva donde mejor se trata al gazpachuelo de toda Málaga. No hay nada que lo haga mejor. No hay un lugar en el que se le ponga más empeño en promocionar esta sopa malacitana y trabajando siempre el producto local. El congelador se usa poco y se trabaja mucho el mercado. Y es que es común ver a Joaquín dando vueltas por el central bien temprano. Y eso gusta. Porque sabes que son verdad y no mentira. Porque así se paga más porque sabes que te dan más.
Nerva tiene famoso el menú del día porque no esperas lo que recibes en calidad por pocos euros pero aquí se agradece estar un rato más si se puede. Porque cabe la sobremesa. Porque se suceden las entradas y salidas. Porque con suerte compartes mesa con gente conocida de la ciudad que se esconde en este rincón para comer lo mejor sin ser visto y sin la sonrisa impostada. Y es que a Nerva se viene a comer y a estar bien.
Un día aparecen dos toreros, al siguiente el maestro Chicano del que hay obras colgadas por todo el bar –por algo será- y al día siguiente te encuentras a empresarios de postín con la mirada de deseo ante el Retinto de Cádiz, el Viña AB cayendo sobre el gazpachuelo o las croquetas de cola de toro.
Hagan caso a la gente y vayan a Nerva. Uno de los pocos sitios donde de postre, si quieres, te ponen vino dulce de Málaga y queso. Eso da pistas de por qué son de los mejores. Eso hace entender por qué treinta años son pocos. Eso significa que Málaga debe estar orgullosa de sitios así y cuidarlos y respetarlos. Por eso me gusta Nerva. Y por eso, desde aquí, les felicito su aniversario y les doy las gracias por hacer de esta tierra un lugar con más solera.
Viva Málaga y que viva Nerva siempre.