La Opinión de Málaga: Cumplir cumpliendo.

26 May

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Las personas celebramos los aniversarios y los cumpleaños pase lo que pase. Siempre se celebra. Siempre se aplaude. Siempre se alude a la alegría a la hora de cumplir años.

No tengo claro cuál es el motivo de la pompa en torno a ser cada vez más viejo si no se ha hecho nada importante. Lo más justo, lógico y sensato sería que, cada cierto tiempo –un año o lo que sea- se acudiera ante un tribunal para que valorara la posibilidad de que celebres o no el seguir presente durante más tiempo en este mundo.  ¿O no?

Es que no tiene sentido. Y si no piénsenlo. No me queda claro qué hay que elogiar de una señora que tenga la misma actividad que un cactus. Pasan los años. Sí. ¿Y qué? Pues si el cactus sigue ahí pues muy bien. Aportación cero y por lo tanto cero fiesta.

Esta reflexión al respecto de la huida del aplauso nos debería perseguir para valorar las celebraciones. Para premiar lo verdadero. Y para ser generoso con lo que cumple y cumple. Y por eso de que cumplir cumpliendo es algo bueno, hoy quiero escribir de este periódico. De La Opinión de Málaga.

La prensa está hecha un desastre. Eso se sabe. Los periódicos cada vez se parecen más a las gambas peladas congeladas. Verdaderos mastodontes que, una vez que los analizas, tocas y descongelas, se quedan en nada.

Primero va el dinero del que paga. Después van las agencias, que aportan por menos lo que antes ofrecían más personas siendo más caro. Y después queda lo local. Lo menos alterado, alterable y con la manipulación más discreta, cuando la hay.

La independencia en nuestros días es un imposible. Algo utópico pues que, la mayoría de los mortales, tenemos la costumbre de comer, al menos, dos veces al día y si es posible caliente. Este pequeño detalle hace que, por razones obvias, uno tenga limitada la cuerda de la comba y la altura del salto máxima vaya en consonancia con las posibilidades del cordel.

Pero en esos márgenes hay muchas opciones. Hay infinitas posibilidades para vender buena información sin ser un vendido. Hay quien no mercadea con los periódicos. Hay quien no los prostituye y simplemente vende un trabajo honesto y honrado cada día. Este periódico es eso. Es decente.

Y la decencia la dan los hechos. Las portadas sin mentiras. Las informaciones veraces sin ser serviles. La segunda mejilla puesta antes de haber sido golpeados en la primera. La da la rigurosidad. La calidad en la cultura. El tratamiento libre. La política real. El local hecho a mano. Las tradiciones bien tratadas y sin ser catetas. Las redacciones buenas sin prever que el lector es tonto. La cultura. Siempre la cultura. La de verdad. La escrita por el que sabe para el que conoce o quiere conocer. La decencia de quien está falto de miedo pero lleno de respeto.

Es Málaga. Sin duda. Opiniones hay muchas. Y todas se ven reflejadas en un periódico plural pero con firmas mil. Con cabida para todas las voces y que muchas veces es el mejor pero nunca lo dice.

Presumir es feo. De niño chico. De acomplejado. Y este periódico presume poco y bien pudiera hacerlo porque es referente para entender cosas.

La Opinión cumple con su labor. Y como cumple y cumple sí hay motivos para felicitar y celebrar. Porque si algo se hace bien y se lleva a cabo desde el corazón de Málaga y queriéndola mucho yo siempre estaré ahí para aplaudir. Con la tarta y las velas encendidas. Con la bandeja de medias noches con salchichón. Con la piñata.

Se pueden hacer felicitaciones de esas básicas. De las del repaso. De las del año tal hasta hoy. De la de los nombres propios y la frase que solo entenderán los que allí trabajan. Pero esa misma felicitación serviría para un taller de motos o una frutería.

Pero un periódico es distinto. Porque los que lo hacen van de la mano de una ciudad. Y respiran con ellos a la vez. Por eso es único. Y es admirable.

Pasarán mil cosas. Se irá el papel. O no. O volverá. Fluirá internet. O no. O morirá. Habrá directores. Directoras. Redactores que vuelvan. Otros que marchen. Otros que se arrejunten entre ellos y creen mini redactores. Volarán oscuras golondrinas con denuncias. Políticos mosqueados. Llamadas. Los sustos. El aviso. La frase incorrecta. El artículo mal escrito. El error. El robo de la noticia. El adelantamiento por la derecha del listo de turno y el patinazo clamoroso.

Pero como todo eso ya ha pasado y aún sigue La Opinión viva, solamente queda darle un abrazo fraternal. Y felicitar a sus trabajadores y colaboradores. Desde el que más gana hasta el que no se ve un euro . Por valientes. Por fuertes. Por competentes.

Casi todo es bueno en este periódico. Salvo la inexplicable decisión de permitir que alguien como yo escriba en él.

La Opinión, el primero en el peligro de la libertad.

Viva Málaga.

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