Santo cielo. Qué cosa más fea de cartel el de la feria de este año. No. No es feo en realidad. Es peor que feo. Es pobre. Es triste. Es algo similar a lo que gritan los antisistema al referirse a los políticos: No nos representan.
El cartel es el típico niño que tenías de compañero en preescolar que veías por la mañana y pensabas: O mejora o esto no es un niño, es un escarabajo humanizado.
Así de feo es el cartel. Pero aún digo más. El cartel es desagradable. Y ojo cuidado, hacer ver la pena en un cartel que pretende transmitir alegría es harto complicado.
Un payaso triste no supera en penumbra a la obra que representa a nuestra magnífica –mentira- feria de Málaga.
La cuestión es que la obra –curioso el verbo obrar en todas sus acepciones- sale de las manos de un profesional del asunto. Abel Rocha, de Navalmoral de la Mata –aquí cerquita de Málaga-, es autor de varios carteles representativos de diversas fiestas del extenso panorama español.
Entre sus obras, destacan el cartel del carnaval de Navalmoral de la Mata en dos ocasiones, la Semana Santa marinera de Valencia o los carnavales en Bilbao.
Antes de nada, he de decir que lo que más me ha sorprendido del historial del artista es el hecho en sí de que se celebren carnavales en Bilbao. ¿Qué hacen? ¿Disfrazan a los paraguas? En fin, que me desvío del carril.
La cuestión principal es que el cartel no ha gustado. Al margen de ser feo, impropio y poco representativo, transmite algo que sin ser pintado supera a todo lo demás y es el desprecio y la dejadez por parte de algunos en el Ayuntamiento.
Se ve muy de lejos, que el autor del cartel es un profesional que se dedica –con todo el derecho del mundo- a lanzar obras en todos los concursos que salen para ir pescando premios. Y no es el único. A fin de cuentas, igual que los estudios de arquitectura concursan constantemente, ahora son los de diseño los que intentan capturar algo en cualquier punto del país.
Es más que probable que el autor jamás haya pisado la feria de Málaga y que, por probabilidad, no haya incluso sabido de esta tierra nada más que por informaciones externas. Pero también puede que no. A lo mejor Abel ha estado en Málaga. Incluso puede que haya participado de nuestra feria. A lo mejor Abel estaba dando botes en Mitjana con su sombrero imitación paja en plástico y degustando riquísimos vinos apoloflashados… Nunca se sabe, pero en ese caso, tendría aún más delito.
Si conoces esta feria sabrás de lejos que los lunares son poco representativos de la actualidad y que, a no ser que seas un malagueño recalcitrante con un cartel protesta reclamando que vuelvan las tradiciones –que no es el caso-, nos encontramos ante una obra que deja patente el desconocimiento absoluto sobre nuestra ciudad y sus fiestas.
Nada nuevo bajo el sol. Un sol que pone morenas de tanta exposición las parodias y cutreríos que nos dan para desayunar cada día desde el aíto.
Pobre trípode de los horrores municipal, que tiene que soportar cada año decenas de obras que rozan el espanto y que suelen recordarnos que el mensaje de los carteles les importa lo mismo que la opinión de los ciudadanos: Nada.
Ojalá se plantearan la posibilidad de que el jurado que selecciona los carteles tenga algún tipo de criterio común para que, al menos, no tengamos que escuchar por la radio cómo entre los propios miembros del jurado se van desacreditando unos a otros.
Ojalá se alejen este tipo de obras que tanta relación afectiva y representativa tienen del circuito mercantilista del mundo del diseño previo pago. No queremos caza recompensas que vengan desde Pekín a ilustrar nuestra feria. No imagino un concurso de dibujo del colegio Rosario Moreno donde se presenten obras de niños del Victoria Kent o las Esclavas.
El concurso para la elección del cartel de la feria de Málaga debe ser restringido a los malagueños que habiten o no en nuestra localidad. Sería enriquecedor. Y no hablamos de clasismo ni exclusión. Hablamos de conocimiento del lienzo y de un mínimo de aprecio por nuestra tierra.
Tanta pantomima resulta agotadora. Sobre todo mientras seguimos esperando a alguien que dé un giro a algo que falla en todos sus aspectos, la feria. Estamos a expensas de un cartel que diga lo que fuimos o lo que queremos ser. O que al menos tenga el valor suficiente para admitir la realidad actual y ofrezca una postal de algo que está sucediendo en agosto en Málaga y que para muchos es una maravilla.
Basta ya de historias chungas. Al principio todos pensábamos una y otra vez al observar los carteles tan feísimos que habría tráfico de influencias y que el motivo por el cual ganaban birrias era que había más de un egipcio.
Con el paso del tiempo y la repetición de catástrofes, todo apunta a que lo único que se están llevando calentito al bolsillo es la dignidad de la ciudad, nuestra imagen y la categoría de nuestra feria de la que ya hablamos en pasado.
Viva Málaga.