Que sí. Que dice Paco León, director de filmes, que el Festival de Málaga es similar a la liga de campeones pero en vez de fútbol, de cine. “La Champions del cine español”. De películas es seguro. Pero también de pelotazos. Pelotazos urbanísticos como el de mil y un edificios o el que se está trabajando poco a poco a espaldas del teatro Cervantes.
Lo ven. Igual no está tan equivocado. O sí.
Un año más se acerca el festi. Ya ha llegado a Málaga el carguero con las acreditaciones fanfarronas y todo apunta a que seguiremos en la misma línea. Aquí no viene el cine potente nunca. Las películas con sello español, o al menos director, no son presentadas en Málaga.
Los directores célebres participan en San Sebastián. Y aquí… je. Aquí tenemos otras cosas.
Ojo cuidado. Que no todo va a ser malo. Que Málaga se está poniendo fuerte en materia de películas que no se entienden y cine sin mercado. En esa parcelita estamos cada vez mejor.
Aquí se presenta todo lo raro y esa parte de cine comercial que paga el que, casualmente, también paga el festival. Casualidades. Pero bueno. No todo va a ser malo.
El cine es cultura. Es reflexión y arte. Y es por eso que, según me comenta mi ojeador personal, se está fraguando un proyecto precioso. Algo que cambiará la hoja de ruta del cine.
Se trata de una película localizada en nuestra ciudad y que refleja la realidad del entorno. Bajo el titulo de “Malaguita o revienta”, el director Francisco PorrasDelCorralRomeroCaneda –es un apellido compuesto de alta alcurnia-, nos muestra la vida de un ciudadano normal.
Localizada en el centro de Málaga, el largometraje relata la vida de alguien muy singular que convive durante toda su vida con personas de diferente pelaje. Muy cercana a la realidad y con aportes históricos relevantes, la película consigue que el espectador comprenda el calado que tienen las vivencias que esta entidad ha tenido durante su vida.
Desde su tierna infancia L.M. –estas son las iniciales del protagonista- ha convivido con personas relevantes de la ciudad. Se ha empapado de cultura, de conocimientos propios de la época y –sobre todo- ha sabido experimentar sensaciones que son exclusivas para aquéllos que se juntan con gentes de poder.
Con el paso de los años L.M ha ido evolucionando a la vez que iba decayendo. La mala vida se cebó con él hasta el punto de tener etapas en las que se cerraba en sí mismo sin hacer partícipe a nadie de su situación. Como bien narra el director: “Eran etapas. L.M. Iba decayendo pero a su vez tenía momentos en los que podía reponerse”.
Así era, el protagonista de esta película vivió momentos dulces que se fueron amargando con el tiempo. Momento éste en el que consiguió que entraran en su vida nuevas personas. De repente todo cambió. De las más penosas soledades se pasó a un mundo nuevo de compañías. Si bien es cierto que las personas que lo acompañaban tenían tatuados en su frente el cartel de efímero, L.M. pudo asimilar mejor que el fin de sus días estaba cerca.
Fueron tiempos amables. De apretones de manos interminables. De cálidas acogidas y de encuentros especiales. No se perdía nada. Él lo veía todo y desde un punto privilegiado.
Pero llegó definitivamente la visita más dolorosa. La menos esperada. La de su familia que venía a preguntar por él. Fueron momentos extraños. La gente que supuestamente lo quería, apareció sin avisar bajo el pretexto de las atenciones que pudiera necesitar L.M.
Puertas abiertas para la familia. No podía ser de otra manera. La fragilidad del protagonista era tal, que cualquier muestra de cariño se convertía en un mundo. Y así fue la manera que estas personas tuvieron para entrar en vida ajena.
Y lo engañaron. Le dijeron que lo querían, que harían lo mejor para él y que descansaría tranquilo. Mentiras. Todo fue un burdo engaño. Y comenzó el maltrato.
Todo se inició aislando a L.M. de la vida real. No lo aseaban. No lo atendían. No dejaban que fuera nadie a tratarlo de sus dolencias. “Anda, anda…¿para qué va a venir nadie con lo bien que estás aquí? ¡Si estamos nosotros que te cuidamos!
Encerrado, con ganas de gritar y la boca tapada, la agonía de L.M. iba en aumento diario. Y se acercó el final. Con el paso del tiempo, la gente comenzó a preocuparse por él. Al principio eran pocos los amigos que se acercaban a ver qué pasaba. Nadie entendía su ausencia. Y llegó el caso en que cada vez eran más los que pedían explicaciones. Dónde está. Por qué está así. Quién lo cuida. Y ninguna respuesta. La puerta cerrada. Tapiada. No había comunicación posible. Y mientras, su familia observando felizmente la agonía de su amado. Sonrisa en boca ante los borbotones de vida cayendo al olvido. Una mano en el pañuelo para secar lágrimas falsas por si alguien los veía. La otra puesta en el teléfono. Debían avisar a sus amos cuando L.M. muriera.
Iba a ser maravilloso para ellos. De por medio cuatro perras que en el hocico de un cerdo siempre sabrán a gloria. Y mientras, el protagonista reflexionaba entre ahogos. Se quedó con las ganas de saber si es que nadie lo quería y por eso no entraron a por él o si simplemente su vida no merecía la pena.
Así acaba este largometraje presentado al Festival de Cine Español de nuestra ciudad. Precioso. Seguro que se lleva la biznaga de oro. Porque, según me cuentan, el que manda tiene mano en el Ayuntamiento.
Desgraciados. Ellos por escribir el guión. Nosotros por protagonizarlo.
Viva Málaga y viva La Mundial.