El Cura que chirría

30 Ene

LVMM

La Iglesia es poliédrica. Es bueno que haya variedad. Claro que sí. Es estupendo que se plasmen distintas vertientes pues el enriquecimiento es mayor si se parte desde distintos lugares para llegar al mismo objetivo. ¡Ay! Que no. Que el problema es que aquí no se busca siempre el mismo fin. Por desgracia, nuestra institución –digo nuestra porque me considero dentro de ella- , está supeditada a vivir en constante relación con personas que reflejan todo aquello que Jesús promovía pero absolutamente al contrario. Si en el Nuevo Testamento pone A, ellos hacen B. Si Jesús decía tirad por la derecha, ellos van por la izquierda más extrema. Y qué cosas, siempre se apoderan de la imagen de nuestra familia.

Cada vez que suceden circunstancias feas en torno a la Iglesia que nacen de su propio seno, uno llega a pensar que se trata de la real persecución de los Cristianos. Puede que ahí mismo esté el demonio. Dentro de nuestra casa. Puede que, en este tipo de hechos, sea donde debamos encontrar el reactivo que nos haga espabilar y ponernos en marcha. El enemigo está dentro. Es viejo. Pesado. Zarrapastroso. Pero aún vive.

El pasado 23 de enero, La Delegación de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Málaga, con Rafael Pérez Pallarés a la cabeza, entregaba el primer premio «Cardenal Herrera» para reconocer la tarea de los profesionales de la comunicación que desarrollan su labor en la Diócesis.

Se trata de un reconocimiento que la Iglesia en la ciudad otorga a gente que vale, sirve y es ejemplo en el mundo de la comunicación dentro del stablishment catequistón local. Y su primer premiado ha sido alguien de esta casa, el bueno de Ignacio Castillo.

Ignacio es un periodista clásico. Una buena persona que las coge al vuelo con su sonrisa muda y sin necesidad casi de preguntar. Es un tipo amable, dicharachero y con un muy fino sentido del humor. Es buena gente en definitiva. Y al ser buena gente también es ejemplo de buen cristiano.

Se le dio un premio a un periodista de La Opinión. ¡Bien! Se le dio un premio a un buen cristiano. ¡Bien! Se le dio un premio a un amigo. ¡Bien! Pues ahí estaba la iglesia que lo daba, para seguidamente quitarlo. También para esparcir su baba maloliente por cualquier cosa sana que se acerque al ente. Miedo.

El 25 de Enero, dos días después de la entrega del premio, un Sacerdote de la Diócesis de Jaén que se define a sí mismo como “Aficionado a los medios de comunicación social y preocupado por la evangelización que debe hacer la Iglesia –Gracias a Dios que a este hombre nadie le hace caso sobre cómo evangelizar- a través de ellos”, escribía en un panfleto vergonzoso al respecto del premiado y quienes lo entregaban.

El personaje en cuestión se llama Tomás de la TorreAhí tienen su riquísimo perfil de twitter y su foto. La cara, el espejo del alma-  y mantiene un blog titulado “El Olivo” en el que preña cada cierto tiempo cacas grandes. He dicho caca. Sí. Y he dicho caca en relación a cosas escritas por un Cura. Sí. Pero es que son cacas. No pasa nada. Se puede ser Cura y no hacer las cosas bien. ¿Qué sucede? Que las escribe en un sitio plagado de ellas. Lleno de cacotas literarias de unos y de otros. Un sitio de internet llamado Infovaticana. ¡oh! ¡Vaticana! ¿Entonces será de la Iglesia con mensajes buenos y bonitos amén de evangelizadores, no? ¿Será luz en el camino y recompensa al que siembra bondad? NO. Ni de lejos. Se trata de un tenderete cocinado por el hijo del dueño del grupo Intereconomía que, una vez más, usa a las viejas glorias (¿) de la Iglesia para hacer negocio y mercadear con el odio, la vergüenza, la maldad y los peores deseos revestidos de catolicismo y bondad. Lo que viene siendo vender una novela de Allan Poe que de él solamente tenga las tapas, en el interior haya una biografía de Ana Botella y te quedes con la cara partida.

La cuestión es que el Cura que se encarga de que se evangelice bien, criticaba la entrega del premio porque Ignacio no era merecedor de dicho galardón con un artículo titulado: «Periodista premiado en Málaga que chirría». Dejando a un lado que este señor no sabe construir ni un título, la base en la que se fundamenta para dicho desprecio es en que Ignacio ha entrevistado a Sor Lucía Caram. Una monja simpática, sencilla y agradable que no suelta venenos por la boca. Una Monja que opina distinto con respecto al aborto o la comunicación. Fin del pecado. Fin del delito. Fin de la estupidez. En base a esa circunstancia y llegando a citar al propio Herrera Oria, este tipo se pregunta: “¿Donde tienen el sentido común los que han dado un premio con mi nombre a una persona así?”.

Caramba. Es casi igual de parecido a lo que nos preguntamos millones de cristianos en el mundo cuando padecemos a gente como el Cura en cuestión.  ¿Dónde tienen el sentido común los que han permitido que sea Sacerdote de la Iglesia a una persona así?

No lo sé. No lo sabemos. Ni lo sabremos nunca. Pues ahora está la cosa aún peor. Y las vocaciones se cuentan con las manos y sobran dedos. Y se animan pocos. Y menos lo harán si seguimos manteniendo a estos Sacerdotisaurus Rex –así se llaman los curas dinosaurios- . Pero como en la mayoría de cosas en la vida, la culpa es nuestra. Por no protestar. Por no exigir que estos maestros de la religión sean apartados, jubilados o cesados.

En este portal que usa el nombre de la ciudad Vaticana, se ven estampas grotescas. Escritos preñados de maldad y odio junto a imágenes de Jesús. Fotografías con eslóganes de “Ex-homosexual” junto al silencio ante los problemas internos de pederastia. Condolencias por la muerte de Blas Piñar pero artículos criticando a nuestro querido Sacerdote malacitano Francisco Aranda por escribir lo que piensa y de manera sensata.

Maldita losa la que tenemos los cristianos encima. Dura y pesada. Pero será cuestión de tiempo que vaya aligerándose. Y si no lo hace pues habrá que seguir empujando pero nunca callando. Porque con el silencio le damos espacio libre a estas gentes que son lo contrario de lo bueno. Lo contrario de Jesús. Lo contrario de la Iglesia en particular y de la honestidad en general.

Y el Cura criticón, encima de decir tonterías, tiene la cara dura de acabar su artículo haciendo publicidad pésima sobre un libro que dice haber escrito. Yo no lo compraría a ver si voy a ir al infierno. Allá tú.

Viva Málaga.

Una respuesta a «El Cura que chirría»

  1. Estoy Muy de acuerdo con todo lo que usted ha expresado. Parece que tenemos al ‘enemigo en casa’ con esas declaraciones públicas de representantes de la iglesia se aleja a la gente joven de ella y que triste
    que un homosexual se tenga que sentir rechazado por su propia iglesia por comentarios y discursos que tantas veces soportamos. El cambio generacional no está asegurado ya que como bien dice las vocaciones son cada vez más reducidas. Un saludo, enhorabuena por dar voz a la otra parte de la iglesia sin telarañas y con sentido común y profundo respeto hacia todos, porque esa ser la verdadera IGLESIA DE DIOS. Gracias

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