Los Bolcheviques de la música

10 Oct
LVMM
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Deberían hacer un concurso un día para ver quién se apodera con más poca vergüenza de cosas que son de todos. En el equipo azul pondremos a los que usan la bandera de España para relacionarla con los pensamientos más conservadores, rancios y nazis. En el equipo rojo pondremos a los adalides de la libertad, la progresía y la igualdad al respecto de cosas que, ni de lejos, deben ser consideradas ataques a lo más elemental.

Ha llegado un momento en que unos y otros van rebuscando lo más mínimo para denunciar a boca llena la persecución o desacato de sus catecismos indebidamente apoderados. Y ahora, cosas del destino, les ha tocado a los socialistas poner el grito –nunca mejor dicho- en el cielo.

Resulta que en Fuengirola –capital del turismo nacional de la Costa del Sol y franquicia de Córdoba cualquier sábado de Agosto- se celebra como viene siendo habitual su tradicional feria. Una fiesta estupenda. De las mejores de todo el litoral español y que se denomina Fiestas del Rosario de Fuengirola en honor a su patrona, la Virgen del mismo nombre –¿Todo muy moderno, eh?-.

Estas fiestas tienen su origen en 1867 cuando se tiene constancia de las primeras celebraciones por parte de los campesinos que habitaban en “la Venta Fuengirola”. Durante estas fechas y en honor de la Virgen del Rosario, alcaldesa perpetua de esta ciudad, se celebraban eventos para festejar dicha efeméride tales como cabalgatas, fuegos artificiales, cucañas o Parrandas. Estas últimas consistían en grupos que cantaban fandangos acompañados de guitarras, castañuelas y palillos -¿Todo muy rapero, eh?-.

Con el paso de los años y los cambios propios de una ciudad que crece, el lugar donde se celebrara la feria fue modificándose hasta llegar al actual recinto ferial. Un espacio espléndido que durante el año alberga el famoso mercadillo y que, una vez al año, da la solera a un pueblo que celebra sus fiestas con el enaltecimiento y valor de aquellos que se sienten orgullosos de su cultura.

Como es común en cualquier celebración de cierta magnitud e historia que se precie, el Ayuntamiento de Fuengirola con Esperanza Oña a la cabeza, emite como cada año un bando municipal en el que se regulan los festejos a celebrar.

En este documento, común en muchas ciudades de España, se delimitan ciertas cuestiones tales como el estilo de las casetas, los farolillos, dónde colocar la bombona de butano o hasta qué hora puedes estar dando taconeos.

Hace unos días saltaba “la noticia” porque en el bando del mentado pueblo se indica qué estilo musical debe sonar en su feria y cuál no. En este sentido se apuntaba la idoneidad de las músicas propias de la tierra,  los sonidos tradicionales y se descartaban otros estilos que son respetables a la par que minoritarios o poco apropiados para una feria.

Este apartheid musical no es sino un fiel reflejo de la feria de Fuengirola y por lo tanto no afecta en nada la actual estampa de real de solera, caballistas, enganches, señores engalanados y mujeres vestidas de gitana. Aunque siempre hay de todo, evidentemente.

Paradójicamente, este bando no es nuevo sino una reproducción del que se viene publicando año tras año y firmado, aprobado y acordado por todas las fuerzas políticas del municipio. Es decir, que el del PSOE lo firmó y le parecía bien, que el de Izquierda Unida lo firmó y le parecía bien y el del PP lo firmó y le parecía bien.

Parece ser que alguien a través de internet ha sido quien ha abierto la caja de pandora denunciando tal magna ¿injusticia?

Si bien es cierto que esa teoría es creíble, llama la atención que haya personas que sin ser de Fuengirola dediquen su tiempo a leer el bando municipal de feria de un pueblo que ni pisan. Sería de mal pensado creer que detrás de esta bulla –que ha sido noticia a nivel nacional- hay cualquier mozo de un partido perdedor en el pueblo con ganas de molestar. Y como es de mal pensado, pues yo no lo pienso. Je.

A raíz de dicha noticia, han saltado como santa teresas decenas progresistas de los puros puros a denunciar dicha injusticia usando consideraciones tales como “hecho anticonstitucional”, “vulneración de la libertad de expresión”, “fascismo”, “dictadura”, “franquismo” e incluso “nazismo”.

Ante esta situación cabe realizar una breve reflexión al respecto.

En primer lugar, sería interesante animar a las personas a no bajar el nivel de tan graves adjetivos como fascista para situaciones como la de la música de una feria. Seguramente, el abuelo de la persona que afirma dichas cosas, al oír a su nieto hablar de fascismo por no poner Rap en una caseta, le daría directamente con la mano abierta en la cara por usar tan a la ligera algo que ha sido la lacra y ruina para personas, familias y países. Decir que es fascismo limitar el estilo musical de una feria en la ciudad con la fosa común más grande de Europa es para que te den una paguita.

En segundo lugar habría que analizar la diferencia evidente entre la promoción y protección de una tradición para mantenerla en el tiempo –y con mucho éxito a la vista de la afluencia de la feria-, y la falta de libertades en un festejo. Aquí cabe apuntar que es entendible que un ciudadano de un lugar donde su feria es un botellón grande, no comprenda que haya personas que quieran cuidar algo propio de su tierra y no llegue el empresario de turno y ponga chachapum para ganar dinero. La feria de un pueblo no es una fiesta más. Y en Fuengirola, como en cualquier parte del mundo, lo saben y respetan.

Y aquí llega enlazada la tercera parte. La de la vergüenza por lo nuestro. Durante estos días de debate, ha quedado patente cómo para muchos andaluces lo tradicional es sinónimo de incultura. Ha quedado una cultura reducida a baile de catetos y fachas disfrazados de cortijeros.

Curioso, cuando menos, que éstos que desprecian lo suyo sean los que aplaudan a las progresías catalanas o vascas por fomentar su cultura. Qué pena no saber que hasta en Málaga se repartían discos desde el Ayuntamiento para que la música del centro fuera propia de aquí. Qué pena no saber que hasta las líneas de las lonas de la feria de Sevilla están medidas y unificadas. Qué pena no saber que en Málaga no puedes acceder al paseo de caballos si no vas debidamente vestido y llevas las botas en perfecto estado. ¿Eso también es fascismo? Calma, muchachos.

Me gustaría escuchar la música Country en la Diada catalana. Me encantaría disfrutar de un Aurresku con Heavy Metal en el Euskadiko Eguna. Y en el Carnaval de Río de Janeiro una buena sevillana. Y en la Oktoberfest que te sirvan la cerveza a ritmo de Hip Hop. Valiente tontería.

Son ganas de sacar los colores sin darse cuenta de que esa lucha no es de la gente de Fuengirola. Que a la mayoría les gusta su feria y sus tradiciones. No como aquí. Que somos mucho más listos, progresistas e inteligentes con el Reaggeton. ¡Qué suerte!

Una semana entera encerraba yo a los Bolcheviques de la música con cedés de Requiebros, El Pali y Rancapino.

Modernos. Que sois muy modernos.

Viva Málaga

7 respuestas a «Los Bolcheviques de la música»

  1. Siempre he dicho PPSOEIU, nada me sorprende que estén de acuerdo todos en vetarlo todo, a los políticos les encanta prohibir y no dejar que la gente decida por sí misma. Y ya no hablemos cuando se tratan de nacionalistas (Bildu, ERC, etc…).

    Y para “proteger” lo andaluz, que está en serio declive (seguro… ¡jÁ!), hay que prohibir alternativas. Cuando obligan a rotular en catalán o a escolarizar a un chiquillo en esa lengua únicamente también se critica mucho desde estos lares. Allí la superprotección de lo de ellos es mala malísima pero aquí buena buenísima.

    Y al que no le guste, que no vaya a la feria, que eso significa que no es andaluz, aunque sea una fiesta para el pueblo y pagada con impuestos del pueblo.

    Y el antitolerante es uno… Vamos vamos…

    Sigamos pensando qué mas cosas prohibir.

  2. Buenas tardes,
    Al principio cuando escuché la noticia de que en la feria sólo se podía poner música española, no la acepté demasiado bien, no porque yo mcesite o ke guste especialmente la música internacional, sino, por la prohibición.
    Pero luego recapacité y me di cuenta, que no era prohibición por fastidiar, sino, por mantener una tradición, que a mi me encanta.
    Me encanta bailar sevillanas, cantar por bulerías y sentir la música.
    Y es verdad, que se estaba convirtiendo en una cosa diferente, tenemos 51 semanas para escuchar e ir a los bares que queramos, 1 semana sólo, para disfrutar de la Feria.
    Viva la feria de Fuengirola!!

  3. Articulo d tortillero, o lo q es lo mismo, d experto en darle la vuelta a la tortilla.

    Soy muy tolerante mientras se haga lo q yo diga y se prohiba lo demas. El resto y sin distincion, rojos peligrosos. Y si los vascos y catalanes lo hacen, nosotros tambien.

    http://t.co/mtXqCzbLLx

  4. Es curioso Señor León que aplauda lo del abuelo con la mano abierta, eso es cultura o tradición verdad?
    Señores los tiempos cambian y además cada uno en su caseta ya paga una tasa y nadie tiene que decirle y obligarle la música que tiene que poner.
    Se protegen las tradiciones, que yo sepa no se han perdido, para eso hay otras casetas. Si obligan a una música y prohibir otras, casetas gratis.
    Los empresarios o dueños de casetas familiares si pagan tasa, tienen unos derechos y obligaciones.
    Y perdone señor periodista, pero si tu prohíbes uy obligas a algo que no quieren y encima pagando una tasa, si es fascista, no hay libertad. Parece mentira que vivas en el s XXI y me parece de hipócrita y falso decir Viva Málaga, cuando usted criticó duramente la feria de Málaga.
    Que mal está el periodismo, DOBLE MORAL.

  5. Vaya chorrada de artículo, Oña ha hecho una Feria a su imagen y semejanza, con lo que a ella le gusta, mira como los verdiales no tienen cabida en su feria, ¿por que? Ella como buena sevillana es más de los bailes que suenan por la ciudad hispalense.

  6. Completamente de acuerdo con Miguel Casares.
    Lo siento Gonzalo pero la actuación del ayuntamiento es arbitraria y demagógica.
    Prohibir la música que no nos gusta es algo extraño a la conciencia democrática, otra cosa diferente es limitar y multar el exceso de decibelios y otras cuestiones de urbanidad.
    Pero son temas totalmente diferentes.

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