El Cantón de Málaga y los Escraches

11 Abr
LVMM

La Rebelión cantonal  fue una insurrección que tuvo lugar durante la Primera República Española entre julio de 1873 y enero de 1874. Sus protagonistas fueron los republicanos federales “intransigentes” que querían instaurar la República Federal por todo el país sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal.

Vamos, que la gente quería cambiar las cosas, al instante y sin esperar. Un coger el toro por los cuernos y no quedarse en tensas calmas, en esperas que se sabe no tendrán final o en debates de la noria.

Evidentemente, aquel reducto de autosuficiencia y cordura democrática colectiva duró lo que dura una carpa en la plaza de la Marina. Poquísimo.

El Cantón de Málaga fue proclamado el 22 de julio de 1873, tras el levantamiento de las milicias del dirigente local Eduardo Carvajal. Éstas tomaron las calles la noche del 21 de julio y obligaron a la excarcelación de sus compañeros detenidos con anterioridad. Al día siguiente un telegrama del gobernador civil, Francisco Sorlier, anuncia la proclamación del Cantón Federal Malagueño Independiente.

Anecdotillas al margen y dando cuenta evidente del tufo que despide el 99% de la gente que está en prisión, siempre quedará en actos como éste el reflejo de que hay cosas que, si nos movemos un poquito, pueden mejorar sobremanera.

Ahora, con el asunto de las hipotecas, los desahucios, la miseria y el hambre, el personal está empezando a tomar cierta conciencia. Y hay gente valiente que, a la desesperada, comienza a realizar acciones bastante alejadas del pancarteo y el lacito. Una de esas acciones tiene nombre argentino: El Escrache.

Los escraches son concentraciones libres y públicas de personal frente a las viviendas de políticos, poderosos sospechosos y demás conciudadanos raros. El motivo de dichas concentraciones es las de hacerles ver que -¡cuidado!- la cosa es grave. Que hace diez años las risas por el ladronzuelo se sobrellevaban desde el sofá caro de ikea y el seat león nuevecito. Pero ya no.

Y ahora, sí que sí, hay que tener mucho cuidado amigos.

Estos escraches están comenzando a ser un arma peligrosa. Y no son peligrosas porque sea malo decirle al servidor público que es sospechoso de robar o de ser un flojo. No. Es malo porque siempre hay quien se equivoca. Siempre hay quien la lía en nombre de lo justo y acaba dejándonos a todos por malos e irresponsables.

Aún hay quien, en base al sentimiento de pre guerras latente, sigue pensando que este tipo de actos no son buenos ni positivos. Por mi parte está por ver. Sin duda.

Esperemos pues, que en Málaga, como decía el amigo Fernando Rivas de El Observador “llegue la hora de que empiecen a sentir en carne propia lo mismo que nos hacen sentir a los mortales[…] miedo, manipulación, angustia, malestar, escarnio, desaire, burla, estafa, fraude, camelo, engaño, trato despreciativo, vejatorio, sentirse ignorado como persona, insoportable sufridor de la prepotencia ajena… vamos, lo que siente cualquier ciudadano que padece cotidianamente las consecuencias directas de aplicar lo que legislan y ordenan personajes como el regidor malagueño […]”.

Qué sabio es el periodista este, sí, el hombre vestido de negro con sonrisa pícara y 47 gafas superpuestas. Rivas. Pero seguimos en las mismas. En el miedo. En la falta de descaro. En la pasividad de Málaga y en general todo el país a la hora de movilizarse.

Maldita sea. En Málaga llevamos años protestando por barbaridades urbanísticas de las que nadie se entera. Llevamos mucho tiempo observando cómo más de uno hace cosas propias de quien se beneficia por ello. Llevamos muchos años, con el mismo capitán, viendo cómo pasan unos y otros y acaban en el sillón de reserva porque son demasiado malos o demasiado buenos. Porque intermedios no hay.

Cuidado a partir de ahora. Porque la gente está enfadada y crispada. La ciudad está en duelo por el fútbol. Sí, lo de la pelota. Y a Málaga se le ha caído la ilusión de un día para otro.

Pobres mandatarios. Se les acaba el chollo en cuestión de horas. La gente vuelve a la normalidad de manera fría y dolorosa. Con el guantazo seco que te da la realidad calamitosa de la ciudad. Algo parecido al golpe que recibes cuando frena la montaña rusa de Tivoli. Algo así. Que te deja mareado, nervioso y algo cabreado.

Ahora llega el momento de las preocupaciones y toca protestar. Preguntemos pues. Comencemos con las luces de la feria, que se vuelven a dar al mismo –con toda la legalidad del mundo- pero siempre al mismo. A unos que de un día para otro bajan el presupuesto en más de medio millón de euros y el resultado viene a ser el mismo. ¡uy!

Volvemos a encontrarnos con la realidad de los chiringuitos. Los Bunkeritos. Esos armatostes feos y descarados que se aprueban sin ningún tipo de criterio. Raro todo. ¿Qué interés puede haber  en construir esas barbaridades si lo que se quieren son chiringuitos? ¡Si eso cuesta más! ¡Y encima lo que hace es beneficiar a cuatro empresarios que convertirán el paseo marítimo en otro centro comercial! Un momento… aaaaamigo.

Y mientras eso pasa el Astoria sigue muerto. Y las propuestas son bares. O restaurantes. O mercados con puestos que sean bares. Y luces. Y negocios. Y privado. Y dinero. Y sonrisas blanqueadas. Y olor a colonia cara de la que, supuestamente, cobra menos que tú. ¡Ja!

Qué miedo da todo esto. Qué feo se ha puesto el día. Y el mes. Y el año. Que no pase nada malo. Bueno. Que no pasa peor de lo que ya está pasando.

Que no se sientan los dirigentes mal. Que no. Que la culpa no es de ellos. Es nuestra. Por no hacer un Cantón. Por no enfadarnos de verdad. Pero claro… ¿Cómo nos vamos a enfadar si el Alcalde le va a poner una calle a Pellegrini?

Ofú.

Viva Málaga.

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