Daffari: Modernidad Malacitana Impropia

8 Nov
La historia de Málaga está construida por personajes que, con el paso del tiempo, han dejado muestra clara de sus logros y trabajo en pos de unos valores e intereses que han enriquecido sobremanera nuestro patrimonio social y cultural.
Por lo general, esta historia se ha labrado gracias a escritores, periodistas, escultores y artistas de diferentes ramas que, junto con los grandes mecenas de los últimos siglos, han conseguido que Málaga sea un lugar con encanto y cierto toque especial.
Nuestra ciudad destaca por, entre otras peculiaridades, tener una memoria selectiva y en algunos casos ser algo olvidadiza. En este sentido nos encontramos en el año 2012 hablando de alguien que, para muchos malagueños, resulta ser un completo desconocido. De alguien con un estilo peculiar. Con una forma de trabajar envidiable y que marcó un hito en la vida social de la ciudad por el mero hecho de tener personalidad. Por suerte, la historia, acaba dando un espaldarazo a la verdad.
Les hablo de Don Antonio Daffari, capataz de tronos.
Antonio José Arcadio Daffari Hidalgo nace en Barcelona de manera circunstancial en el año 1883, criándose en Málaga desde temprana edad. Su familia, natural de Asti –localidad italiana de la región del Piamonte– recala en Málaga al ser contratada en origen por el propietario de un gran café situado en calle Santa Lucía con el cargo de maestros heladeros, profesión de la que vivió su familia toda la vida. Su abuelo, Giuseppe D´affari, y su padre, José Daffari, se hacen populares en Málaga debido al éxito de sus helados que servían en aquél popular café. Este éxito lleva consigo que la familia Daffari viva cómodamente, sin llegar a ser ricos, pero pudiendo permitirse dar una buena educación a sus hijos.
Conforme pasan los años, Antonio Daffari va despegándose poco a poco de la tradición heladera familiar y desliza sus sentidos hacia los dos artes que coparían su vida: Los caballos y la Semana Santa. Desde joven se arrima al mundo de los caballos y la talabartería consiguiendo ser maestro guarnicionero de las caballerías de la plaza de toros de La Malagueta donde en poco tiempo se convierte en un reconocido personaje. Este oficio, del que vivía fundamentalmente, se complementaba con su propio taller de dicho arte, situado en la calle García Briz. Durante toda su vida vive en una casa en la malagueña calle San Telmo por la que pasarán decenas de hombres de trono en innumerables ocasiones y que aún, a día de hoy, es recordada por muchos malagueños anónimos.
Es tal la calidad de sus trabajos que, curiosamente, llega a ser el encargado de confeccionar los uniformes de la guardia romana que cada año sacaba la Hermandad del Santo Traslado en nuestra ciudad.
Antonio participa en 1925 en la fundación de la Hermandad del Prendimiento donde va consagrando su figura como pieza clave del desarrollo de nuestra historia. Es en esta fundación, en torno a los comerciantes y contratistas del mercado de Atarazanas, donde sale a la luz la figura fundamental de su mujer, María Herrero. María era una mujer con un carácter significativo. Seria y muy formal, supo transmitir esos valores a su esposo. Esta forma de ser, fue seña de identidad de la pareja en la cual, la figura de la mujer no era propia de los tiempos, siendo éstas piezas importantísimas en la vida externa de la familia.
Un dato característico de María Herrero, propietaria de una carnicería en Puerta Nueva, es que fue la primera mujer con permiso público para poder acceder a los mataderos municipales de Málaga, situación que no se había permitido hasta esa época. Este sistema de vida y la forma de educar a sus hijos, convierten en el futuro a la hija de la pareja en alguien que, para Antonio, es fundamental en el engranaje de la contratación en los tronos.
Antonio Daffari consigue un papel relevante en toda la ciudad al desarrollar la labor de capataz de tronos que por aquella época eran meros porteadores.
Esta labor consistía en la búsqueda de hombres para cargar los pesados tronos, medirlos, contratarlos, que cumplan su trabajo y pagarles lo acordado. En principio, esta tarea no presenta demasiada dificultad pero en realidad suponía un esfuerzo importante puesto que debía conseguir que personas de especiales características supieran comportarse acordes con el ambiente de seriedad y respeto que mandaba la procesión.
Antonio, a diferencia de los demás capataces, montaba sus cuadrillas contando con hombres de diversa índole y profesiones sin depender exclusivamente de porteadores venidos del puerto como era habitual. Esta característica junto con su formalidad y especial sensibilidad hacía que el resultado de su trabajo fuera un poco más lejos que el de los demás. Transformaba “tíos del puerto” en gente bien-
Una de las peculiaridades con las que contaba Antonio Daffari era que todas las tareas de reclutar las cuadrillas, su tallaje, el reparto de túnicas y los pagos, se realizaban en su propia casa con la colaboración y el trabajo directo de su hija Encarna Daffari. Es destacable este hecho puesto que incluso a día de hoy es impensable en nuestra ciudad que una mujer participe en el simple tallaje o reparto de puestos en una de nuestras Cofradías.
Esta es una muestra inequívoca de la forma de ser y trabajar de Daffari quien afirmaba que “si los hombres me respetan a mí, también respetarán a mi hija”.  En este sentido se deja entrever que el carácter de Encarna era muy parecido al de su madre y era capaz de bregar con hombres de trono en diferentes situaciones.
El hecho de que Antonio Daffari no procediera del puerto y que su nivel social y económico fuese superior al de sus compañeros hizo desde un principio que sus preocupaciones y ganas de cambiar fueran en una línea muy distinta al resto.
Ante este tipo de personas con tales características, se suele crear un mito que poco a poco va convirtiéndose en leyenda. En su caso no ha sido así del todo.
Daffari era un hombre distinto. Antonio era malagueño, defendía a Málaga y tenía un estilo propio.
Se dice que Málaga tiene rota la línea del tiempo en muchos aspectos culturales y la vida de Daffari es prueba de ello.
Antonio era popular en la ciudad. De los que saludaban las fuerzas vivas al cruzarse con él. Era un señor comprometido con Málaga. Preocupado por su desarrollo en todos los aspectos y siempre que podía criticaba aquello que no le parecía bien ni propio de su tierra a la que tanto respetaba. Y su voz se tenía en consideración. Siempre.
Modernidad malagueña impropia es el sello de este señor quien supo ser moderno y con toques propios de progresía en un mundo rancio y apolillado.
Es importante saber de dónde venimos y quiénes nos han llevado hasta aquí para poder defender con criterio e incluso para poder querer de verdad a tu tierra.
Antonio Daffari murió en su casa el día 19 de Febrero de 1960.
Habría que escuchar a Antonio opinando del Soho…
Viva Málaga.

4 respuestas a «Daffari: Modernidad Malacitana Impropia»

  1. Leer esta entrada me llena de satisfacción y orgullo por un triple motivo:
    En primer lugar como malagueño orgulloso de su historia y personajes.
    En segundo lugar como hombre de trono orgulloso de su tradición cofrade.
    En tercer lugar como bisnieto del personaje en cuestión por la reivindicación de su memoria.
    Desde aquí te animo a que sigas excavando y recordando a muchos otros personajes de nuestra historia local que no merecen mantenerse en el anonimato ni en el olvido.

  2. Tocate las pelotas, con el Gonzalo Leon, que descubrimiento para mis entendederas, me encantas, ese cañonazo de malaguismo fino y elegante.De verdad felicidades y gracias y gracias y otra vez gracias. Me despido con lo mismo, Viva Malaga.

  3. Soy nieta de tan enorgullecedor personaje; hija de Elvira, la menor de sus cuatro hijas. Me siento agradecida, y orgullosa por tu publicación. Yo apenas tenía 6 meses cuando murió; pero mi madre y mis tías me hablaron siempre maravillas de él y de mi abuela. Si, a menudo nuestra ciudad se olvida de malagueños que merecen un reconocimiento por su contribución a la grandeza de su historia colectiva. Por ello, agradezco la labor de personas como tú, como Pablo Ramírez, como la Asociación «Daffari Hombres de trono», que recuperan para la memoria colectiva, la vida y la labor de personajes como mi abuelo. Gracias, mil.

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