Los recuerdos y la memoria.
Es difícil tener memoria. Es más fácil recordar.
Los ciudadanos de Málaga somos de recuerdos. No tanto de tener memoria.
Día a día contemplamos cómo nuestro entorno se modifica, se pudre o se vende sin pudor alguno.
Y recordamos. Y vivimos de recuerdos y contemplamos los espacios como armazones recubiertos por estampas inexistentes.
Pero no tenemos memoria. Y los recuerdos se desvanecen. Quedan al aire las realidades pasadas y distorsionamos lo certero.
Somos hijos de una tierra en continuo saqueo identitario. Con la memoria formateada. Y eso tiene explicación. Tiene respuesta.
De nunca en la vida nadie ha permitido que rompan lo suyo. Lo propio. La cierva da cornás si te acercas a sus cervatillos o si irrumpes en su territorio. No entiende de: Mira, es que voy a entrar en tu sitio pero por mejor para ti. Nada. La madre no entiende. La madre lucha por lo suyo.
La única manera de llegar a modificar esos lazos intangibles es rompiéndolos.
El continuo saqueo de aquello que quieres crea en los ciudadanos un armazón durísimo que nos hace insensibles ante el desprecio por lo nuestro. Y no nos damos cuenta de que está pasando.
No tenemos memoria colectiva. No tenemos memoria de ciudad. Málaga tiene Alzheimer.
Así llegamos a nuestra situación actual. Agarrándonos a clavos ardiendo y achicharrándonos las manos. Pero lo hacemos. Porque son clavos blanquiazules. Porque entendemos que ahí hay algo de Málaga. De identidad. Algo que poder usar para decir que nuestra tierra vale la pena.
Pero, válgame Dios, nos estamos agarrando a una de las cosas más banales e insustanciales que a día de hoy existen. El fútbol. Un negocio. El gran negocio.
Qué pena tener que recurrir a una empresa movida únicamente por el dinero y que juega con los sentimientos más elementales de los ciudadanos para intentar encontrarnos con nuestro sello. Con nuestra seña.
Y así ha pasado. El club ha sido adquirido por un empresario de fuera. Que nada tiene que ver con Málaga. Y está consiguiendo que la entidad vaya bien. Aquí los éxitos se traducen en partidos ganados. En escalas y clasificaciones. En jugar con los más buenos. Pero es dinero. Nada más.
Ese mismo al que aplaudimos y defendemos es el que planteaba que la Rosaleda de Martiricos pueda desaparecer. ¿Qué sabrá él de lo que supone aquél sitio para el Málaga y el Málaga para aquél sitio? Ese mismo es el que de un plumazo pretende –al menos eso parece- cambiar el escudo del equipo. Cambio radical. De un día para otro. Chas! Y nos llevamos el palo. Después se ha anunciado que no, que este año no se hará. Lo que da a entender que será el siguiente. Da igual cuando sea.
¿Y esto por qué? Porque no nos damos cuenta pero no es nuestro. “Yo por mi Málaga voy donde sea!!” ¿Su Málaga? Su Málaga no es suyo. Su Málaga es de una entidad privada. Con capital Qatarí. Igual que se compran conserveras o constructoras se compran equipos de fútbol. Pero hay una diferencia: Un club tiene gente alrededor. Por sentimientos. Por ganas de sentirse de su tierra. Hay connotaciones más allá de los números. Y se aprovechan de ello.
Hay pruebas a diario. Necesitamos iconos. Utensilios para canalizar nuestro normal cariño hacia Málaga. Y con migajas nos conformamos.
Hace unos días uno de los Qataríes del Málaga defendía al club en una rueda de prensa. Lo hacía con un tono encendido y algo broncoso. Media Málaga se volcó con él. Portada en los diarios. Alabanzas. Vivas. La gente poniéndose su foto en las redes sociales.
Curiosamente aquí nos metemos con Del Nido, con razón, pero me haría gracia ver nuestras caras si el club blanquiazul estuviera dirigido por alguien de aquí y que encima soltara las perlas que suelta el malayo. Lo sacaríamos en procesión.
En fin, que nos conformamos con poco y encima, ese poco, a día de hoy no es de Málaga.
Una empresa extranjera está vendiendo nuestro nombre. Nuestros colores. Algo que sí nos pertenece. Los sentimientos también se venden.
El mismo día que nos encontramos con la tostada del escudo del equipo afincado en nuestra ciudad, se presenta en la Diputación un proyecto para el desarrollo del Museo Taurino de Málaga. Un museo que se esconde dentro de la plaza de La Malagueta y que hasta hoy se ha llamado Antonio Ordoñez. Rondeño y con una relación con la capital así mismo, capital.
Los compañeros de Cultura, de Málaga, de los de hacerlo por mejor, han decidido que el museo ya no se debe llamar así. Que Antonio Ordóñez ya no es un buen nombre. Que mejor ponerle el nombre del caballero que ha vendido, alquilado, cedido o como sea finalmente, el fondo que será expuesto en el museo.
El señor en cuestión es Juan Barco, extremeño y que hasta hace un tiempo, tenía en su agenda colocar la colección en su pueblo natal. Cosas de la vida, finalmente ha recalado en Málaga.
Quien diga que tiene algo que ver con la ciudad o que pone el huevo aquí por algo relacionado con Málaga que se lo haga mirar. Es evidente que no. Ojalá este buen señor, ya que tiene la suerte de que le pongan su nombre al museo de un coso de tal categoría, consigue que saquen del cuarto de la paja la estatua de Ordóñez. Una cosa es que le roben el nombre y otra que viva con moscas y morterás.
Que cosas buenas vengan a esta tierra para exponerlas es maravilloso. Estupendo. ¡Viva! Pero por favor, primero arreglemos lo poco que tenemos. No dejemos que se siga borrando nuestra memoria.
Yo no quiero más museos al vacío. Yo quiero antes un museo taurino de Málaga. De La Malagueta. De Antonio Ordoñez. De nuestros toreros. La colección de este señor es de las más importantes del mundo. Pero no es de Málaga. No es de La Malagueta. ¿Nos toman por tontos? Es evidente que sí. Habría que pensar un poco más en nosotros…pero claro… eso sería pedir mucho. Aquí para ser atendido debes ir en chanclas con calcetines.
Ayer me hablaban dos buenos amigos desde el manos libres del coche y uno de ellos me decía que con esto del escudo, podríamos usar la modificación para meter en él todo lo que los mandatarios malacitanos desprecian.
Ya me lo imagino… Un escudo del Málaga con Antonio Ordoñez, con Miguel de los Reyes, con Miguel de Molina, con los Baños del Carmen, con Cánovas, con los chiringuitos de caña de verdad, con nuestros buenos carnavales con historia, con lo barrios de solera. Con un Perchel que exista. Con una Trinidad sin políticos arrimándose porque cuelgan dos plantas pero que no lo pisan en un año mientras la mugre los come.
Eso quiero yo en el escudo. Pero claro, para eso habría que empezar por lo elemental. Por defendernos.
Por dar cornás.
La memoria es conservadora. El recuerdo es destructivo.
Viva Málaga.
Me parece una verguenza que los Malagueños no defiendan lo suyo.
No soy Sevillano pero su chouminismo lo admiro,ojala los malagueños aprendieran de eso y les iría mejor.
Por cierto Antonio Ordoñez se merece mucho mas,sobretodo por las tardes que ha dado en la Malagueta, no olvidemos que esta catalogado como el mejor torero de todos los tiempos.