Lo Güeno de Málaga: La ciudad en cazuelitas.

8 Mar
LVMM

Carecer de lo que se presume y vive. Paradoja malacitana. Extranjeros a porrillo. Todos los días. Por las calles. Abarrotadas de pieles rojas –del sol- en busca de lo típico. De lo que la gente consume aquí. ¿Y lo acaban encontrando? Por los pelos y con dificultad.

En el caso de la gastronomía, Málaga, destaca entre el resto por su servicio y atención espectacular. Todo son sonrisas y puedes ir a la hora que quieras al lugar que desees y siempre estarás bien atendido.

Ahora bien, otra cuestión es que en Málaga practiquemos aquello de mantener las tradiciones incluso en lo culinario.

A la hora de participar de los bares y tabernas malacitanos, cuesta trabajo encontrarse con sitios con acento. Marcados. Con esa pátina de malagueñismo y tradición.

A uno del lugar le gusta ir allí donde se encuentre ciertamente identificado. Al menos de vez en cuando.

En este sentido, a día de hoy la ciudad vive de marcas. Franquicias. Sellos repetidos. Y lo curioso es que en algunas ocasiones se trata de lugares que venden aquello que te pertenece.

Así, en Málaga. Andalucía. Tierra del arte, salero y olé. Te encuentras establecimientos de éxito que te venden locales prefabricados con estampas de ferias antiguas sacadas de una impresora hace dos días o elementos taurinos con cierto olor a Taiwan.

Ahí estamos. Viviendo en la tierra de la Repompa y Conde. De Juan Breva y los Verdiales pero consumiendo en bares donde todo es un decorado impostado.

Gracias a Dios, la Virgen de la Victoria y al Beato Fray Leopoldo de Alpandeire, hay lugares que aún permanecen incorruptos a la llegada de las ese ele con nombres fashions que explotan en todos los sentidos el centro de nuestra ciudad.

Uno de esos lugares es Lo Güeno. En Marín García.

Se trata de un lugar pequeño. Estrecho. Veinte metros cuadrados. De los de estar apretados pero cómodos. Con fotos de verdad. Con recuerdos de verdad. Con una Málaga que ha vivido allí. Con una barra llena de tapas que saben a lo que tienen que saber las cosas. Con el lebrillo de aceitunas de Álora y sin jamones de hembra ni salmorejos de cemento cola.

Son casi cincuenta años de vida donde los apellidos Puerto y Reche han creado una institución gastronómica en Málaga. Mariano Reche, un cofrade que lleva en su alma a la Virgen del Rocío victoriana, ha conseguido con mucho trabajo que si alguien llega a Málaga y pregunta por buena comida acabe en su casa.

Es lugar de culto para el malagueño que cuando se esconde en aquel rincón se siente incluso torpe. Porque sabe que la categoría del establecimiento supera con creces a la suya. Porque sabes, que cuando entras en su sitio así, esas paredes en las que te apoyas, conocen de Málaga más que tú.

Lo Güeno es así. Es Málaga en cazuelitas. De las buenas. Es deshojar el bacalao mientras Lágrimas y Favores pasa justo al lado de la puerta un Domingo de Ramos. Es mantener la compostura en la feria del centro con categoría y saber estar. Es Lo Güeno un lugar para perderse. Y mira que es chico. Pero no importa. Al final Málaga se esconde ahí. En sitios repletos de historia donde es respetada.

A mí me gusta lo moderno. Málaga es vanguardia en gastronomía y tenemos lugares fantásticos. Pero tiene que haber de todo. Tiene que haber en Málaga un sitio donde poder jamón. ¿Jamón? Sí, jamón. Quiero comer jamón en Málaga –oh qué raro soy!!!- ¿Hacemos una lista de lugares de Málaga donde te pongan jamón bueno y a precio de humano y no de señor con rosetones y calcetines con chanclas? Complicado amigo.

Al final, los lugares así son cocederos de sociedad. Son lugares donde se trabaja de manera interna la ciudad. En Lo Güeno hay tertulias templadas donde se habla de Málaga. Donde se cierran tratos cofrades. Donde se dan la mano los apoderados. Donde no hay espacio pero caben muchas cosas. Ahí. En ese rincón de categoría donde aún se respira Málaga. Atentos porque quedan pocos así.

Si seguimos disfrutando de muelles unos y bebiendo catalanas y exquisitas, lugares como éste tendrán los días contados. Allá cada uno con lo suyo,

Pero ya mismo, cuando tengamos que llevar a alguien de fuera a un sitio clásico de Málaga lo acabaremos sentando en el McDonals de la plaza de la Marina, que ya va cogiendo caché. Tesquiere í perejil. Viva Málaga.

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