Durante la campaña electoral, Pedro Sánchez me ha recordado mucho al Julio Iglesias de finales de los ochenta. Al igual que Iglesias (Julio), daba la imagen de un hombre solo con un gesto de abatimiento en la postura y de melancolía en la mirada, incomprendido incluso en el propio seno de su partido, como el cantante tras la separación de su esposa.
El hombre (Julio), como recordamos por la canción, “iba de abrazo en abrazo, de beso en risa y le daban la mano cuando era precisa”, pero aquí viene lo más terrible de la letra, “pero cuando amanece, y me quedo solo, siento en el fondo un mar vacío, un seco río, que grita y grita que sólo soy un hombre solo, un hombre solo, un hombre solo”.
Pues bien, Iglesias (Julio) confesaba que “lo tenía todo, completamente todo” e incluso, más a o menos, que era millonario, pero que nada era eso si en la alborada sentía la falta del amor verdadero. Por supuesto, el disco se vendió como rosquillas. A las mujeres, principal sector de su público, no hay nada que les conmueva más que la soledad de un hombre joven, guapo y millonario. Por algo se entiende que “Las cincuentas sombras de Grey” fuese un best-seller. Pobrecito Grey, azotaba a las chicas de lo lindo, pero había que comprender que, en el fondo, era un solitario y sólo pedía a gritos cariño del de veras.
Me temo que si Grey hubiese sido feo y pobre, su fama se reduciría a la de un maltratador común sin sublimaciones y con pena de cárcel.
El otro día hubo un despliegue policial en mi calle. Pregunté qué había pasado a los agentes y me respondieron en tono seco “que un hombre se había caído”. Entre los vecinos, encontré a un amigo que me explicó que “el hombre vivía solo”. Eso da pie a pensar que igual el hombre no se cayó, sino que se arrojó por la ventana. Seguro que no era millonario ni joven ni guapo, por eso ni inspirará una novela ni será digno de grandes compasiones. Simplemente se trataba de un ser común, que no maltrató a nadie y que no provocó más ruido en su vida que el de la sirena del coche policial. Vivía solo; eso podría ser ya una razón, ¿pero habría otras? ¿un despido improcedente? ¿una amenaza de embargo?
Me temo que, con suerte, sabremos de su naufragio vital poco más que sus iniciales. Ya no vive Joaquín Dicenta para escribirle una obra de teatro ni Lauro Olmo para dedicarle una novela. Si hubiese sido una mujer, víctima de la violencia de género, ahora sería “otra víctima de la violencia machista”. Sumarse a una estadística tampoco es el más glorioso de los epitafios.
La hipocresía, gran tema. Casi todos los líderes durante la pasada campaña electoral se han llenado la boca para reivindicar el importantísimo papel de las mujeres en la sociedad, entonces ¿por qué ninguno de los partidos ha apostado por tener al frente de ellos a una lideresa? Posibilidades había en cada uno de ellos para hacerlo y sin embargo…Yo no voy a creer en el feminismo nacional hasta que un partido de los grandes postule a una mujer para la presidencia. Por cierto, que esa alternativa la recreó Ana Obregón en una serie televisiva y duró sólo dos capítulos por falta de audiencia. Se debió llevar la actriz una sorpresa, cuando su anterior serie, “Ana y los siete”, en la que hacía de chacha de un banquero batió records en la parrilla. Oye ¿y eso?
Se dice que los resultados de las elecciones generales pueden estar sujetos a múltiples interpretaciones, pero los números no son filosofía. 123 diputados significa que ha ganado Pedro Sánchez: el ganador que vende el mito de los perdedores como Joaquín Sabina con sus canciones. De que se ha votado por ese marketing no hay duda, éste es el país de Don Quijote, pero hay más. No se puede negar que el voto ha tenido un componente de miedo y que el miedo, más que el entusiasmo, mueve a los electores a las urnas. Eso explica la subida del índice de participación.
Una parte del voto a Sánchez se debe al miedo a VOX y una parte del voto a VOX se debe al miedo a los independentistas. Los que no quieren ni a VOX ni a los independentistas en el gobierno, se habrían decantado por Ciudadanos, pero han dejado de confiar en esta alternativa por la facilidad que demuestran estas siglas para casar a diestra y siniestra sin temor a los colores. La tendencia a la fractura ya no es sólo cosa de la izquierda, también cunde en la derecha y eso confunde.
La adhesión a VOX ha ganado tanto como el rechazo a VOX y gran parte de los que estaban dispuestos a abstenerse se encaminaron a las urnas para votar izquierda. De eso se ha beneficiado Sánchez, al igual que del temor a Unidas Podemos. Esta coalición ya por el nombre sonaba a feminismo y hasta entre los más izquierdistas, el feminismo suena a horror y pavor; a atentado. Necesitamos todos algunas lecciones de empatía social. Así ganaremos para todos y no contra nadie. Es lo que pienso.
Para no quedarnos en los márgenes,
soñemos el día en que una palabra,
con efecto exclusivo de abracadabra,
supere el valor de las mil imágenes,
que nos brindan a diario los mass media,
nuevas cunas del arte y del retoque,
con su photoshop y su Wikipedia,
o juego de ajedrez falto de enroque,
débil fuste, sin base ni capitel,
que mecen indolentes, como bajel
surcando un penoso río de la selva,
a todo cuitado que se embarca en él;
que somos todos gozando esta miel,
sabiendo que la corriente nos lleva.
¿Y qué dará peor fario
estar solos -Julio Iglesias
o Pedro Sánchez – o estar
solitarios simplemente?
Julio Iglesias, trascendente…
Julio Iglesias, presidente,
pues no engaña, pues no miente
y todo le viene bien,
el bohemio y el pudiente,
se conforma con vino y un trozo de pan
y también, cómo no, con caviar y champán,
y tiene tanto carisma pa levante
y pa poniente.
Ay, mami, lo voy a votar
pa trabajar en Miami,
vamos todos a gozar…
Si alguien se lo merece,
no un poquito, más con creces,
ése es Jules des Églises;
falta España y aparece,
con su porte de adalid,
nada menos que en Osaka,
de aquel lejano Japón,
¿habrá mejor pabellón
ostentado por España,
cantándole al amor,
a la vida, a esa gente
de ordinario sonriente?
Julio Iglesias o des Églises
en español y en francés
por derecho (y con revés)
era un tiempo muy feliz…