Todo el mundo habla hoy día de lo mismo, de modo que para variar y, en cierto modo, abrir una ventana al aire fresco en un ambiente demasiado caldeado para estas fechas de diciembre, creemos necesario hablar de otra cosa. El tema elegido es, en cuestión, el peluche para adultos; un argumento, a simple vista, frívolo y vacuo que, sin embargo, a la larga, entraña su punto de complejidad y aún más de paradoja ¿pero qué no es paradoja en estos tiempos que vivimos? La extrema izquierda no era concebible como opción de voto hace una década, pero hace relativamente poco llegó a convocar a las urnas, incluso a gente indignada de derechas e igual ha pasado con la extrema derecha, que ha recabado votos también de ex-izquierdistas indignados, entre otros. Será cosa paradójica, donde las haya, si bien tampoco nada que no haya pasado antes. Valle-Inclán pasó del marxismo al carlismo en un giro de humor estrambótico y Azorín, Baroja, Maeztu y Unamuno, en su día, se dieron a su vez la vuelta del calcetín; los indignados son impredecibles, pues la cólera, como pasión violenta, es bastante dada a salir por los cerros de Úbeda, pero no hay que temerla demasiado. Por lo que vamos viendo, el canovismo se las arregla para desmontar los extremos y arbitra la sucesión de ambos dos como en aquella restauración decimonónica; lo hemos visto en Madrid y lo veremos quién sabe si en Andalucía; ¿qué es la vida?, un frenesí, ¿qué es la vida? una ilusión, lo que ayer era gobierno, mañana es oposición. O no. La cosa está igual de clara que cuando las municipales de Málaga. Todavía nos quedan por ver las múltiples combinaciones y jugadas que se aventurarán sobre el tablero de ajedrez. Cada día, el periódico, cada periódico nos traerá un episodio apasionante hasta llegar al desenlace y auguro que, dado el interés de las informaciones, el papel podrá con el digital, que tanto nos desborda la paciencia con sus publicidades intrusivas. Veamos, como en todo, lo que tiene esta confusión transitoria de positiva como campaña de animación a la lectura.
Desde luego que habrá pasotas que se encojan de hombros y digan, ¿a mí qué? Y serán esos mismos que pasaron el domingo al sol, ajenos al relativo bullicio de los colegios electorales. Su apatía, su ataraxia, su indolencia hasta cierto punto parece envidiable, ellos creen que la política nunca afectará a sus vidas, pero nosotros sabemos que sí y por eso sufrimos, pues un partido o una coalición de partidos cuando llegan al gobierno dictan leyes y no siempre nos favorecen, pero, de eso, se entera uno después, cuando ya no tiene remedio.
Recuerdo a un chico con los dieciocho años recién estrenados, que ante unas elecciones se declaró apolítico y me comentó que la política nunca podría cambiar su vida, pues su familia tenía un negocio muy saneado del que sería heredero.
-¿Y qué pasaría si el gobierno electo vuelve a poner la mili obligatoria?
-¿Pero eso puede ocurrir?- preguntó con el gesto demudado y el rostro pálido como hoja de papel.
No ha pasado esto, aunque también podría… y, sin embargo, sí han pasado otras cosas; ha habido recortes en educación y sanidad, reducción de poder adquisitivo para funcionarios, pérdidas de derechos para los trabajadores de cualquier sector, subida de precios de los alquileres de locales a los comerciantes al punto de tener que cerrar negocio, estrangulamiento de los autónomos, exilio de investigadores al extranjero, congelamiento de pensiones, en fin, asuntos que nos afectan directamente a todos, también a aquellos abstencionistas y a los que votaron con total frivolidad a quien les caía más o menos simpático o, en el colmo de la estupidez, les parecía más guapo o menos guapo. Demasiado tarde descubrirán que la política no es un juego y que se decide políticamente, lo mismo con la abstención que con el voto vacío de contenido.
Pero benditas sean las mentes de chorlito, que posibilitan los abusos, mientras la anestesia globalizada hace de niños y adolescentes, seres inconscientes y de los adultos niños. Niños adultos que se consuelan, inmersos en sus móviles, mandando emoticonos a los prójimos, conocidos o no, y se meten en esas tan extendidas tiendas de chorradas para comprarse un peluche bien esponjoso, un bolígrafo con forma de monigote, un cuaderno, cuya portada te dice que eres el mejor y una bolsa de gominolas. Ése será su efecto placebo, después de una jornada de tropecientas horas o de esperar en el paro esa oportunidad que nunca llega. Escribirán en la primera página de ese cuaderno color pastel en cuya portada asegura- normalmente en el inglés del imperio- que van a realizar su sueño o a vivir su aventura para luego estrellarse contra la realidad, porque nuestros sueños y nuestras aventuras dependen mucho de lo que decidan los que nos gobiernan, electos por la abstención o por el voto.
Te queda ignorarlo, claro que sí, irte con tu peluche a casa y, abrazado a él, ver una serie de muchisísimos capítulos que te atrape y te permita no pensar más que en la probabilidad o improbabilidad de un asesino. Te queda aferrarte a las máximas budistas, afrontar las penalidades con una sonrisa, por jodido que estés, y culparte de que si no te va bien es porque no atraes hacia ti la suficiente energía positiva. También te queda sopesar que hay otros que están peor que tú y encima alegrarte por ello. Creerás que eso es algo novedoso, pero se llama conformismo, y si en budismo se llama transcendencia, en catolicismo se llamaba “resignación cristiana”. Se trata de una cualidad que permite a los jodidos no rebelarse por jodidos que estén para que los jodedores sigan jodiendo. Nada nuevo bajo el sol.
Budista y todo, tu hijo va a hacer la Primera Comunión, porque le hace ilusión y tú no sabes negarle nada y porque los budistas todavía no se han inventado una ceremonia en la que los niños reciban regalos y si sí, aquí todavía no se conoce.
Enséñale luego a tus hijos a vivir en la indolora burbuja budista y diles que la política no interesa, que no voten ni decidan. Será un niño perfecto cuando cumpla treinta años con su peluche y su bolsa de gominolas, siempre a tu lado, en el sofá de casa para ver la serie de moda bien juntitos.
En Andalucía ya nos vamos acercando a USA, donde vota apenas el cincuenta por ciento del electorado; por eso, porque se sienten bien y a gusto con lo que hay, para qué darle más vueltas, estando el triunfo tan asegurado… Luego, tras lo sucedido en las elecciones de nuestra Andalucía por la madrugá, piensa uno en el Alcorcón e, indefectiblemente, le viene a la cabeza también la lejana sentencia del capullo calabrese, ante una victoria cantada: “sicura è la morte!” Sí podré decir que doy fe, por haber estado presente en una mesa electoral, que, tras el recuento, no se daba abasto para consolar plañideras que siguen la estela de Boabdil. El posterior espectáculo televisivo de la presidenta, tocando a rebato (esto es de cura trabucaire, que conste) contra la ultra tal, era para encuadrar, pero sin sonrisa de Monalisa, más bien con pliegues…No aprendemos, por más siglos que pasen. Que no es eso, son las formas interiores que manejamos y transmitimos las que no cuadran con lo real. Y que toca irse a la calle, aunque sea la calle de la Amargura. Pues que te procesionen…
La furia hay que esparcerla bien y se redirige, una vez más, contra Sánchez Dragó, que viene de fichar por el nuevo Lucifer Naciente, Vox (como en 2010, Odisea dos, estamos entre dos soles) y poco han tardado en reubicarlo entre viejo verde y pederasta; pero con intención, nada de mariconadas; eso para sus colegas de partido o lo que sea, que aquí no queremos broncosos, ni gentes que hagan el oso; sólo queremos tíos graciosos (azulejo tabernario patrio in memoriam)
Pero no sea usted mala, seña Lola, con el dichoso peluche, gracias al cual nunca me pongo camiseta interior y un buen amigo incluso sacó un mal chiste a mi pesar:
En consulta radiológica. Una vez hecha la radiografía de tórax, el paciente pregunta con algo de apremio: – “doctor, ¿qué padezco?” El doctor, con sonrisa socarrona, responde – “padeces un osito de peluche..” Ahí queda.
Muy bonita veladilla, en plan Relosillas…Aunque alguien se despidió a la francesa o se quedó sin sombra… et tout le monde a la recherche! jejej. Saludos.
Y aún así sombras quedaron,
las sombras del fanatismo,
ellos nunca se cansaron
de siempre volver a lo mismo,
como si nada cambiase
y no corriesen los siglos,
como si toda justicia
dependiese todavía
de los ismos
y nosotros, los de antes,
siguiésemos siendo los mismos.
¿Cómo poder enfrentarse
a tanto crudo cinismo?
Por pura delicadeza
yo prefiero
despedirme a la francesa…
Y así que encienda la tele
el que quiera tener gresca.
De todo ello se deduce
que pueden ser malos tiempos
pese al brillo de esas luces;
que estamos como queremos,
aunque cayendo de bruces
y por eso nos perdemos
en velada desvelada
sin el brillo de una vela
que armonice la reunión
que relaje la tensión
y que la paz sea la escena.
Curiosa contradicción
que vuelve por Navidad
y más cuanto más turrón
y más copas de champán
delante el televisor.
No veré más El Padrino,
¡donde se ponga un español
cuando se jarta de vino…!
Feliz presentación de esos cuentos.