El machifacha es un nuevo fenómeno en las redes. Su misión es combatir un concepto o tipo llamado por ellos «feminazi», que les debe asustar muchísimo a tenor de las energías que prodigan para combatirlo. Intentan ser ingeniosos, elegantes y ridiculizar al presunto adversario con ironía, pero, como el miedo no es amigo de las sutilezas, los chistes les salen histéricos, bruscos, como esa risa propia del acojonado cuando se precipita desde las alturas al vacío en una noria que gira a toda velocidad.
Al machifacha, en fin, lo malogra la desesperación y, sin la contención precisa, hace salir del armario con sus chistes desgraciados ese lado primario y cabestro que una ya no creía posible en el siglo XXI y que, por torpe y desmañado, revierte en su contra a favor del contrincante. Un machifacha es como un arquero que mete un gol en su propia portería, que justifica y engrandece el presunto mal que desea eliminar y con la muerte del loro, clava el pico de su insensata verborrea en su propio pecho.
Su modo de obrar es tan delator y zafio que logra poner del lado del feminismo a los neutrales. He aquí su victoria invertida, he aquí su gloria metepatas, he aquí su cagorrio tontuno ante las propuestas leyes de Carmen Calvo. Si uno tiene la autoestima bien puesta, si obra con la anuencia e incluso el entusiasmo de su partenaire ¿por qué va a temer una denuncia por agresión sexual? ¿ Qué problema tiene en demostrar que sus relaciones sexuales son consentidas y quién sabe si hasta ovacionadas?
Esto, en fin, debería ser sólo una prueba motivadora, un bonito reto; un regresar al estímulo de las artes seductorias, a la cultura del esfuerzo y la superación. O sea, que ahora hay que currárselo más, como los poetas cortesanos del siglo XV, como los adalides del Dolce Stil Novo, que tanto ornato dieron a la literatura universal con sus afanes amorosos. Que les costaba ligar, qué duda cabe, pero en tanto que sí o más bien no, hay que ver cómo se entretenían ellos con sus plumas de ganso sin darle a nadie por el saco.
Habrá que tomar lecciones elementales de fonética, porque la canción romántica deja pistas confusas «Hay mujeres que dicen que sí, cuando dicen que no», compuso Jaume Sisa, que es un tema que se pega a la oreja desde los tiempos de Ovidio. El poeta de Sulmona aconsejaba al iniciado en su «Arte de amar», que insistiera ante la primera resistencia, porque lo que primero la mujer no da con gusto, luego lo da con redoblado placer y, sin duda, estos son los únicos párrafos del manual que me parecen detestables. Intenta besarla, aunque al principio se te resista; pues en el fondo desea ser vencida. Y cuando se han robado unos besos ¿qué te impide conseguir el resto? El que no lo consigue no es digno ni de los besos que ha robado. Quizá me dirás que eso es violencia, pero esta violencia es grata a las mujeres; las que tienen deseo de dar, quieren, a menudo, darlo a la fuerza. Cualquier mujer violada en un súbito arrebato de deseo se alegra y considera esa insolencia como un obsequio.
Puede, y esto ha pasado en épocas pretéritas, que la resistencia en principio fuese un protocolo, que toda fémina tuviera que fingir rechazo en los preámbulos para no parecer demasiado despendejada, pero si entonces tampoco siempre era puro paripé, ahora menos, ya que estas pautas han caído en desuso por obsoletas, de modo que el no que es sí en el fondo carece de fundamento, si no es para los testarudos que sólo atienden a sus sordas obcecaciones.
Que el consentimiento sea ahora una condición y ello se acoja con tal escándalo se debe a que durante siglos se han justificado relaciones sin consentimiento o con el consentimiento dudoso que concede una mujer embriagada. Una escena elocuente que aún se da es la del tipo que, aprovechando que su pareja ocasional ha ido al servicio, le pide al camarero que le aliñe el refresco con algún tipo de alcohol «para que se anime». En este tipo de procedimiento, por desgracia, se ha avanzado, pues hay ahora en circulación una droga llamada burundanga. Esta sustancia provoca la sumisión química y anula la voluntad de la víctima, lo que hace que obedezca a su agresor o agresores sin oponer resistencia, en poco tiempo borra las huellas de su organismo (por lo que no se puede detectar en los análisis) y genera la posterior amnesia de la elegida. En juergas caóticas; ferias sanfermines y botellones varios, no es difícil mezclarla en la bebida de una chica, que pasará a manos de los cabestros de turno, entre los que no faltará quien grabe la hazaña en el móvil.
Un juez que examine la grabación con igual frialdad que el árbitro dictamina si una mano es o no penalti, podrá calificar la violación múltiple de relación consentida, pese a lo anómala que ya, desde fuera, se presenta la situación.
El resultado será que los culpables, libres de cargos, paseen tras breve lapsus de tiempo su chulesca impunidad por las calles, que otros sigan su ejemplo como una moda y la chica estigmatizada por el escándalo sea perseguida por el trauma el resto de su vida. Difícilmente, en un país como el nuestro, una mujer que mantiene relaciones «consentidas» con un grupo, va a encontrar una pareja estable.
Quienes ahora sacan pecho con sus bromas desgraciadas, en lugar de tener tanto miedo a ser inculpados, deberían pensar por un momento qué les parecería si la víctima fuese su propia hija o su novia o su mujer, que salió una noche con las amigas, como ya ha ocurrido. Tal vez entonces cambiarían de opinión.
Y digo yo, en un sentido estrictamente español, la palabra “facha” abarca toda nuestra ideología, – si es que ésta, finalmente, existe como tal – de uno a otro extremo. Es decir, que te descentras un poco, digamos llevarle la contraria a alguien, y ya eres “facha”, de izquierdas o de derechas. Los símbolos son otra cosa. Te salvas cuando luces cualquier banderola, pancarta o pendón que no representen al país. Caso contrario, en lugar de patriota, propiamente dicho, serás un facha, tal vez de cuidado, según quien lo diga, que puede ser tu mejor amigo, si ha cambiado camisa vieja por chaqueta nueva…Parece que en todo el occidente civilizado, en lo que respecta a este asunto, también somos diferentes
Charles de Gaulle ya dijo en su día – y de esto sabía un rato – que existen diferencias insalvables entre patriotismo y nacionalismo (o nazzionalismo, para entendernos) Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero, al tiempo que es integrador; nacionalismo, cuando el odio por los demás pueblos es lo primero. Lo remató bien Albert Camus: amo demasiado a mi país para ser nacionalista…
Estarán bien cuantas leyes vengan a frenar el desenfreno cruel y avasallador, sin consentimiento. Como para tantas otras cosas, también hay que servir para hacer eso. Pero abundan, ya lo creo. Empiezan con Sarandonga y terminan con Burundanga. Tanto los padres como cualquier otro familiar deberían alegrarse porque sus mujeres, hijas, nietas, amigas, novias… disfruten de mayor seguridad y protección de las leyes, en tanto se avanza, a trancas y barrancas, en educación. Ya no hacen tanta gracia las viejas gracietas: “Si una mujer dice no, quiere decir tal vez; si, por el contrario, dice tal vez, quiere decir sí. Una mujer nunca dice sí…”
Los ingleses explican el concepto de consentimiento con una taza de té. Tampoco podía ser de otra manera. Saludos
El machifacha es un ser
con una causa siniestra,
sea de izquierda o derecha,
pues toma como a una presa
a la mujer,
y en esa trapacería,
como Juan antes de Inés,
se la bate en cacería,
hace del instinto ley
porque prefiere la trampa
y el truco del burundanga,
y así se la cuela al juez.
Mas no es cosa de creer
la relación consentida
cuando hay tongo en la bebida.
Un machifacha no atiende
a razones de igualdad;
su solo ego comprende,
lo expresa vindicativo
hasta un poco más allá
y en lenguaje inclusivo,
seguro de su abolengo:
¡Lástime que no me entienden
qué pene más grande tengo!
Luego está el macho alfa
ése que a todos sorprende
lejos ya del siglo veinte;
como es de armas tomar,
si no eres de su cuerda
a un tótem te amarrará,
te zurrará la badana
(en verano, con más ganas)
hasta hacerte desangrar…
No es fábula, escrito está
para loor de su manada
cual variopinta mesnada
que no encuentra su lugar…
Con todo, no es cosa nueva
en los dominios de España
sea en rediles o en cabañas
que un macho alfa se cubra
entre cincuenta y cien cabras…