Pitita se va al Caribe cuando la Semana Santa viene lluviosa y si está soleada se esconde en Pedregalejo.
-¿Sabes, chica? Yo soy católica, apostólica y romana, pero la Semana Santa no me va. Me parece una fiesta triste y fúnebre, con todo ese desfile de imágenes llorosas o agonizantes, que son sagradas, no te digo yo que no, faltaría más, pero es que, al verlas, se me encogen las carnes. Cómo te lo diría, el humo del incienso me hace lloriquear los ojos y la llama de los cirios y los tambores, ay, qué sé yo, me impresionan, me hielan la sangre.
Por otra parte, tú sabes que por congraciar a la cofradía de Quique, he salido muchas veces de mantilla. Guapísima que estaba yo, porque el negro nos sienta a las rubias divinamente. Hay que ver lo bellísima que salió Marisol en el cartel de esa guisa, retratada por Antonio Montiel. A mí, desde luego, esa chica me encanta, lástima que, en un tiempo, se casara con Antonio Gades y se hiciera comunista, pero a lo que íbamos, que lo de la mantilla no lo repito yo más. Imagínate tantas horas de pie por toda la ciudad con los tacones de aguja. Me salieron un montón de callos en los pies y hasta un juanete, que en las últimas paradas casi me planto y me pongo a cantar una saeta; ay, ay, ay, ay…
En una de esas, me dije, se acabó lo de hacerse la Pascua, ahora si me llaman, que sea para el Rocío, que es una fiesta bien alegre y más descansada.
-Pero ahí también se hace el camino, Pitita…
-No tanto, si vas en una buena carreta y, además, que lo suyo es pararse a cada rato a reponer fuerzas y, de repuestas, a bailar las sevillanas. Como una romería no hay nada en el mundo. Que camine quien quiera, cada cual a lo suyo, pero quien tiene carreta en condiciones y casa en Almonte, está toda la romería la mar de a gusto. Ya te digo, yo soy una romera como la que más, una devota de la Blanca Paloma, lo que no quita disfrutar de la fiesta con ciertas comodidades.
A Pitita, fervorosa de los placeres, sacerdotisa del hedonismo, le horroriza todo lo que refleje dolor, por ello le repele la Semana Santa que, aunque venga con un toque festivo, exalta en el imaginero el sufrimiento.
-Oye, pero esto no se lo contarás a nadie ¿verdad? que quede entre nosotras ¿de acuerdo?
-¿Cómo se te ocurre, Pitita? Yo soy una tumba.
-Es que dicen que es un riesgo estar con un escritor, pues tarde o temprano, lo larga todo. Imagínate, ahora hasta la Reina Letizia andará en lenguas por culpa de Alonso Guerrero.
-¿Y quién es ese Alonso Guerrero?
-Hasta ahora nadie; un profesor de instituto de literatura, creo que de Mérida, que escribía libros de vez en cuando, pero da la casualidad de que estuvo casado con doña Letizia antes de que fuese Reina y ahora se le ha ocurrido contarlo. O casi, porque cuenta unas cosas y otras no. Y eso que siempre ha dicho que quería guardar toda aquella experiencia en la más estricta privacidad.
Se ve que le han entrado ganas de vender, por fin, algún libro y salir del anonimato.
Un instituto deber ser muy aburrido ¿no?
-No, qué va, no te creas.
-Pero se ganará poco…
-Bueno…
-Menos, en todo caso, que Jimmy Giménez Arnau, el conde Lecquio o Belén Esteban y, claro, es difícil renunciar a una oportunidad así. Es que cualquiera tiene una relación con un famoso y ya puede vivir de contarlo en los platós.
-Pero si es un libro, Pitita.
-Ya, primero será el libro y luego vendrán los programas. Si no, ya verás.
Lo que yo me pregunto es por qué ahora que vuelve a actuar la censura, no le censuran el libro a ese señor. O le dan un dinerito para que se calle o se activa el delito de injurias a la Corona. Lo bonito de la Monarquía era antes que hiciesen lo que hiciesen los Reyes en su vida privada nunca salía en los papeles y mira que hacían cosas, pero con los rumores bastaba ¿para qué hacerlo público?
Si vamos a empezar a tomarnos la Monarquía a choteo, esto va a ser un sindios.
-¿Pero tan grave es lo que cuenta el libro?
-Gravísimo, dicen que en algunos párrafos hasta hay descripciones de la desnudez de la Reina. Te hablo de memoria, porque yo ya he conseguido un ejemplar, pero por supuesto no me lo pienso leer.
Es que, oye, menudo disgusto se van a llevar los eméritos; no quisieron que Felipe se casara con Eva Sannum, porque posaba en ropa interior como modelo, y ahora vamos a saber cómo es la elegida sin ropa interior siquiera.
Desde luego que es mala suerte, lo de haberse casado con un escritor, siempre acaban sacando los trapos sucios cuando se quedan sin argumento.
Ya sé que no es lo mismo, pero dime tú que te cuento cosas de mi vida íntima de corazón y tú las publicas así como así. Menos mal que sé que eso nunca lo harías, que eres una persona prudente y puedo confiar en ti de todas, todas ¿verdad?
-Claro que sí, Pitita, no lo dudes.
Pitita guarda las formas, es sincera
a su manera
su fe no mueve montañas y se queda
en la ladera
tal vez piensa que, mejor escribiera
Alonso Guerrero
algo como “Te trataré como una reina”
de Rosa Montero
por no acogerse a la ordinariez invasiva
de perfomances
condimentada por una troupe televisiva
y sus romances…
Vano intento, cuando ya es de ley airear
mientes e veras
de un tiempo que se adueñó la posverdad
más verdadera
que se aparta de los hechos objetivos
sin emociones
y es poderoso recurso y motivo
de peticiones
peregrinas, de creencias personales
a la deriva…
No hay mejor norma
que guardar las formas,
¿para qué airearlo todo?
Sin una doble moral,
nadie resiste,
hay que maquillar la realidad,
eso es lo nacional,
Pitita en ello persiste