Año nuevo, vida nueva. Pitita Pijiguarra se ha comprado una agenda con la cubierta en verde agua, decorada con corazoncitos y estrellas, y unas letras muy cucas que dicen; “Cada día es el mejor día de tu vida”. Dudaba entre ése y otro rosita palo que ponía “Nena, tú vales mucho” y el de más allá, en tono celestito bebé, que pone “La vida es como un selfie; sonríe”.
Dice que será su diario de buen rollo, que va a cargar cada página de energía positiva y que igual cuando termine el año lo publica como un libro de autoayuda.
-Es que quiero enseñarle a la gente a vivir con actitud y compartir mis experiencias constructivas- dice Pitita en pose transcendente de gurú budista.
Claro que sí, Pitita, es un gesto muy altruista por tu parte. En cuanto la gente sepa lo bien que te lo montas con tu visa oro y sin dar un palo al agua, se va a sentir mucho más aliviada y dejará de estar tan mustia. Total, como tú dices, la vida es muy corta para sufrir por menudencias; que si no sales del paro, que si te sobreexplotan en el trabajo y cobras una miseria, que si vienen los del desahucio y te quedas en la calle a verlas venir…
-Es que sólo si sonríes a la vida, la vida te devuelve la sonrisa. Hay que enseñarle a todo el mundo a sonreír. Ésa es la actitud y no pasarse el santo día de mal rollo, que hay que ver la de caras largas que te encuentras por todas partes- sentencia Pitita, inflamada de inquietud social.
Un rayo de sol invernal redobla el oro de la cabellera rubia de Pitita que, con abstracción mística, anota en la primera hoja en blanco de su cuaderno chipiguay, el lugar y la fecha. Ha nacido una nueva escritora para el mundo.
La dejo, embebida en su inspiración literaria, y me voy a ver la nueva película de Woody Allen que dan en el cine Albéniz.
A Pitita, Woody Allen no le gusta nada. Dice que no tiene ninguna gracia y que ella prefiere las comedias de Jim Carrey.
-Pero Pitita, si la película es una tragedia…
-Pues peor todavía. Yo al cine voy a divertirme y no a pasar un mal rato. A ese Woody Allen le falta actitud. Siempre está contando historias de fracasados y perdedores, que es lo que le gusta a la gente de izquierdas que va a ver sus películas.
Pitita, que ha aprendido las disciplinas del éxito en sus libros de autoayuda de colores pastel, identifica la izquierda con el fracaso; con ese tipo de gente plasta que por falta de espíritu emprendedor, se abandona al lamento y al catastrofismo.
La película de Woody Allen es una tragedia en el mejor sentido de la palabra. El cineasta que ha practicado este género junto al cómico, por el que es más conocido, ha perfeccionado el registro, alimentando este último producto con todos los grandes referentes de la tragedia universal.
La trama gira en torno a una familia muy desestructurada, tal y como se concibió el género en la antigua Grecia. Una mujer que, a causa de un adulterio, ha provocado el suicidio de su primer marido, sufre las tropelías pirómanas de un hijo traumatizado, que así venga la muerte de su padre como el Orestes de Eurípides o el Hamlet de Shakespeare.
La protagonista que es una actriz frustrada al borde de cumplir los cuarenta años, cuando con melancolía saca del baúl las galas fastuosas para recordar un pasado algo ilusorio, recuerda a Vivian Leigh en “Un tranvía llamado deseo”. Guiños como éste a los guiones inspirados en tragedias de Tennessee Williams y Edward Albee se suceden en el film.
Las discusiones tormentosas con efecto claustrofóbico entre la exactriz y el segundo marido exalcohólico emulan a los diálogos delirantes en espacios interiores, propios de estos dramaturgos, y nos remite a escenas de “¿Quién teme a Virginia Woolf?” o “La gata sobre el tejado de zinc caliente”. Incluso el vestido que lleva la actriz principal en un momento culmen es casi idéntico al que lucía Elizabeth Taylor en esta segunda película.
Por lo demás, la cólera que arroja la mujer contra la hijastra por usurparle el espacio en el corazón de su joven amante tiene mucho de Mrs Robinson en “El graduado”. Un clásico más.
Otro aspecto para analizar es el escenario donde se desarrolla la película; un parque de atracciones, donde una noria no para de dar vueltas que sugiere la idea clásica del mundo como decorado teatral y la vida como generadora de tramas que se repiten.
En definitiva, “Wonder Wheel”, la película de Woody Allen, es una tragedia que homenajea a la tragedia misma en particular y, en general, a los clásicos de la literatura y el cine.
Cuando salgo de la sala, me encuentro a Pitita en el mismo lugar de la terraza de “Café con Libros”. Al oscurecer, le vino el frío y se cubrió la espalda con la pañoleta de Burberry.
No ha añadido nada más al lugar y la fecha anotados. Como a los grandes escritores le asaltó el bloqueo ante la primera página en blanco.