En honor a la Navidad que se aproxima, los escaparates se han llenado de pijamas. Donde antes se ofertaban vestidos ligeros de lentejuelas con finos tirantes y espaldas a la intemperie, ahora hay pijamas de esa gruesa y confortable tela, llamada coralina, que ha venido a sustituir en el andar por casa a la lana del pirineo y al ya ancestral boatiné. Dichos pijamas, rojos por lo general, lucen en sus pecheras, motivos muy evocadores y entrañables; el Papa Noël, un oso polar, un reno o el tradicional muñequito de nieve.
Estas nuevas guisas que son tendencia en nuestras fiestas, a lo que se ve, vienen con su lección sociológica añadida. La crisis sigue y no es momento de poner la calefacción a tope y andar por los privados dominios en cueros como en remotas fechas más prósperas. Eso ya lo harán otros por nosotros. Esa gente que nunca tiene problemas de facturas y nos enseñan sus fastuosas mansiones, decoradas para la ocasión, en las revistas de famoseo que hojeamos en la sala de espera del médico y del dentista.
La Nochebuena se la reservo a los míos, dice aquella, ataviada de brillosas transparencias y subida a tacones de aguja junto al indispensable abeto, pero en fin de año, me hago una escapadita al Caribe para broncearme al sol de sus playas y bañarme en sus aguas turquesas. Qué reconfortante es leer declaraciones tan cucas en pleno proceso gripal. Que no falte el Ferrero Rocher, por favor.
Nosotros no nos vamos al Caribe, pasaremos las fiestas íntegras en casa con nuestros pijamas de coralina, a ver si le quitamos grados a la calefacción. La publicidad nos lo aconseja; ciudadano, quédate en casa, disfruta de la vida en familia, porque es lo suyo en estas fechas y, porque, además, la calle está carísima.
Pues eso, a casa, en pijama y con la familia, y cuanta más familia mejor, así nos daremos calor humano unos a otros y ahorraremos en calefacción. Habrá gozos y alharacas con la proximidad reunida y, si hay disensiones con la forzada convivencia, miel sobre hojuelas, las hostias también calientan.
Y, a propósito, que mi vecina de la casa de al lado también ha vuelto por Navidad como en los anuncios de El Almendro. Le han dado permiso en la cárcel por buen comportamiento y, en el firme propósito de reanudar las relaciones familiares con motivo de las fiestas, dijo:
-He venido para matar a mi hermano.
La mujer, vestida de pies a cabeza de cuero, impone lo suyo. De momento, amenaza con matar a su hermano, que es el único superviviente de su familia, pero como son muchos días para tan poca tarea, dice que igual matará también a los vecinos que la han molestado por quejarse de sus gritos, sus peleas y llamar encima a la policía.
– Pero nosotros no hemos dicho nada…
-Tranqui, con vosotros no va la cosa, pero esos, esos, me las van a pagar.
Ay, el hogar, el hogar navideño por más que uno se ponga pijama con pechera de Papa Noël, qué complicado se pone.
Por eso, en Málaga como alternativa al pijama se impone como prenda “el chándal pa comprar tabaco”. Es un desahogo de prenda. Cuando uno se ve en las últimas de las tensiones familiares, se pone el chándal y dice “voy al chino a comprar tabaco” y luego vuelve o no vuelve, eso es opción de cualquiera.
El chándal en Málaga no siempre es una indumentaria para hacer deporte; hay chándales pa comprar tabaco y también para ir de bares. El chándal para ir de bares fue, en principio, comprado para ir al gimnasio, pero, se queda, por el camino, en la intención. Por el camino al gimnasio hay demasiados bares y mucha gente que saludar y, entre unas cosas y otras, ya se sabe.
Esta Navidad, al igual que los chándales pa comprar tabaco e ir de bares, se verán muchos pijamas en la calle. La primera intención era usarlos para andar por casa, pero en Málaga, la calle tira tanto que saca a la persona de casa, como está; en pijama, bata y zapatillas, en medio del día o de la noche, por más que haga un frío que pela.
De todos modos, en casa también hace frío, porque las cifras en el recibo de la luz invitan a desconectar los aparatos. Otra cosa es que la vecina, como anunció al volver de la cárcel, quiera cobrarse la venganza y, para ahorrarse tiempo, del tirón y sin pensar en los daños colaterales, prenda fuego a todo el edificio. Ay, lo calentitos que vamos a estar.
No me digas que es verdad
que tienes como vecina
a alguien que busca a Jacq’s
aunque en versión corregida;
pero mira, sí que espanta
que tuviera la intención
o la actidud incendiaria
cual un baranda felón
llamado “el loco del chándal”,
que tal como está el cotarro
el cuero y la coralina
forman un paralelismo
que es cierto desequilibrio
y en aras de esta combina
aquéllos que lo padecen
siempre les da por lo mismo…
De que el sistema nos cuida
ya no existe duda alguna
el confort se consolida
contra la crisis aguda
Con tu chándal coralino
antes que al supermercado
ahora te bajas al chino
siendo la mejor opción
echarte a lo barato
cuando has fundido el saldo
con ritmo de Contador…
Nada, que hace treinta años
aún teníamos de to…
Gracias, Winspector, por recordarme estas sevillanas, me son de gran inspiración. En lo popular, está la esencia. Eso lo sabían los dos más grandes novelistas de España; Cervantes y Benito Pérez Galdós. Y si nos ponemos a la poesía, García Lorca.
Con todas las distancias posibles e imposibles, una come del mismo alimento.