El majarón malagueño. Parece que no se puede añadir nada más sobre el asunto. Ya hay una obra muy extensa sobre este tema, “Teoría del majarón malagueño”, escrita por mi buen amigo y compañero de La Opinión de Málaga, Alfonso Vázquez. Una obra que irá por las tropescientas mil ediciones y que debe de ser disfrutada ya por los indonesios, pues imagino que no hay idioma al que no haya sido traducida. Tal es su provecho y enjundia.
No obstante, desde la humildad, me voy a permitir escribir esta loa al respecto, pues ese gen majarón, consustancial y único de mi ciudad, lejos de abochornarme, me llena de orgullo. Sea que, entre los nuestros, hay majarones que únicamente dan por el saco, pero hay que decir que los que salen con talento son criaturas que sobresalen entre la humanidad mundial y dejan boquiabiertos con sus originales haceres a Oriente y Occidente.
Pongamos que sólo un majarón como Picasso pudo pintar como él lo hizo y, de camino, revolucionar para siempre la Historia del Arte. ¿Que hay otros locos geniales de la pintura, por ejemplo, Van Gogh? Vale, pero hay que reconocer que el pintor holandés no pudo llegar tan lejos como Picasso, que Picasso triunfó en vida y no hubo de esperar a vender después de morir como el segundo y que lo hizo, arriesgando mucho más -en los retratos de Van Gogh los ojos son raros, pero siguen siendo dos y no cuatro, y sus girasoles, aún siendo únicos y particulares, se reconoce enseguida que son girasoles-.
Y es que el majarón malagueño, por más que sea de la más rara extravagancia, no es un loco misántropo. Tiene habilidades sociales como para caer simpático y hacer gentes por donde quiera que vaya. En su tierra, es querido, aunque no comprendido. Algunos manuales de pintura malagueña de principios del siglo XX dudaban de si incluir a Picasso en su nómina, “porque todavía no sabemos si es pintor” y su maestro, el pintor Antonio Muñoz Degrain, se escandalizaba coléricamente cuando el discípulo le mostraba sus últimas creaciones:
-¡Pero, Pablito, esto es un mamarracho! ¡Vas por muy mal camino! Y lo lamento porque dentro de ti estoy seguro de que hay un buen pintor.
En tanto, París aplaudía las rarezas del muchacho y le decía Oh là là!!!!
Tenemos que ser más cariñosos con nuestros majarones, porque hacen bandera de nuestra patria chica y, al final, el mundo los aplaude.
Comentaba mi compañero, Francis Mármol, en su sección “El Castillo del Inglés” que Chiquito de la Calzada, antes de ser famoso, hacía sus parodias en los bares locales para que lo invitasen a una copa y, lejos de ello, lo echaban a patadas.
¿Quién iba a decir que luego triunfaría en TVE y toda España repetiría sus expresiones, tales que finstro y pecador de la pradera , creando un innovador y pegadizo lenguaje nacional? Cuidadol, protejamos lo nuestro. ¿Es que tenemos que esperar a que nos digan en Paris o Madrid que los nuestros valen para empezar a valorarlos?
El majarón, en ciertos casos, puede ser muy creativo. Decía Gustavo García-Herrera, médico malagueño, escritor y estudioso del Arte, que, en el comportamiento humano, es necesario un componente de cierto desequilibrio y que ese desequilibrio es imprescindible para los artistas.
Así pues, majarón no es un insulto, sino la expresión acorde para un talento imaginativo. Muchos de estos conciudadanos que lo comparten, me alegran la vida y me llegan al corazón.
Pienso en el Mocito Feliz, que es ya conocido por toda España en su afán de servirles de telón a los famosos y en el intérprete infatigable de “Cantinero de Cuba”. También pienso en esa mujer que me recuerda el pasar de las estaciones, cuando ando tan ensimismada en mis asuntos que casi no advierto nada fuera de mis preocupaciones, si no es porque la señora, disfrazada de Papa Noël, me recuerda que es Navidad o, vestida de flamenca, indica que estamos en Feria.
Todos ellos tienen su retrato en las paredes de los edificios del barrio de “Lagunillas”, que es el Soho, el verdadero Soho malagueño. Tan cerca del centro oficial y tan diferente del centro oficial. Un lugar para reconocernos y encontrarnos; creativo, peculiarísimo y sólo posible en una ciudad como Málaga.
Por allí campan cada vez más los extranjeros a sus anchas. Encuentran lo que buscan; el espíritu autóctono. Sin franquicias globalizadoras, se prodigan por la calle, tiendas, bares, fruterías, pescaderías y droguerías de barrio de los de siempre (hay un comercio cuya fundación data del siglo XIX). Nuestra Málaga profunda sigue teniendo allí su hueco. Un hueco que hay que proteger y mimar por el bien de todos. Por favor.
Loable majarón, tan malagueño y tan nuestro
que rehúye la alcurnia y el tronío
de lo estable y de lo establecido
para darle a cada cosa su “momento”
sin mirarse el reloj ni el calendario.
De buena mañana el sol le espera
(o le esperaba) cerquita de La Campana;
ya por el centro, ya por el barrio
el mundo atento al acorde de su soflama
gloriosa, nocturna y con garbo
en el Café Central y en la Aduana…
En el café de La Loba,
en los tablaos del Chinitas
y, al final, se fue a Madrid
o a París, pues necesita
salir
para que le den coba,
allí, en su patria chica.
Tiempo ha que se decía
si el rico se va a Madrid
y el pobre tira pal norte….
¿quién queda en Andalucía?
Los majarones
Que no serán tales luego
si les sonríe la fama
o la fortuna los llama…
La suerte del perulero
en sus filones
Mas si vuelves de vacío
de cara al paisanaje
aparte de ser malaje
serás majarón perdío
como homenaje
Aquel soldado del Tercio
por parecer majarón
volvía, de mesón en mesón
dejándose el estipendio
ganado en Flandes…
¿Acaso no era lo mejor?