El acoso laboral. Hace unos años se escribían amplios reportajes sobre este tema. Ahora, sin embargo, se nombra poco ¿por qué? ¿Es que ese delito ya no existe?
La respuesta es que sí, que existe más que nunca, pero, ante males mayores, casi nadie se atreve a denunciarlo. Esto es; conseguir un trabajo se ha convertido en una fortuna tan grande que no importa ya las condiciones en las que se haga, dando de entrada igual que los horarios sean abusivos y el sueldo mínimo o en algunos casos, ninguno.
La esclavitud es una pauta aceptada en la sociedad actual. Oyes a gente que padece una explotación sobrehumana -o, más bien, infrahumana- y te comentan; “No me puedo quejar a cómo andan las cosas. Otros están peor que yo”. El conformismo se ha instalado entre las masas de una forma inaudita ¿cómo hemos llegado a eso?
Pues bien, mientras nos hemos ocupado de asuntos más ruidosos, se han ido recortando hasta la mínima expresión los derechos de los trabajadores de un modo sigiloso. Se han decretado leyes de las que no estuvimos al corriente y han obrado sobre nosotros con la política aplastante de los hechos consumados. Antes de que nos amenace la muerte, las reformas laborales nos demuestran que no somos nadie.
El trabajo que era antes un derecho es ahora un privilegio, de modo que un maltrato del superior es una completa minucia. Hay que aguantarlo, cómo no, si no te vas a la calle. En una empresa privada el tema se maneja así, el despido disuade de cualquier protesta, pero tampoco en otros sectores presuntamente más seguros es sencillo reivindicar un trato mejor.
El acoso laboral es un delito tipificado en el código penal, un crimen cuya condena oscila entre un año y nueve meses a tres años de cárcel, además de una indemnización material que se exige del causante a la víctima. Poca pena me parece cuando quien lo comete arruina la vida de una persona hasta hacerla enfermar y en no tan pocos casos arrastrarla al suicidio. Los acosados, sometidos a toda clase de periódicas humillaciones y vejaciones, pierden la autoestima y se autoagreden de una u otra forma. Como se tipifica en estos casos, suelen ser personas autocríticas y perfeccionistas que acusan los golpes con mayor vulnerabilidad y se sienten culpables de ineficiencia, aunque no comprendan el motivo.
El acosador, en cambio, no se plantea nada. No tiene empatía. Disfruta de su situación de poder que le permite el placer de hacer daño a sus víctimas y sabe que lo tiene todo a su favor. De cualquier forma, sus presas caerán. Sea si se quedan en su institución, siempre amenazadas por la apertura de confusos expedientes o sea porque pidan una baja laboral. La baja laboral de un acosado requiere intervención psicológica y psiquiátrica. O sea, supone una medicación que, con sus contraindicaciones, puede dañar a los órganos internos y desatarle reacciones psicóticas que, en principio, no tenían. De esa manera, cada vez más trastornado, experimenta el rechazo social.
La agresividad vivida lo torna irascible y desconfía de todos. Así comienza a aislarse de su familia y sus amigos, que sin entender su mal lo tachan de obsesivo y le restan importancia. Como el aislamiento social agrava la depresión, en un último estadio de su enfermedad, se quitará la vida, lo que será interpretado como causa de un trastorno mental, por lo cual se desviará el verdadero origen del conflicto, y la víctima morirá en el cénit de su propio desprestigio .
Según estudios de especialistas, el acosador no se detendrá hasta lograr este objetivo e incluso podrá hacer un seguimiento de la víctima aun cuando cambie de lugar de trabajo y amplificar su espionaje al ámbito de su vida privada; se trata de conductas del todo irracionales, pero tengamos en cuenta que hablamos de perfiles psicóticos.
El acosador, pese a ser un profesional mediocre o precisamente por ello, es narcisista y megalómano y tiende a reafirmar su autoestima en la repetición de tal tipo de comportamientos. Siendo así, privará a su institución o empresa de trabajadores valiosos y multiplicará sus pérdidas materiales por las bajas laborales causadas y, a la postre, el pago de las multas.
El acoso laboral es un delito que nos perjudica a todos y, sin embargo, cuenta con muchos obstáculos para ser erradicado. Según las leyes vigentes, la prueba de mayor relevancia para “demostrar” un acoso laboral es la cantidad de años que lleve padeciéndolo la víctima y la gravedad de sus informes médicos. En tales circunstancias, pues en la duración del acoso se van prolongando males psicosomáticos como insomnio, desórdenes alimenticios, taquicardia, trastornos digestivos, toxicomanía, etc…, es probable que cuando el acosado reúna el tiempo de acoso requerido haya muerto ya. Hecha la ley, hecha la trampa.
Por nuestra parte, en cualquier caso, debemos desmontar el tabú en el que se envuelve este delito. No es posible que un acosado tenga que sentirse solo e incluso culpable como antiguamente las mujeres violadas o maltratadas por sus maridos. De modo que si detectamos algún caso, hemos de denunciarlo. Si no, estamos siendo cómplices de un delito, que algún día podremos sufrir también. Atención.
Con tanto y tan precipitado acontecimiento, que no da tregua al atónito habitante de España, el acoso laboral – como si de la lista de éxitos musicales se tratara – ha pasado a ocupar la quinta o la sexta posición; si no en la cabeza del afectado, sí al menos en la tabla de prioridades más inmediatas. Y es que se trata de vender, a precio inmejorable, la moto, la burra…Ante tales expectativas, ¿qué acosado no dejaría para mejor ocasión el pensar, de manera constante y vana, en su “carga extra” de trabajo…? De acuerdo que, en tiempos, abundaron los reportajes denunciando esta lacra social, se hicieron cosas y tal vez, a largo plazo, despacito, como manda la dichosa canción y el sentido común rajoyano, se hubiera conseguido hacer desaparecer del mapa laboral la figura del acosador….
Pero no. Últimamente, las cosas, aquellas que realmente importan, las de comer, los derechos sociales y laborales… están cayendo todas por aburrimiento. Y eso es un gran logro (y un alarmante síntoma de la apatía que nos envuelve) de los sagaces inductores, por cuanto lo han conseguido sin apenas violencia, sin despertar sospechas, al tiempo que han sido capaces de montar una revolución, larga, duradera, infinita, de gente rica y pudiente, para que dé la impresión de un pueblo en lucha. Ante esto, ¿qué persona, acosada o no, podrá resistirse al muermo? Lavorare e tacere, no le queda otra. Precisamente hoy, día de los fieles difuntos…
hola , que podemos hacer ante la destruccion de los bienes inmuebles por acoso? , mi bully ya llega hasta mi casa y me pinta las paredes con spray con logos indesentes !!!!