Lo Vintage

2 Mar

El otro día vi un vestido de la tía Charo en una tienda vintage.  Las tiendas vintage, me explico, son esa clase de comercios que venden foeles de segunda mano de los años setenta, muy similares a los que vestía Pili, la peluquera, en la serie “Cuéntame”. Ese tipo de modelitos horrorosos que, en la pretensión de ser modernísimos, envejecieron peor que los de las más discretas décadas anteriores. La elegancia que casa bien con la contención y la austeridad, se lleva en cambio fatal con el exceso. Y digamos que los setenta en su afán por lo excesivo, dieron de sí la moda más horripilante que concebirse pueda. Una locura imposible entre el pop y la psicodelia con tendencia al color chillón, que en este país se acogió a las mil maravillas, tras el hastío de tantas décadas de dictadura en blanco y negro. Los setenta fueron una sed efervescente de libertad que, en la moda, se tradujo en pura transgresión y desafío a la norma estética. Los estampados de los vestidos combinaban colores incombinables que se mordían entre sí, sin armonía ninguna entre cálidos y fríos, los largos cuellos de las camisas desafiaban a la ley de la gravedad y los pantalones bien ceñidos en la cadera, batían campanas en la pantorrilla. Todo un súmmum de despropósitos en formas y medidas que dejó testimonios indelebles en las cámaras Kodak del momento, tan subiditas de tono en el revelado.

Contemplar aquellas fotos de rabiosa juventud de nuestros antecesores, ha sido materia de diversión para generaciones postreras. Cuanto más moderno fuese el tito o la tita en cuestión, más risa daba; “anda, mira, qué pintas”. Porque no sólo eran las fantochadas indumentarias, sino las excrecencias capilares; los cardados, las pelucas, las patillas, los inmensos bigotes y las barbas tremendas y también los maquillajes; aquellas sombras de ojos en azul o verde eléctrico y los labios pintados en fucsia o naranja fluorescente como la Fanta de naranja.

De esa guisa, rabiosamente rompedora, irrumpió la democracia en España antes de que acabase la dictadura. Y las tías solteras, como tía Charo, abandonaron la clausura forzosa del hogar para frecuentar los bares, fumar y cruzar las piernas, pidiéndose un Bitter Kas. Benditos tiempos aquellos. De esa época quedó una incierta nostalgia y aquellos modelitos infames en el armario, que tal vez fueron a parar al ropero de los pobres y que los pobres no quisieron porque, pobres y todo, también tienen su dignidad.

A estas alturas, pensábamos que los habrían quemado en una fogata para combatir los fríos del invierno a la intemperie, pero no. Ahora, en lugar de ropa vieja, se llaman vintage y cuestan un Potosí. Para que las cosas adquieran un valor, sólo basta con cambiarles de nombre; “Vintage”, cómo mola.

Por lo demás, lo importante, como siempre, es el concepto que, como concepto, es asunto inmaterial y no tiene precio; o sea que vale un huevo de la cara, aunque no se entienda por qué. Es lo que tiene el concepto.

Uno va a una tienda vintage y se siente cool comprando ropa vieja. Es lo último y lo último es la última palabra. Si le regalaran esos vestidillos horrorosos, no los querría, pero los compra carísimos en una tienda vintage y eso cambia mucho las cosas.

Las tiendas vintage son muy cuquis, recogiditas y confortables como la casa de Pin y Pon y las dependientas de dichas tiendas amabilísimas. Hay que tener unos modales exquisitos para convencer a alguien de que se lleve un modelito espantoso de segunda mano, pagándolo a precio de oro.

Nos pueden decir que reciclar es más ecológico que fabricar y eso nos convence un poquito, pero si nos dicen que lo de comprar ropa de segunda mano es lo más en Nueva York nos convencen del todo. Al mono, que todos llevamos dentro, como bien decía Darwin, le priva del todo imitar. De ahí el éxito de las modas. Nadie sacaría del armario el vestido de su tía Charo para ponérselo gratis, pero sí está dispuesto a ir a una tienda vintage a gastarse una pasta para ponerse el vestido de la tía Charo de otra persona cualquiera.

Las modas son una cuestión espiritual, un asunto de fe; se siguen aunque no se comprendan.

Quién iba a decir que la moda payaso de “Crimen Ferpecto” que ideó la chica fea de la película sería una realidad. Que lo último sería teñirse el pelo de rosa y violeta y combinar vestidos con zapatones y gafas de enorme montura de colores.

En cualquier materia, no hay nada mejor que apostar por los clásicos para mantener a flote la dignidad. Me parece.

16 respuestas a «Lo Vintage»

  1. ¿Foeles..?, pero, ¿y ese punto granaíno? ¡foh!. En fin, siempre es tiempo de reinventarse, volviendo la vista atrás sin complejos. La ropa vieja, hoy, en su capacidad de adaptación, ha devenido exquisitez culinaria y antes no pasaba de comida sobrante, de pobre, para acabar con ella en el próximo desayuno, previo machaque de garbanzos con chorreón de aceite. La cuestión es que lo esencial, lo “invisible”, lo que darían algunos por volver medio siglo atrás, suele venderse a buen precio para el vendedor (salvo la oferta que nos hace John Kincade en su canción “Diez sueños del ayer por un penique”) Aunque el cabo de puesto te dijera muy serio, en el bar, que si es que en España no teníamos bandera o qué – porque llevabas la inglesa en la hebilla del ancho cinturón –; y cosas así. Tenía su gracia, aparte que tenías menos de veinte años, cuatro dedos de tacón, dos cuartas o más de campana, medio metro de melena…y algún billete, que no tarjeta, para estar hasta las tantas (o más) de pindongueo, que se decía, sin controles de tráfico, ni de horarios, ni de ruidos, ni de precios…menuda dictadura. Que se lo digan a Sofía, allá por el verano del 75, que tuvo que cambiar de nombre (Lucía) para no incomodar a la princesa, hoy reina madre…
    https://www.youtube.com/watch?v=-r-0yMG7x3A

    Buongiorno!

    • Pues Winspector yo creo que en materia de censura, también vamos de vintages, ya que casi se penaliza la expresión de cualquier contenido en atención a lo políticamente correcto. De ahí también la planicie y simpleza del panorama…

      • No sé cómo acabará la cosa, ya que nos movemos en los confusos límites de la corrección política, pero el caso es que por las redes anda dando vueltas la foto de una mesa bien surtida con toda clase de mariscos (del “Mare Nostrum”) y se acompaña de mensajes que aluden a la buena calidad de los mismos, por estar – los mariscos de este mar – muy bien alimentados, desde que existen las “pateras”…En el fondo, no es más que un macabro toque de atención a los rollizos amantes de las mariscadas, al objeto que se centren, sobre todo, en las barricadas, antes que el ácido úrico les impida moverse con la soltura que sería deseable en ellos. Un respiro para el sufrido y agostado marisco, vaya.
        Incluso en el otro lado, menos oscuro si se quiere, pero igualmente imprevisible y, de suyo, natural, a los incipientes veganos españoles se les da cumplida información sobre la vida y obra de las plantas, haciéndoles especial hincapié ( a riesgo de acabar como Miguel Servet en Ginebra) en que, dentro de ellas, la savia circula por sus vasos…

        • ¿Telepatía, Winspector? Vengo de un acto donde se ha presentado un número de la revista «Cuadernos del Rebalaje» con el título «La frontera del Mediterráneo» sobre los inmigrantes que a veces se dejan la vida en el mar por llegar a la Europa deseada. Soy muy sensible a este tema, que ya sabes, traté en el cuento «NadaDora y Boquerón».
          Y bien, cómo no van a seguir arriesgando si trabajo no les va a faltar aquí. En cualquier negocio es un chollo tener trabajadores a 14 horas de jornada con un jornal de poquitos euros. Y con una sonrisa para el cliente, a pesar de todo. Al menos los que sonríen han sobrevivido…

          • La OTAN culminó, a su manera, la Primavera Árabe en el Magreb, bombardeando y creando un clima de terror que se reparten clanes, tribus, varias ramas del islamismo radical… Hoy el riesgo al naufragio se mira cada vez más de frente, ya que ellos, esos africanos de toda la vida, sabían incluso morir a carcajadas cuando iban a ser fusilados por los colonizadores. Cómo no van a sonreír, una vez llegados, si lo único que harán será, simplemente, trabajar duro a jornada completa. Una delicatessen. Los refugiados retenidos en Turquía, a cambio de miles de millones de euros comunitarios, serán menos optimistas.
            Que tengas un feliz día, Lola, aunque sea trabajando. ¡Chin!

          • Gracias, Winspector!!!
            Es complicado saber por qué
            nacer
            es peor de un lado o de otro lado,
            ser mujer
            o refugiado.
            El hado es como una barca
            dijo Calderón de España
            y Turquía es una cueva
            sin Rosaura
            y sin Estrella.

  2. Lola, yo creo que el valor excesivo es el de un ojo de la cara, y no el de un huevo de la misma. Pero tampoco puedo afirmarlo categorizándolo, axiomatizándolo, asegurándolo o enfatizándolo perfectísimamente. Vamos, que me repliego hasta conocer tu opinión. Enhorabuena por el artículo.

  3. Ya sé que la expresión tópica es «un ojo de la cara», por eso » un huevo de la cara» me pareció mucho más elocuente y llamativa. Pero explicar la hipérbole del chiste, no tiene gracia…

      • Hipérbole inverosimil o cualquier otro recurso retórico por el que el humorista dice cualquier barbaridad para llamar la atención e invitar a la hilaridad. O sea, quise decir exactamente «un huevo de la cara», porque «un ojo de la cara» se queda corto y a «un huevo» a secas le falta sal.
        No es despiste
        que es amor al disparate
        y el loro como el dislate
        necesitan de su alpiste.
        El humorista es un vate
        y estas fuentes
        le deben sus años tiernos
        a Gloria Fuertes…
        Oye, mira la indirecta, a propósito…

  4. Lola, gracias por responderme. Lo de la indirecta no lo pillo, pero tal vez sea porque estoy cada vez más alejado del barroquismo inútil y de los juegos infantiles. Sobre el artículo, coincido con Juan Benet cuando decía que poco hay de nuevo hogaño y mucho de tradición/repetición/costumbre. Me recuerda tu texto al famoso «Hay que ver, hay que ver, las ropas que hace un siglo llevaba la mujer. Creo yo, creo yo, que de una de esas faldas salen lo menos dos». Pertenece a «La Montería», zarzuela de éxito. El mismo que te deseo en todas tus actividades. Porque alguien tenía que decírtelo. Disculpa el plagio.

  5. ¿Carlos? Imagino que será otra hipérbole de las tuyas. Sobre la moda, un pequeño apunte. Es un negocio. El personal la cultiva para ganar dinero. Dio la casualidad que a la muerte del dictador se llevaba esa moda fuera de España y por eso aquí se copió. Y hoy, salvo excepciones, igual. Se van los fabricantes cada temporada a Milán, París o Londres, plagian lo que se va a llevar y el personal lo adquiere. Nada más. Ni los setenta fueron tiempos de ansia de libertad ni hoy la estética es libre. La gente copia lo que ve, se pone lo que sale en la tele y se rapa como el calvo del anuncio de la lotería. Y la dignidad está dentro de cada uno, no en la ropa que se pone o en el maquillaje que adorna los «huevos» de su cara. Lamentablemente, de tu ropa también se reirán aunque sea clásica. Es la .ley de la existencia. Los jóvenes se ríen de los viejos y los viejos de los jóvenes. Y los de mediana edad siguen trabajando para sostener tamaño cambalache. Pocos presumen de comprar en esas tiendas que son como todas. Pequeñas porque no hay dinero para pagar el alquiler de las grandes, dependientas explotadas pero sonrientes por llevarse algún que otro euro a fin de mes y tías Charos maldiciendo su suerte por dentro, aunque por fuera fumen, beban o amen a sus presentes amigas mientras maldicen a las ausentes. Ya te digo, un cambalache llamado existencia, vida, dinero, amor, hasta que el tiempo pone a cada uno en su sitio. A cada uno en el mismo sitio. La farsa o la selva. Y a seguir con ripios engañando a la monótona rutina de cada día. con el «yo» como única medida. Saludos a Carlos de tu parte.

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