De rebajas con tu hombre

27 Ene

Los veo caminar tras su señora con paso apático y la mirada patibularia del cordero que llevan al matadero. Van de rebajas y no les gusta ni un pelo. Entre el bullicio entusiasta de las señoras que revuelven en los montones de ropa, asisten de pie al espectáculo con gesto mortificado y ánimo ceniciento, sirviendo de perchero al chaquetón de la esposa, que explora el efecto de las prendas escogidas en el probador para salir luego a desfilar ante su hombre en la falsa ilusión de que esta vez muestre algún entusiasmo:

-¿Me queda bien, Gerardo? ¿Qué te parece?- pregunta Mari Tere, envuelta en un abrigo de color imposible, que es la última barrabasada de la moda.

A lo que Gerardo responde con la misma empatía abúlica de una merluza congelada:

-Hombre, a mí no me parece ni más bien ni menos bien. Lo importante es lo que te parezca a ti.

Y Mari Tere vuelve mustia al probador con la autoestima hecha ciscos. Si lo importante es lo que a ella le parezca, para qué se habrá traído a Gerardo, para qué. Y lo mismo se pregunta Gerardo, qué hago yo aquí, qué hago.

La situación, pese a lo decepcionante se repite, por esa fatalidad humana que nos empuja a reiterar los errores.

Después de tantos años, Mari Tere, como todas las esposas del mundo debería comprender que es más difícil que un hombre sienta algún interés por una tienda de modas que un camello entre por el ojo de una aguja. Será un tópico, pero como todo tópico, tiene una gran base empírica. Normalmente, si un hombre va a una tienda de ropa es porque vive solo y necesita sustituir su camisa azul, su jersey marrón y sus pantalones beige por otros del todo iguales, cuando estos se deshacen de puro viejos y sabiéndose las tallas con antelación, pide lo que quiere, lo paga, y se va como alma que lleva el diablo. En caso de estar en pareja, delega esta tarea en su mujer con la condición de que no se deje llevar por la fantasía. Que algunas lo hacen y ahí va la reacción colérica de Gerardo y el disgusto de Mari Tere, que es un poner nombres a los estereotipos:

-Pero, vamos a ver, Mari Tere ¿tú es que me quieres vestir como un payaso? Ve a descambiarlo todo ahora mismo.

Y bien sí, es lo que hay; camisa azul, jersey marrón y pantalones beige, lo de siempre. Y gracias, porque cuando el hombre se pone estrambótico en el vestir, ya sea en la crisis de los 40, los 50 o  los 60, es porque está viviendo una aventura. El hombre fiel viste siempre igual. E igual sigue yendo de rebajas con su mujer sin ninguna pasión.

Pero Gerardo, si de todos modos, vas a cumplir ese rito que tanto te mortifica, ¿por qué no le echas algo de chispa a la cosa?

Por horrorosa que sea la ganga con la que tu esposa se envuelva, cuando te pregunte qué te parece, dile siempre que maravillosa y alégrale la tarde. ¿Qué trabajo te cuesta?

Y, por favor, no la llames “hombre”. Si luego se desmotiva, se le cortará la mayonesa y tendrá crisis existenciales ¿merece eso la pena?

Ponle un poco de talento a la felicidad de tu mujer, pues una mujer feliz en casa es igual que tocar el cielo. Así que, atención al dato, estas son las respuestas adecuadas al salir del probador:

-Gerardo ¿Esta camisa no me queda muy estrecha?

-Qué va, realza tu figura. Estás muy sexy.

-¿Y la falda? ¿No es muy corta?

-Para nada. Así se ven esas piernas tan bonitas que tienes. Ya quisieran las niñas de veinte años.

-¿Y este abrigo en verde cobalto, no será demasiado estrambótico?

-En absoluto. Te favorece muchísimo.

Pues bien, ésa es la actitud. Nada que yo me haya inventado, pues procede del tratado de Ovidio, el Ars Amandi, que le valió al autor por inmoral el destierro dictado por el emperador Octavio Augusto, quien alegaba malas influencias en los textos,  sin pararse a considerar lo benefactores que habrían de ser para las generaciones postreras, ya que no sólo enseñaban a escoger y seducir a la mujer, sino también a conservarla. Ciencia que ahorraría al mundo tantas discusiones conyugales y tantos divorcios.

Sin duda, hay que volver a los clásicos. Complacer no cuesta tanto y el placer que se derivará por ello será el más grande de los galardones. Comparte, Gerardo, con entusiasmo la tarde de tiendas con tu mujer y verás que ella también se entusiasma con ese partido de fútbol.

Es inevitable que la simple cuestión de género nos haga preferir unos u otros placeres, pero ceder y conceder es el mayor de los talentos y la más grande de las sabidurías.

8 respuestas a «De rebajas con tu hombre»

  1. Parece que el hombre de ayer y de hoy, antes que por las artes amatorias, continúan decantándose más por el estómago; una mesa bien servida y guarnecida conquista a cualquiera, ¿cómo te lo vas a llevar después a las rebajas, con el muermo que da? Además, que para eso no se ha casado. Mejor hubiese continuado con su alegre soltería y comprándose lo primero que le entrara por el ojo; aunque el estómago, habituado a las delicias de la mamma…Yo mismo, en cierta ocasión, acompañado de mis padres, me fui a probar un jersey de cuello cerrado. Era el año del estreno de Jesucristo Superstar en el cine y, lógicamente, había que ir a la moda con aquel peazo melena…Entonces le pedí a mi padre que me ayudase a sacar fuera el pelo; cuando terminó me dijo, medio en serio medio en broma: “ a ver si te cortas ya esas greñas que tienes, que pareces un pintor, por no decir otra cosa.” Y es que ir de rebajas con hombres de la ínclita raza…
    Muy bien por tu parte que intentes aclarar esos vericuetos próximos a la caverna, que todavía nos hacen la vida tan difícil a hombres y mujeres. Ceder, conceder, desaprender…En definitiva, educar, ars vivendi…
    Saludos

    • Bueno, Winspector, seguro que en tu máxima juventud, o sea, hace muy poco, esa melena era la delicia de las nenas. Y a tu mujer, en las rebajas, le dices lindezas que la hacen muy feliz. Eres un clásico en el mejor sentido de la palabra. Eso se nota a la legua. Ojalá que tu ejemplo cunda en las nuevas generaciones!!!!

      • Lola, ti prego non farmi ridere di quel modo…¿cómo se te ocurre ponerme de ejemplo a seguir? Con esta cabecita que me mandó el Señor….Pero sí, aquellas melenas, algunas, tenían cierto encanto, con sus ricillos de muelle en los laterales, que tanto gustaban; y si, encima, los sábados pasabas por la peluquería…Más que delicia (palabra todavía sospechosa, igual que el hecho de ir los sábados a arreglarte el pelo, aun siendo en Suiza; no te digo na en España, tierra adentro…) se decía “el terror de las nenas”. De mi mujer, aparte que es guapa, de hermosos ojos, trabajadora, buena amiga y compañera solidaria, mejor no digo nada, que luego to se sabe y acabamos como en la clásica canción:

  2. Ma, quale idea!!! Sí es verdad que te va el papel de Adriano Celentano, pero, yo, en tus sábados noche, te veo más como Pino D´Angio. En plan así, non è vero?

    • Urca! Va bene, va, jaja. Ma ci vuole fare un piccolo cambio sul tempo verbale: “Con tutte le ragazze Ero tremendo…” Se pueden tener diversas razones, más o menos convincentes; pero a ver cómo lo explica, traducido al español y con aires de tango, Nino Ferrer. Dices tú de mili, de rebajas…

    • “…Quedó la melancolía / vagando por el jardín / Sólo la fuente se oía…”
      Nada, ahí se queda la melancolía y me voy al Café des Trois Colombes, le rendez-vous des amours sans abri…

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