La Casa Blanca, más blanca que nunca

11 Nov

La paradoja ha desteñido. Se quedó vieja aquella ocurrencia, tan celebrada en otro tiempo, de que un negro ocupase la Casa Blanca. Ha ganado las elecciones Donald Trump y la Casa Blanca será más blanca que nunca. Trump planea un gobierno donde los blancos hagan valer su estatus superior ante las demás etnias invasoras. Expulsará de EEUU a los inmigrantes sin papeles y cerrará las fronteras al mestizaje. El sueño americano será privilegio exclusivo de los americanos de toda la vida, de los descendientes del Séptimo de Caballería que exterminando a casi todos los apaches, confinaron a los restantes a las reservas. La historia, que funciona por ciclos, no siempre progresa, sino que, a cierto punto, regresa para volver a instalarse en tiempos pretéritos. Ahora esos tiempos añejos que regresan son incluso anteriores a la guerra de secesión y al nacimiento de Abraham Lincoln. Los inmigrantes, con situación debidamente reglamentada, podrán quedarse a condición de trabajar sin descanso por levantar el país donde viven de prestado. No es cierto que se vayan todos. Alguien tiene que encargarse de hacer los trabajos que los demás no quieren y ahí está su oportunidad en la tierra de las oportunidades. Claro que, a cambio, tendrán que costearse la sanidad y la educación de sus hijos, quienes no serán del todo americanos por el simple hecho de haber nacido en América; o sea, en EEUU. A quien pueda y quiera quedarse, por lo que promete Trump, no le faltará el empleo de muchísimas horas y apenas derechos. La esclavitud, que se llama y vendrá hasta nosotros como última tendencia de Yanquilandia, si bien no es moda que ya no hubiese dado en nuestros propios lares sus avances. La xenofobia, la anti-globalización y el conservadurismo más rancio han hecho una gran mella en la política europea de los últimos tiempos, que contempla la proliferación de los partidos de ultraderecha y el éxito del Brexit. Los nacionalismos con sus apologías de la defensa del territorio y la pureza de la raza suplantan al anterior espíritu cosmopolita. La Ilustración cede de nuevo ante el Romanticismo y sus asuntos de las fortalezas inexpugnables y las jerarquías medievales. O, más atrás aún, porque viendo las maneras de Trump, jaleadas por los bramidos de su jauría de simpatizantes, nos retrotraemos a la Edad de Piedra.

Por algo patán Donald no ha hecho ninguna alusión ni a la educación ni a la cultura en su programa ¿Educación para qué? Si él ha llegado a ser millonario sin ninguna.

El secreto de esa prosperidad que pretende extender, como presidente, a EEUU será el ahorro; tanto en buenos modales como en política social o medidas medioambientales. Por supuesto, lo más barato contra el cambio climático es negarlo como hace él.

Por no gastar, “Dólar Trump” hasta ha asegurado que no intervendrá en los conflictos internacionales ¿pero querrá el resto del mundo dejarlo en paz? ¿Respetarán también los yihadistas esa armonía en la que piensa desarrollar su mandato?

Él parece creer que sí y, en esta seguridad, está la clave de su éxito. No es la primera vez que un megalómano prepotente cautiva a las masas con su exceso de autoestima chabacana, o sea, campechana. Trump es el tipo de “hombre fuerte”, de macho alfa que, de repente, un país cree que necesita. Un Berlusconi redivido con las mismas dotes para el histrionismo y la vulgaridad. Y, a base de dichas “cualidades”,  ha logrado desbancar a la primera mujer que iba a ser presidenta de los EEUU. Paradójico ¿o qué?

Desde luego, resultaba una presunción bastante simplista la de adjudicar a Hillary Clinton todo el voto femenino. No se veía nada claro que todas las mujeres de EEUU fuesen a votar a Clinton sólo por ser mujer, independientemente de su signo ideológico.

¿Votaron todas las mujeres de España a Rosa Díez? ¿Hubiesen votado en masa a Esperanza Aguirre si se hubiera presentado como candidata a la presidencia?

Hay sobradas razones para pensar que, independientemente de su sexo, Clinton no despierta demasiadas simpatías entre los americanos. Aunque no hay que descartar que el género también influya. Hay quien leyó en el triunfo súbito de Obama sobre Hillary que los prejuicios raciales son siempre menores que el sexismo. Por descontado, no hay que obviar tampoco a ese porcentaje de mujeres que están siempre más dispuestas a confiar en un hombre que en una propia congénere. Una causa fundamental de que el feminismo no prospere es el machismo de muchas mujeres y la tendencia mayor a la rivalidad que a la solidaridad. Por algo no pierde actualidad, el juicio de Paris o “La casa de Bernarda Alba”.

Y, si lo que ha sucedido, es que se temía que Bill Clinton volviese a gobernar a través de su mujer, ¿hubiese tenido más éxito la candidata de haberse divorciado en su momento y presentarse en solitario a las elecciones? Si es así ¿De qué le ha servido aguantar tanto tiempo a un marido tan estúpido?  ¿Es que la paciencia y la perseverancia no merecen, al menos, un premio de consolación?

Ya no es sólo perder las elecciones, sino además el hacerlo frente a un rival tan impresentable como Trump. Más que derrota parece un castigo divino. Y no sólo para Hillary.

8 respuestas a «La Casa Blanca, más blanca que nunca»

  1. De más que se lo dije: al final ganaba Trump, aunque, infelice di me, no me esperaba semejante goleada. A los incautos demócratas, de tipo europeo, les ha ocurrido como a la chica gorda (new vocabulario de la era post machista Trump, año I) del chiste, que iba sobre su motocicleta. Desde la acera le gritan “¡vaca, vacaaaa”! ella, enojada, vuelve la cabeza y…nada, que se estrelló contra el pobre animal. Mas, ¿de qué nos escandalizamos? Los grandes lobbies, los grupos de presión, tienen sus bases principales allí y a esos hay que tenerlos contentos, sean industrias farmacéuticas, armamento, petroleras…más de la mitad de la población activa USA vive de todo ese entramado y como también envejecen, pues nada, mano de obra, baratita y controlada sea bienvenida y a currársela.
    Tanto en España como en el resto de Europa, desde los ochenta, a veces solamente a cambio de comida, han empleado gente de cualquier lugar en sus obras y cultivos; tras la agotadora jornada de trabajo, muchísimas de estas personas han dormido “à la belle étoile” y nadie se inmutó nunca…Es más, se les daba por contentos, pues, al cambio, sacaban en un día lo que en un mes en su país…Lógicamente, la falta de espacio, de medios…Claro, USA es enorme y el tamaño sí que importa en este caso: “Prohibido estacionar bicicletas, patinetes o coches europeos” decía aquella señal de tráfico, allá en Texas, serán fanfarrones…
    A los nacionalismos europeos, tribales, aldeanos, nacionales, populistas, populares, populacheros…mejor ni tocarlos, no sea que se enfaden, que están muy crecidos de un siglo a esta parte…

  2. No hay que preocuparse por la expulsión de los inmigrantes. Sin explotarlos ¿cómo iban a hacerse los gobernantes empresarios de esas fortunas?
    Tragarán los reglamentados y más los sin papeles ante los que se hace la vista gorda, porque estos sí que están en sus manos. Les vale cualquier jornada infrahumana de trabajo o, más bien, esclavitud, ya que lo otro es regresar a la nada…
    Bonita manera de levantar un país. Ojalá pudieran largarse por propia voluntad y, ¿a ver cómo se las apañaban “los pura sangre”?

  3. Otros se van enterando
    tal vez por falta de tiempo
    o por mirarse el ombligo
    que Bill Clinton una vez más
    demócrata y buen vecino
    fue quien comenzó la obra
    allá por el noventa y cinco
    de la Operación Guardián
    o nuevo muro fronterizo
    cuya misión fue separar
    a mexicanos de gringos…
    ¿Alguien se atrevió a llamar
    a este muro, desde Europa
    el muro de la vergüenza
    repartiendo bien la estopa
    o se actuó con “sapiencia”…?
    Nadar y guardar la ropa
    es muy de democristianos
    igual de socialdemócratas,
    no se les va de las manos
    que es el bueno de Obama
    quien más lleva deportados
    y se andan por las ramas…

    Más les valiera hablar claro.

  4. Sólo hay capitalismo
    cuando el último adoquín
    de aquel muro de Berlín
    rompió con el espejismo
    y ahora Putin
    y hasta el chino mandarín
    son lo mismo de lo mismo.
    Entre el rojo y el azul
    ya no distingo
    o nos hacen calambur
    o es cosa del daltonismo.

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