Quien se empapa de experiencia y literatura no puede sino escribir un libro de humor como hizo Cervantes al escribir su Quijote. El escritor se acerca al humor cuando sabe tanto de la vida que es incapaz de tomársela en serio, como un filósofo descreído que, al acercarse tanto a las verdades, empieza a ponerlas en duda. El absurdo es la más álgida conclusión en la aventura creadora, pero para llegar a ese nivel de distorsión clarividente se necesita un alto grado de conocimiento, tan alto que presente los síntomas de una genial borrachera. Sólo un borracho de pintura acaba en la práctica del cubismo, como un borracho de literatura se inventa el esperpento o escribe “Las abejas de Manhattan” en pleno siglo XXI. Esas abejas que ni son abejas ni son de Manhattan al igual que “Las señoritas de Avignon” ni eran señoritas ni eran de Avignon.
“Las abejas de Manhattan”, última novela de José Luis Castro Lombilla, es pues una borrachera tan temeraria que no puede sino llegar al delirium tremens, escenificada, como no podía ser menos, en el apropiadísimo marco de un bar, “El Tendero Ordenancista”. El dueño de dicha particular colmena es José Bellido- quien, dependiendo del día es uno u otro de los heterónimos de Pessoa y también, dependiendo del día, parece una u otra de las partenaires de Groucho Marx, representadas por Margaret Dumont- tiene su propia tertulia “La Mesa Redonda de Algonquín”, en la que siempre encuentra la situación oportuna para colar alguna cita de “El libro del desasosiego” del autor portugués. Entre sus tertulianos cuenta con la flor y la nata del intelectualismo más delirante, incluido el propio narrador; Julio José Cañizo, de pseudónimo, Toru Iwatani, licenciado en filología española y, a la postre, agente de seguros y contumaz jugador de Pac-Man, que baraja el ambicioso proyecto de reescribir los clásicos para vengar a los personajes humillados como Maximiliano Rubín en “Fortunata y Jacinta” o el jorobado de Notre Dame. O Leonardo Morcillo, conocido por Florizel de Bohemia, reencarnación de un combatiente de la Revolución Francesa, quien defiende que Kafka se contagió a posta de tuberculosis para suicidarse por no poder materializar el amor imposible que le tributaba a su hermana Ottla. Tan imposible como será su propio amor por el retrato de una mujer que ha descubierto pintada en su barriga a base de lunares o el amor del melancólico hermafrodita, Dellwood, por Alfonso Guerra, que, víctima del fracaso sentimental, enmudece como Harpo y sólo se comunica con sus compañeros por chat.
El contrapunto a tanta languidez en la tertulia de “El Tendero Ordenancista” vendrá de la mano de M.Alcofribas, un guineano fervoroso del cunnilingus, que ha descubierto mensajes cifrados en los cuadros de Picasso, según los cuales, asegura que el pintor era homosexual.
En el intercambio de estas teorías estrafalarias, al uso de los genuinos intelectuales de talla, nuestros tertulianos se sorprenden los unos a los otros, mientras van desmontando casi todos los mitos de la literatura universal y no dejan títere con cabeza. O sea, que son felices a su manera, hasta que reciben la visita de Antonio Manuel Cortado Rincón, alias Sulkas Perkunas por propia elección, en homenaje a un personaje de Gog de su idolatrado Giovanni Papini. Gran villano, organizador de corrosivas tertulias, cuya especialidad es humillar a escritores y eruditos con rencorosa mordacidad. La batalla está servida; de su resolución más o menos airosa, dependerá que el desenlace sea trágico o feliz o abierto o melancólico. O que dé un giro inesperado, que seguro.
No esperemos una explicación lógica de los hechos, porque, entre otras cosas, los hechos nunca son lógicos. La conclusión a cualquier historia vivida o ficticia no puede ser sino el absurdo. Ahí reside la lucidez del humorista y la transcendencia de Groucho Marx, tan presente en esta novela iconoclasta al uso del más puro vanguardismo, que, en cierto modo, recupera el aliento de la narrativa de Ramón Gómez de la Serna; creador de novelas en las que lo de menos era el argumento y que hacían ciencia del desorden. Aunque tal vez el mayor paralelismo entre Serna y Lombilla sea la originalidad; un don que no se adquiere si no es con la suma de muchísimas influencias que son producto de un vasto bagaje de lecturas. Asunto que se hace muy palpable en la lectura de esta novela. No es posible bromear con el asunto literario, si no se conoce a fondo previamente. Como Jorge Llopis cuando parodiaba con tantísima gracia y acierto a todos los poetas más ilustres de la historia de la literatura española.
El humor es, sin duda, un registro muy elaborado. Se precisa asimilar con éxito mucha información para poder sintetizar toda la realidad actual en esa sola viñeta, a veces con el apoyo de una frase y otras sin ninguna, que recibimos como una revelación con una sonrisa. Antes de sus novelas, como humorista gráfico, Lombilla ya era un gran narrador de historias. Como Forges, como El Roto, como Mingote. Como también todos aquellos grandes pioneros que hicieron posible la legendaria revista “La Codorniz”.
Ahora al leer “Las abejas de Manhattan” comprendemos cuál es el secreto de la perspicacia de Lombilla. Él es una abeja obrera que liba la quintaesencia de la realidad y la cultura. Atentos al panal.
Por los inhóspitos desiertos
de un mundo caído de bruces
(ausencia de ideas y de talento
codicia guerrera, angustia vital…)
Campo a través abriéndose paso
entre las rendijas de los tragaluces
hace su camino la luz finisecular
gozando el libar de las abejas
denunciando excesos del capital
y claro testigo del balar de ovejas…
Ardua tarea cuando no ingente
al decir de aquel ex secretario
de la Academia de la Lengua
Alonso Zamora Vicente
(Quien, por cierto, dicho así
su nombre y apellidos coinciden
exactamente,
con los nombres de tres porteros
del Real Madrid)
Pues sí…
Ser ovejas,
comer hierba
y trasegar la obediencia
del rebaño
tantos años
por dar al poder
complacencia.
Cumple tu misión,
como antaño
abeja obrera,
y clava tu aguijón,
y que se muera
tamaña claudicación.
Saldremos por peteneras
a hacer la revolución,
también la literatura
puede ser mano muy dura,
arriba la transgresión
y esa locura
que es, a la postre, la cultura
y da a la nación,
cordura.
No es un asunto banal,
vengan todos al panal
y al balar de las ovejas
se le impongan las abejas
a picar,
ya está bien de consolar
la queja
con esa hierba
y de dejarse drogar
por esa publicidad
que, al fumar, te sabe mal
y, al tragarla,
es una mierda.
Dejemos ya aparcado
el carro del supermercado
o la ilusión del Central Park;
como tampoco es verdad
que el sol se pone Aponiente
de Cái y ese cielo tan azul…
¿cómo, si ahí, mismamente
antes que menú solemne
servirán platos de luz…?
Unos la bajan del cielo
otros la sacan del mar…
La una atiende el cerebro
desde tiempo inmemorial
la otra es luciferina
de suyo siempre abisal;
desde ahora vivirá
al principio, en la cocina
después, en lo intestinal
pasará por alambiques
de una oscuridad letal;
sin brillo que la ilumine
caerá de nuevo al mar
que es el destino final
como copla de Manrique
¿Resultará? ya veremos;
por ahora se mantienen
candilejas del proscenio
junto a esas luces tan fieles…
Ay, Winspector,
Dolar Trump,
madre mía,
qué dolor
¿y esto nos merecemos?
hasta escuchar a Podemos
casi darle la razón.
¿Cómo es eso
que el racismo
es ahora populismo?
Afuera la inmigración
y quien se quede
que pague
sanidad y educación,
ésa es la clave,
capital sin corazón,
poniéndonos en suave…
negar el cambio climático,
que afrontarlo es un pastón
y vigilar al asiático
que produce mogollón,
eso es lo democrático.
Ay, qué calor presidente
del estado americano
que niegas el medioambiente
y a la mitad de tu gente
la tratas como a un gusano,
menudo tío prepotente
el amigo americano,
que engaña a los ciudadanos
cuando votan en caliente.
Anda, valiente,
que ya llegará el fresquito
del relente
y se bajará la gente
del borrico
pues muy pronto se arrepiente…
En tiempo de votación, sin tiempo de reflexión
lo yankee es espectáculo y dolor es solo treta;
eso para Los Chunguitos, que hicieron la maleta
sin decir adiós y sin explicación, ¡ay qué dolooor!
Lo de Trump está por ver y los hay que quieren ya
cubrir sus guerras con él, al son del tiriti Trump
y se quedan en la gloria, con ese ritmo aprendido
cual Pollito de California, en la nave del olvido…
¡Ah de las católicas testas, españolas y americanas;
de la doctrinaria izquierda, ¿dónde estabais hermanas
en tiempos de infausta guerra? No digo bajo la mesa
del libertino Bill Clinton, que ya se lo trabajaban
sino en las cercanías, de aquel campo de batalla
viendo caerse del guindo, racimitos de bombillas,
fabricadas en España…¡ay con el ay, chiquillo!
Milosevic, como abogado, requeríalo en La Haya
en vano lo esperaron, que estaba con la becaria
“espérame sentado, si esto es guerra ¡vengan balas!”
Moralista y tragicómico, de película americana,
no por nada es un católico, ciñendo espada cristiana
que ve con envidia mora a Trump en la Casa Blanca
aupado por judíos, evangélicos y mujeres, ¡pardiez,
que ahora el puesto de Roma, lo cubre Jerusalem…!
Ya usté ve…
¿Y no es materia arbitraria
atribuir la derrota
al rollo de la becaria?
En materia de adulterio
no es asunto muy sesudo
hacer pagar al cornudo
por sus cuernos,
pues menuda cabronada,
además de parte astada
tener que poner el culo
a la patada.
La cuita fue perdonada
por ganar la presidencia,
era armarse de paciencia
o diluirse en la nada
¿hubiese sido votada
una dama divorciada
por el pueblo americano
que perdona al casquivano
pero ve cosa viciosa
en una chica ambiciosa,
pues le va lo puritano
y las rubias desentonan
con corona,
que, en ellas, sólo gobierna
el poder de la entrepierna
y esas son las Marylines
y Madonnas,
y si hay que darles cetro
que sea el de Míss América
otra cosa no funciona
y para poderes fácticos
el poder de la tetona,
que viva Pamela Anderson
y en asuntos de gobierno
venza la testosterona,
que, en siendo macho,
siempre vencerá el varón
aunque sea un mamarracho
(y Hillary al paredón,
cornuda y apaleada
por culpa del gran pendón,
me cachis en la mamada)
Pues que se cumple al final
que a Roma, de todas, todas
por todas partes se va;
y abundando en lo latino
es voto que llega del sur
no a Lutero o a Calvino
de día, pero sí de noche,
igual que la “Belle de jour”;
mas andamos en lo arcano
que es de oscura andadura
como bodega del Vaticano,
la sombra tras la columna…
Aun pareciendo raro
contrasta con la apertura
del voto republicano
ellos se lo dicen todo
en lo bueno y en lo malo
que recuerda lo nupcial
si de puertas para adentro,
que de puertas para afuera
¡viva el rifle en libertad!
Mas Bill Clinton abrió fuego
para nada discrecional…
Y se topó con Lutero.