El Autismo en tiempos de cólera

8 Jul
Luis Eduardo Aute
Más que de la proliferación de la poesía en la actualidad, podríamos hablar de la proliferación de los poetas o de quienes entienden por ese oficio de la palabra, la habilidad de colocarse un sombrero y hacer afirmaciones pretendidamente polémicas sin demasiado fundamento y, a veces, también sin demasiada gramática.
Se explica el volumen ingente de autores del verso por la facilidad que ahora supone el crearlo, pues ya no es sólo que se pueda (o incluso, dicen algunos, se deba) prescindir de las reglas métricas, sino que además tampoco parece de rigor que se observen las más elementales normas de la ortografía. Da bastante grima, la verdad, leer en las redes sociales esa prolífica producción de sintaxis torturada y manido vocabulario defectuoso que, sin sonrojo, se publica bajo el nombre de poemas con esa desfachatez impúdica y temeraria, tan propia del ignorante.
Cuando la poesía que ha sido por tradición un género de minorías se convierte en un género de mayorías, o deducimos que vivimos, pese a todo, en un siglo de erudición generalizada o admitimos que hablamos de otra cosa. Evidentemente, poema no es cualquier mancha de tinta en un papel o soporte electrónico, por más que se propugne la libertad creativa, ya rayana en el libertinaje por disfrazar de transgresión lo que sólo es impericia y desconocimiento. Creo, en fin, como Felipe Benítez Reyes, que, hay que conocer los géneros, aunque sea luego para transgredirlos. Lo demás es, simplemente, desorden.
A propósito de éste y otros temas, hablábamos en un curso de verano, organizado por la UMA y dirigido por Juan José Téllez, bajo el título de “Letras y música. Canciones entre dos siglos”, en el que se elucubraba sobre el hermanamiento de música y poesía. Conceptos que ya vienen asociados desde la antigüedad clásica, que define a la poesía lírica como aquella apropiada para ser cantada con el acompañamiento de la lira (de ahí su etimología) y otros instrumentos. Ambas artes, marcadas por las matemáticas del ritmo, la métrica y el pentagrama, han sido compatibles por naturaleza hasta fraguar felizmente en la canción de autor. El cantautor, desde los sesenta, ha sido el poeta completo en el sentido más clásico del término; una figura posible por su conocimiento de la métrica, la tradición poética y la música, que está perdiendo el relevo generacional por razones obvias. Al fin y al cabo, tanto la poesía como la música requieren disciplina y constancia, términos que aunque parezcan antitéticos a la creación artística, según Luis Eduardo Aute, son inherentes a ella. Si no lo que sale es lo que él llama con acierto el “batirruidillo” y que a mí se me figura como ese singénero globalizado desde yanquilandia, el rap, que no es música ni poesía exactamente y que Javier Ruibal definiría, más o menos, como la habilidad de enhebrar sandeces, hueras de forma y fondo, y a veces en inglés para disimular la magnitud de la estupidez expresada.
Pues, en fin, supongo que lo mismo podría considerar que los raperos son los cantautores de nuestro tiempo, si no fuese porque tengo un concepto mucho más elevado del cantautor, gracias al conocimiento de figuras como Aute; gigante en el uso de la palabra y el conocimiento de la música, del que he sido seguidora y estudiosa durante muchos años y a quien he reencontrado en este curso de verano, yo diría que sabio y desolado, términos algo sinónimos en estos tiempos.
El primer disco que escuché de Aute fue “Alma”; un poemario musicado sin desperdicio que había editado en un periodo de esplendida madurez, al que siguieron otros álbumes de idéntica calidad, que daban garantía de su crecimiento personal y formativo, después de aquellos temas juveniles, que eran eso; juveniles. Por algo hay que empezar. Pero si Aute sólo hubiese escrito “Aleluya”, “Rosas en el mar” y “Al alba” no estaría escribiendo estas líneas.
Poco creo en esos poetas que cifran sus logros en poemarios de juventud y luego se diluyen o empiezan a vender fruta podrida. El fenómeno Rimbaud es, como todo fenómeno, cosa rara, y no tópico recurrente.
Para mí, el poeta empieza a nacer como tal, después del dolor y las primeras cicatrices y eso, más o menos, llega sobre los treinta y tantos años. Podría poner aquí el verso de Luis Rosales, pero ya lo he puesto demasiadas veces.
En definitiva, para mí Aute, tomó su verdadera sustancialidad al editar “Espuma (Canciones eróticas)” y “De par en par”; discos a los que me retrotraje después de escuchar “Alma”.
A partir de ahí, se cimentó en su estilo un existencialismo muy personal, del que forma parte también el erotismo como forma de supervivencia.
Entre tantos títulos que manifiestan el Autismo referencial e intransferible, citaré canciones que bien pueden servir como manual de iniciación; “A vivir”, “Todo por sentir”, “De paso”, “Libertad” y “La belleza”. Sirvan éstas de ejemplo para dar la medida de lo que debe ser una canción de autor. Y no perder la perspectiva.

4 respuestas a «El Autismo en tiempos de cólera»

  1. A veces y solo a veces, escuchando las
    Baladas que marcaron ese punto
    Contrapunto, de las bélicas marchas
    Digo que tal vez pasamos de soslayo
    Entre dos dimensiones del ser paralelas
    Figuradas, entre el caos y la nada
    Gozo y pozo es solo un momento
    Hoy llega Obama y muere un torero
    Ike en Madrid, abrazo de Franco
    Jugando entre el azar y el tiempo
    Kilos de toro y amigo americano
    Lucen en titulares de madrugada
    Llamando la atención del ciudadano
    Mas todo pasa con febril compás
    No habrá paciencia en quien espera
    Ñoras en salsa con fideuá
    Ojeando el móvil, la boca llena
    Porque lo suyo es la velocidad
    Que nadie sabe dónde nos lleva
    Rema que rema para encontrar
    Sentido a la vida y a su belleza
    Trébol de cuatro hojas no más
    Una raya en el agua de la maleza
    Viaje pausado del que nada espera
    Wagner relegado al devocionario
    Yacaré al sol de las Islas Caimán
    Zambulléndose en el abecedario…

    Bueno venga, aparte esto, un poco de rap malacitano, del inefable Gordo Master de Huelin, pa alegrar el verano…

  2. Más que asombrada, perpleja,
    me deja esta “malagueña”
    de ritmo gordo y rapero,
    esto sí que es darle leña
    a toda la sociedad.
    Ante este rap
    tan torero
    de tamaña calidad,
    y este himno tan certero
    a la ciudad,
    es que me quito el sombrero,
    viva el rap,
    con ese ritmo leñero
    y la gorra para atrás,
    como me llamo Clavero,
    que, en finura,
    sólo le gana la altura,
    de un verso de Georgie Dann,
    que era también cantautor
    en los temas del verano
    y, viendo lo que se cuece,
    un poeta soberano,
    igual que Paco Pastor…
    https://www.youtube.com/watch?v=XbdAOzRSmm0

  3. No te pongas estupenda
    con la canción del verano
    que ya he perdido la cuenta…
    Destartalado chiringuito

    las algas en el rompeolas
    y noches de luna llena…
    Sólo sé que junto al mar
    escucharla te hacía soñar

    o prisionero de Zenda
    en un castillo de arena…
    Niños buscando coquinas

    y arriba esa avioneta
    que anuncia Tivoli World
    o “Simplemente, María”…

    Más rap del Gordo, a dúo con el sevillano Haze, comprometidos con su tiempo y denunciando abusos, hala.

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