De Cervantes, como de casi todos los escritores universales, se ha dicho que era homosexual. También de Homero, de quien prácticamente está demostrado ya que no existió y, sin embargo, se sigue manteniendo que fue ciego y, por supuesto, gay.
Shakespeare, que, igualmente, se debate entre el ser y el no ser, por los pocos datos de su biografía que se manejan; de ser, aseguran, que fue homosexual.
Así fue que los yanquis se aprestaron a desmentir tal condición para su icono literario, haciendo una película en la que el autor se enamoraba de una mujer, que se disfrazaba de hombre, a objeto de interpretar sus obras teatrales. Asunto bastante improbable, pues en época isabelina, eran los hombres quienes se caracterizaban de mujer para hacer los papeles femeninos, de modo que resultaría más coherente que fuese un chico travestido quien enamoró al creador de “Hamlet”. Sin embargo, los americanos no dudaron en echar mano de una trama enrevesada, por que la hombría de su escritor emblema no se pusiera en entredicho. Como si dicha sospecha nos importase una higa al resto del mundo y no comprendiesen que la homosexualidad es un recurso de los críticos para hacer sobresalir a un escritor, sobre el que ya se ha dicho casi de todo y un truquito efectivo que, a nivel académico, prueba que los alumnos también se sirven de la memoria sin traumático esfuerzo, si se les facilita el dato oportuno.
Puede que al chaval se le olviden con facilidad los símbolos que en el Romancero Gitano de Lorca eran las llaves que abrían el universo trágico del subconsciente; que se le difumine qué quiere decir la imagen de la luna, el toro o el caballo, el nardo, el mirto o la amapola, pero, llegado un momento, alguien interrumpirá la clase y, haciendo gala de su competencia memorística, observará:
-Pero Lorca era mar…O sea, gay, ¿no?
Y ése será el único juicio crítico que, a la postre, quede nítido y rotundo del autor de “Poeta en Nueva York” y “Bodas de sangre”.
Siendo la homosexualidad, un modo amatorio tan antiguo como lo son los otros, desde el albor de las civilizaciones, aún despierta un morbo inexplicable cuando se proyecta en la biografía de los autores más señeros o los mismos personajes de sus obras.
La comparación homérica ha dado de sí muy sesudas y amplias páginas en los estudios filológicos sobre la Ilíada, pero, en definitiva, nunca despertará tanto interés como la disquisición, según la cual, Aquiles y Patroclo eran amantes. Y si no, afirmará con contundencia el acérrimo defensor de tal teoría, ¿por qué el Pelida de pies ligeros reaccionó con tanta violencia ante la muerte de su amigo?
Como las hipótesis en este terreno, solían dar en el blanco de la inquietud colectiva, los críticos, animados por el éxito, se lanzaron a emparejar a los personajes de las novelas más renombradas a objeto de soliviantar al público, rizando el rizo.
Así que Fernando Arrabal, el inefable, señaló que el Quijote y Sancho Panza vivían una relación homosexual. Si no, ¿qué hacían esos dos hombres tanto tiempo por esos campos a solas? Otra interpretación de un crítico menos conocido, pero superior en audacia, señalaba que Aldonza Lorenzo, la amada Dulcinea del caballero de la triste figura, era, en realidad, un hombre travestido, dado que se la presumía bigotuda y de un vigor viril, por su habilidad de salar jamones.
Con las mismas, después de una serie televisiva, Sherlock Holmes fue susceptible de andar enamorado de su ayudante. Elemental, querido Watson. Y tampoco los superhéroes, en el género del cómic se libraron de ser apareados por la aplicación del psicoanálisis a la ficción. Así fue como Batman quedó emparejado con Robin. Y el ejemplo cundió hasta salpicar con la sospecha a los muy hombríos machotes del tebeo patrio. Ya no cabía duda de que el Capitán Trueno estaba liado con el joven Crispín y Pedrín era amante de Roberto Alcázar.
Y, si se elucubraba con la virilidad de tan rudos protagonistas, cómo no hacerlo con el relamido Tintín; ese belga tan andrógino, de impecable tupé y culito respingón. Si bien ya habría que desplegar demasiada imaginación para recrearlo en brazos del capitán Haddock (rayos y centellas.) Habrá que aguardar a la próxima vuelta de tuerca que enrede al aventurero de bombachos en una pasión zoofílica con su perrito Milú, por ejemplo.
Sólo así podría superar en novedad al pasaje de El Quijote que nos señala Manuel Rivas, donde se describe la pasión homosexual que se desata entre el caballo Rocinante y el rucio de Sancho.
De la homosexualidad de Cervantes no tenemos ninguna certeza, pero lo verdaderamente cierto es, sin duda, que, después de cuatrocientos años, no se ha escrito una novela más moderna que El Quijote.
Rocinante era gay
3
Jun
Pues que nada que alegar
Rocinante es gay, es guay
y como todos los demás
se adormece al compás
de la brisa de un pay pay
hasta aquí todo es normal
salvo una sólita salvedad
que se extiende por doquier
como el quererse apropiar
(desdeñando el alquiler)
de las señas identitarias
que figuran en el carnet
del personaje y su raza
así Cristo no era burgués
(tampoco de sangre aria)
Colón no fue el genovés
que el Atlántico surcara
sino los dos como el fuet
de ascendencia catalana
Y l@s chic@s del arco iris
por no andarle a la zaga
ni a la peña de los “biris”
quieren llevar para casa
todo intelecto viviente
de persona o de animal
no está reñida la mente
con la tendencia sexual…
Yo no he visto cosa igual
que en aquel aventurero
cuando se quiso afanar
para su egoísta causa
la flor del conocimiento
del sagrado Himalaya…
De entonces lo persigue el viento.
¡Avanti con esos libros…!
Rocinante y el borrico
después de la retozada
fumaban un cigarrito,
quién será el muy carajote,
que no halla estas lecturas
del Quijote!!
Por esa inmensa llanura
hubo mucho desenfreno
y el de la triste figura,
tampoco es que fuese ajeno
a la aventura
de esas noches de locura,
y de esta guisa
hizo de la Mancha
Ibiza
con su amante Sancho Panza.
¿Dónde ese mundo imposible
lleno de amor y te quieros…?
Porque el roce hace el cariño
y el cariño crea celos…
Se cumple, nada hay escrito
sobre gustos y colores
aromas y mil sabores…
aunque uno fue proscrito
Relegado a lo oscuro
lleva sobre él prescrito
vete ya dando por nulo
Mas de su victoria seguro
da esquinazo al infierno
y se queda en la gloria…
Ay, Winspector, dices nulo,
y sin la maña del Dante
la rima viene seguro
por detrás a Rocinante,
y también al escudero
de aquel caballero andante.
Mas no quiero,
que esta rima consonante,
me lleve a mal derrotero,
vaya esto por delante
y calle el verso certero…