Los niños no leen. O sí, los niños leen más que nunca, pero no leen libros, sino pantallas de móvil que reciben mensajes de dos o tres frases, deformadas por las faltas de ortografía, al pie de una imagen. Los niños tampoco escriben, o mejor dicho, escriben muchísimo pero no en papel sino también en la pantalla de su móvil, frases para responder a esos mensajes con las mismas faltas de ortografía, imágenes y emoticonos.
El Día Internacional del Libro Infantil se celebró el pasado dos de abril, en conmemoración del cumpleaños de nuestro ilustre visitante, Hans Christian Andersen, y dos días más tarde cerró la librería “Libritos”, de calle Granada, después de treinta años de actividad. Los niños no leen ¿por qué?
Las campañas de animación a la lectura entre los más pequeños fracasan. Se dice que porque los libros son caros, pero no cuadra el dato, cuando los precios de los móviles son muchísimo más elevados y se venden a granel. Para niños y para adultos.
Los niños actúan por imitación, hacen lo que ven que se hace, que no es lo mismo que lo que se dice. Se dice que la lectura es estupenda, así en abstracto, como un lema vacío, pero lo que ven los niños antes de retirarse a dormir a su cuarto es a sus padres en el salón, enganchados a alguna pantalla; la del televisor, la de la tablet o la del móvil. Y, cuando llegan a su dormitorio, hacen lo propio; enchufarse a una pantalla hasta que le dan las tantas, a esa misma hora en la que los ogros y brujas de nuestra infancia campaban para sembrar el terror y que, hoy día, ya jubilados, se acuestan muy temprano, hartos de no dar miedo a nadie; de que nadie les haga caso.
Aleccionados por Casimiro que nos advertía de la hora en la que había que irse a dormir, los niños de entonces conciliábamos el sueño convocado por las páginas de papel de los cuentos que primero escuchábamos de los padres y luego leíamos nosotros mismos. No éramos más listos, sin duda, es que ésa era nuestra única posibilidad de distracción; el papel que adormece y no la pantalla que espabila. La pantalla que genera niños trasnochadores que no duermen las diez horas reglamentarias que a su edad necesitan cuerpo y mente y llegan al día siguiente a clase agotados, envejecidos prematuramente y con el intelecto embotado e incapaz de asimilar contenido alguno. No es que sean torpes, es que no duermen; que no leen ¿por qué?
Quedo en un bar con una amiga y veo entrar a una chica joven que se sienta en la barra y llama a su hija por el móvil:
-Acabo de salir de trabajar y me estoy tomando una cerveza ¿qué te parece?- dice la madre- ¿y tú? ¿Ah, sí? Pues dúchate y acuéstate pronto, que mañana tienes que ir al colegio. Besitos, te quiero mucho, cariño.
No sé si estas situaciones son, de generalizadas, normales, ni tampoco en qué situación se encuentra esta mujer que sale de trabajar tan tarde y necesita relajarse en un bar antes de ir a su casa a reunirse con su hija y llevarla a la cama. Tampoco sé dónde estará el padre de esa niña que se acuesta sola en su casa y si tengo yo la autoridad moral precisa para juzgar lo que hacen y no hacen otros y echarles broncas que, sin efecto, se quedan en indignación estéril. Pero encogerse de hombros y decir que los tiempos vienen así y ya está, no es tampoco en ningún caso la solución., porque la lectura no puede pasar de moda como tampoco el calcio e igual que éste es necesario para formar los huesos en la infancia, la otra es básica en edad de desarrollo para conformar su pensamiento. Un niño que no lee será un adulto que tendrá serias dificultades para asimilar cualquier información y transmitirla y para expresar sus sentimientos y emociones, lo cual lo hará naufragar en el ámbito profesional y personal.
Siendo consciente de todo esto, desde la teoría y la experiencia, no me queda más remedio que tomar cartas en el asunto y, sin intentar enmendarle la plana al resto del mundo, hacer lo que esté en mi mano. Esta resolución es la que me ha llevado a la literatura infantil, después de sumarme durante muchos años a la animación a la lectura, como otros docentes, con mucho entusiasmo, pero con muy poco resultado. Tal vez porque es inútil convencer a los niños con nuestros argumentos de adulto y somos incapaces de ver el mundo con sus propios ojos; porque además de razones, es preciso darles una prueba con las que llegarles al corazón. Un libro que les sea cercano, porque hable de ellos y se integre en su realidad y su piel. Ojalá que pueda ser ese libro que decidí escribir yo misma, después de tanto buscarlo inútilmente en las estanterías.
Sabía que la tarea era muy complicada, que, después de todo, escribir para niños es un viaje de regreso difícil de emprender, así que me puse las pilas y emprendí en Alemania la ruta de los lugares en los que se inspiraron los cuentos recopilados por los hermanos Grimm e imaginé cómo podrían actualizarse Caperucita, Blancanieves o La bella durmiente y también integré en ese imaginero los referentes de Andersen y Wilde. Fue un viaje fascinante, pero lo mejor de todo, es que, al regreso, encontré a mis auténticos personajes, de carne y hueso, que sólo esperaban ser escritos.
El libro infantil
8
Abr
Hoy, la mayoría de adultos, (salvo los jubilados y ni aun esos) tampoco dispone del tiempo necesario para la lectura, la reflexión, forzados por miles de circunstancias que ocupan toda la jornada, sean de trabajo, familiares, desplazamientos, compras…Se regalan y a lo peor se tiran colecciones enteras de libros, que hace pocos años costaron (porque lo valen) pequeñas fortunas. Nos acostumbramos pronto a lo fácil, a lo cómodo de saber que, concepto e imagen acústica, la misma idea, todo ello en un kit, lo tienes a tu disposición con un simple toque de pantalla…¿qué pensamiento se va a rebelar y contra qué? Mejor pásalo y ya está. O sea, Lola contra el mundo, aunque no esté sola, como cierto personaje. Nadie como ella y tod@s aquell@s que tratan a diario con ellos y ellas, niños y niñas, podrá conocer mejor, de primera mano, todas las dificultades que entraña esta nueva transición, digamos española, este reto, en el que tantas familias arrojaron ya la toalla y no, ése, precisamente ése, no es el camino. Sin el libro infantil hubiésemos quedado huérfanos de tantas cosas…Incluso entonces ya se hablaba de lo fugaz de la infancia: “On a tous un banc, un arbre ou une rue, où l’on a bercé nos rêves…et une enfance trop breve” Hoy puede llegar a ser eterna, de niño grande, sin haber acunado un solo sueño…Ánimo Lola. Y felicidades por tu libro.
Si el tiempo que se dedica al móvil o la telebasura, se invirtiese en leer, tendríamos una sociedad superlectora.
Competir con estos rivales, es complicado, así que hay que afinar mucho el empeño. A mí, modestamente, se me ocurre dejar de lado, la literatura de evasión y hablar al público, desde niños, de ese mundo que les concierne, de ellos mismos y buscar así complicidad y cercanía. Por qué no, si la difusión del Cuéntame se debe a que era «cuéntanos».
Contar con todos es la fórmula de la literatura del compromiso, que es en la que yo creo.
Winspector, gracias a ti, entre otras cosas, por la obra de arte que me regalaste. Y ese envoltorio con leyendas en italiano, ma quale è la grandezza della tua gentillezza!!!
Espero que no te importe que la haya compartido en las redes. Era demasiado lujo para mí sola…