Ni la religión ni el fútbol implican violencia, son los violentos quienes se implican en ellos como pretexto para sacar afuera sus bilis y convierten en mierda, o sea, en violencia, todo lo que tocan. Hasta lo más sagrado.
La culpa del yihadismo no la tiene el Corán, como tampoco la Biblia la tuvo de las cruentas cruzadas. Los violentos no son grandes lectores; de haberse educado en la lectura, no serían tan agresivos.
La lectura da paz como también el deporte. Los griegos que inventaron el amor a la sabiduría, combinaron el cultivo del cuerpo con el cultivo de la mente y así crearon las olimpiadas y la filosofía. Ambos cultivos son cultura como demuestra la común etimología de estas dos palabras.
Ni los atentados de los terroristas ni las agresiones de los ultras se alimentan de cultura, sino de ignorancia, que es la raíz de todos los fanatismos. Es el ignorante una bestezuela que, movida por sus instintos primarios, hace del credo una guerra, del juego una lucha y del amor, un asesinato, ensuciando las cosas bellas con sus dedos y poniéndolas del revés hasta desfigurarlas. Pero que no nos confundan; ninguna guerra puede ser santa ni ningún crimen pasional. No hay Dios que anime a la matanza ni flecha de Cupido ensangrentada. A no ser que el amor se entienda como aquella canción que interpretaba Fernando Esteso, vestido de paleto, en los programas de variedades de los años setenta. Salía el hombre al escenario con una boina muy calada y, garrota en mano, decía a modo de declaración sentimental: “Ende que te di, que te di el primer zurriagazo (zurriagazo, zurriagazo)”. Letra que hoy hubiese sido prohibida por sugerir violencia de género y hacer burla del hombre de campo.
En ningún campo debería ser concebida la violencia, tampoco en el campo de fútbol. Por algo el espíritu deportivo es sinónimo de ecuánime. Sin embargo, hay todavía quien utiliza el fútbol como coartada para sacar de sí al salvaje que lleva dentro; un salvaje miserable que nunca olió a Rousseau ni de lejos. Así es como, de vez en cuando, se hacen de un hueco en las noticias del día con sus “hazañas” repugnantes.
La última ha sido la agresión casi homicida que sufrió Samu Galán, jugador de Alhaurín de la Torre, por parte de un futbolista del equipo rival, después de un encuentro celebrado el pasado Domingo de Ramos. El agresor que tenía ficha federativa en El Palo B, pero que no jugaba ese día, saltó de las gradas, se interpuso en una pelea que mantenía el agredido con un defensa paleño, y le propinó dos cuchilladas. Según leo, “una en el costado y otra en el tórax, que estuvo a punto de dejarle sin vida, ya que entró cerca del corazón”. Siendo que la víctima, Samuel Galán, se salvó de milagro, después de ocho días de internamiento hospitalario, pues, en sus circunstancias, sólo sobreviven uno de cada veinte. Que haya escapado a la muerte se debe realmente a su juventud y su buena forma física.
La dimensión de la barbarie, cuyo autor justifica por actuar bajo los efectos de la cocaína, ha conmocionado a la afición malaguista. Resulta muy lastimoso que un integrante del equipo paleño, que aporta tanto a la cantera del Málaga C.F., se vea envuelto en un episodio de tentativa de homicidio y drogas, lo que, contagiando de mala fama, puede poner en duda la deportividad del resto de los alevines, que son referentes de muchos niños malagueños que los admiran y aspiran a tomarles el relevo.
Después de lo ocurrido, habrá opiniones que sostengan que la culpa de todo es del fútbol, que es un deporte que despierta la brutalidad y las bajas pasiones. Y no. Ni el fútbol es en sí mismo un estigma, ni tampoco en concreto, el fútbol malaguista.
Los violentos se cuelan en cualquier parte y hacen mucho ruido, pero, afortunadamente, no son la norma. Si lo fuesen, no nos hubiese impresionado tanto esta agresión tan atroz. Asociar el malaguismo a esta salvajada es del todo injusto para todos los que vivimos la afición con sentimientos pacíficos y positivos.
Del fútbol malaguista, yo he aprendido grandes lecciones de solidaridad y afán de superación. Todo un elenco de valores que he recogido en un cuento “NadaDora y Boquerón” con el que me dirijo a esos mismos niños que me los enseñaron. El fútbol en Málaga no es sólo un arte, que también, sino la ilusión de llegar muy lejos para quienes han tenido el infortunio de nacer en un medio desfavorecido; mis alumnos. Pero hay más; esa posibilidad del juego al aire libre, lejos de la dependencia de los móviles, esa hermosa convivencia que refuerza los lazos familiares cuando van padres e hijos a animar al equipo en La Rosaleda, ese no arrugarse ante los grandes equipos, forjados en el capital, con pocos medios a veces, pero siempre con mucho coraje y corazón y saber que con la constancia y la valentía también se pueden alcanzar los deseos.
Yo digo y lo digo por experiencia que el fútbol en Málaga es una bellísima experiencia y que una manzana podrida no nos va a arruinar todo el canasto. Viva mi Málaga y que nadie nos saque los colores.
El malaguismo no es eso
1
Abr
No es, no debería ser lo mismo decir
malaguismo
que es un sentimiento sencillo
y tiene ismo
que decir marxismo o cristianismo
más de lo mismo
comunismo, capitalismo, liberalismo
y por el centro, buenismo…
todos esos ismos
por donde entran y donde arraigan
los fanatismos
de los más grandes, mientras se miran
en el espejo, simple y aburrido
del narcisismo
o se desmarcan de algún proceso
evolutivo
siempre en receso
educativo
porque otros no duden
de la buena fe
de su clasismo…
Globalicemos:
En el almanaque ya tenemos
todos los ismos
mimetizados entre los santos
del Catecismo (vaya, otro ismo)
el santoral y el dimorfismo
unos que rezan y otros que viven
del aforismo…
Volvemos a decir lo mismo:
Sencillamente, ahí
no se encuentra el malaguismo
Muy bonito y emotivo, Lola
No es extremismo
el malaguismo
cuando una sana afición
te mueve de corazón,
que no hay color
de ultraismo
en la pasión
del más noble boquerón,
sin orgullo cuando gana,
cuando pierde sin rencor,
entre la afición más sana,
el Málaga es campeón.
Así lo dice y lo enseña,
este cuento,
teñido de sentimientos,
NadaDora y Boquerón;
del deporte defensores,
malagueños y señores
en el fútbol español!!!
Loable tarea el escribir
sobre fútbol malagueño
cuentos para compartir
ahora venidos a menos
Si el agostado pensil
es actor en el proscenio
la obra toca a su fin
el telón irá cayendo…
salvo que alguien recoja
el testigo de lo noble
de aquel capitán Bresca
marino de Bordighera
el del “acqua alle corde…!”
Hoy de nuevo sedientas.
Toca refrescarlas ahora
a Boquerón y NadaDora
¿o no?
Crecer al leer,
también jugar en la calle
al fútbol o a lo que sea,
recuperar la niñez,
tal como tiene que ser
no parece mala idea,
salvar al niño del Whatsapp,
que no duerme, no descansa,
que vive preso en las redes
y no hace sus deberes,
y sentado, cría panza.
Es el deporte, cultura
y una maña
del fútbol hacer vocación
y también literatura,
la mente in corpore sano,
en esta lección se empeña
NadaDora y Boquerón,
flor de la Costa del Sol
y la afición malagueña.