Esta cara me suena

No ya como político, sino como persona ¿se puede considerar que Francisco de la Torre es un referente ejemplar? Depende de cómo se mire. Si se toma el ejemplo del eterno alcalde y alcaldable para defender la jubilación a los sesenta años, resulta que no.

Ya cruzada la frontera de los setenta, he visto a Francisco de la Torre inaugurar una playa para perros con un sol veraniego de justicia sobre la coronilla, lo he visto conducir una bicicleta de alquiler para promocionar los carriles bici y hacer acto de presencia en cuatro actos públicos simultáneos. La pregunta, por tanto, no es dónde he visto a Francisco de la Torre, sino dónde no he visto a Francisco de la Torre. De muchos mandamases se ha dicho que tienen un doble, que es cosa normal dentro de lo que cabe, sin embargo, lo suyo, en las fronteras de lo paranormal, es que tiene un cuádruple. Digamos que, en temas de presencia, se multiplica como el milagro de los panes y los peces. Cuando Paco se pone las pilas, se pone las pilas Duracell.

Y eso viene a ser un arma arrojadiza con la que defender el retraso de las jubilaciones. A tenor de tal ejemplo y, por agravio comparativo, lo mismo nos dicen que a los setenta no sólo se puede estar en activo, sino en hiperactivo. Caramba, menudo estrés por anticipado, precisamente ahora que Albert Rivera promueve el rejuvenecimiento y el imperativo relevo generacional. Que yo lo veo bien, cómo no, qué político o no político, cumplida cierta década de su vida, no estaría más a gusto, retirado del mundanal ruido, al asiento de un parque público, dándole de comer a las palomas, aunque sea unos pocos años antes de que lo transforme en estatua la postrera sombra y la fama imperecedera. ¿Que los jóvenes vienen con pujanza? ¿Que arden en deseos de trabajar y participar de la cosa pública? Pues sea, vaya a ellos el trabajo y a la senectud, una pensión en condiciones y hasta algunos viajes al Caribe, que no todo es subirse la tensión al cuidado de sus asalvajados nietos adolescentes, servir de público en los actos culturales, hacer bulto en los mítines al precio del autobús y el bocadillo y, como mucho, el relax subvencionado de un balneario a pensión completa o el consabido paseillo guiado por tierras extremeñas. No nos andemos con miserias; trabajo a lo grande para la juventud y para la vejez, opulentas vacaciones ¿es que no somos ya Europa?

Pero Francisco de la Torre no está por la labor, o sea, sí, está demasiado por la labor y dice que, después de trabajar catorce horas al día en los últimos quince años, quiere seguir haciéndolo en los próximos cuatro años ¿dónde vamos a llegar? ¿Es que no se da cuenta este hombre que, retirándose, sus catorce horas de trabajo podrían ser desempeñadas por sólo cuatro jóvenes despiertos y enérgicos de hoy día?

Vale, que con uno solo no bastaría, pero y qué, cuatro jóvenes son, en resumidas cuentas, cuatro puestos de empleo. Miel sobre hojuelas.

Oye, pues no, ahora en lugar de jubilarse, decide rejuvenecerse, con la novedad de que ya no se presenta a alcalde como don Francisco de la Torre, sino como Paco y se quita unas cuantas décadas de encima con el diminutivo y se sube a una bicicleta y dice; para joven, yo ¿qué es esto? Francisco de la Torre ha creado como candidato a su relevo, una nueva marca de sí mismo; el nuevo Paco, el joven Paco, el Paco de toda la vida para los amigos. A Rajoy lo ha traído poco en su campaña, porque a sus sesenta años, es mucho más viejo que él y le resta en imagen. Que la juventud es más cuestión de actitud que de edad, es asunto notorio. La otra son las siglas que, en este caso, incomodan. A Francisco de la Torre el partido se le ha quedado también viejo y ha adecuado sus siglas a su nuevo nombre; Paco. Así la mayoría de los votantes, entenderán por votar al PP, votar a Paco.

Me ha parecido muy interesante el proyecto de María Gámez, siempre tan entusiasta, y el de Eduardo Zorrilla, que se ve hombre honesto, pero, a día de hoy, no me cabe duda de que el alcalde volverá a ser Paco. Por eso, igual que hace cuatro años, le ruego una mayor atención a los barrios. Sobre todo al barrio Palma-Palmilla por el que siento un especial cariño y en donde hay personas que viven en condiciones por debajo de lo infrahumano.

Nuestro centro histórico ha quedado maravilloso para los turistas, pero la mayor parte de los malagueños no vivimos allí y nuestras calles precisan, para ser habitables, de una mayor limpieza. También que se dé alguna forma y un fondo a los locales del cine Astoria y Victoria, que dan tan mala impresión en la emblemática plaza de la Merced.

Porque mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera, oye, Paco, mi aflicción, por que la declinación, sea sólo en plan latina, cosa sólo de tu Rosa; de tu Rosa sin espinas.