De vez en cuando, para entretenernos, hacen sonar las trompetas del Apocalipsis y nos anuncian que el gran cataclismo será inminente. Que la tierra temblará bajo nuestros pies y los ríos se convertirán en sangre, el sol abrasará con sus lenguas de fuego a todas las criaturas y se secará el Éufrates para dar paso a los ejércitos del anticristo y la ira de Dios, en el juicio final, hará rodar las cabezas de los impíos y, a cómo está la cosa, lo pondrá todo perdido.
De vez en cuando, nos tocan los tambores del Candombe y, para revuelo de las masas, toca el clarín el heraldo entre gritos funestos de lechuzas y dicen que sí, que esta vez se va a liar parda. Que Cataluña se independiza pasado mañana, que la Monarquía en España llega a su fin y España mañana será republicana, o, más bien, mañaaaanna, como decía José Mota , o que volveremos al comunismo, como si hubiésemos ido alguna vez, o que volverá el propio Franco, que ya es el colmo del revival y, con estos y otros vaticinios, se ponen a arder las redes sociales, que alivian el aburrimiento de las gentes y la endiosan en la falsa creencia megalómana de que sus mayúsculas indignadas van a servir para algo más que para ponerse en evidencia. Y, entre tantas consignas a fuego vivo, Pepito sube una foto de la paella el domingo en casa de su suegra, porque, como sabio escéptico y epicúreo, se adivina que, a la postre de las negras borrascas presentidas, todo será mucho ruido y pocas nueces y se echa a vivir, que son tres días. Pues luego el sólito jarro de agua fría apagará las hogueras de las redes. Después de que todo pareciese que iba a pasar, resulta que no pasa nada, que lo único que pasa es el tiempo con sus horas lentas y sus años veloces, como escribía Cesare Pavese. Nuestra actualidad, desde hace un rato, está cubierta de telarañas. Es como una instantánea amarillenta y cagadilla de moscas, de ésas que guardaba la abuela en su caja de galletas. Este país funciona como un reloj de pared que se quedó detenido en una hora cualquiera por pereza de su propio mecanismo al que, ilusoriamente, le da cuerda un presidente inmóvil, que, a veces, también parece una ilusión óptica ¿de verdad existe Rajoy? ¿De verdad tiene sangre en el cuerpo? ¿Hay vida detrás de sus ojos impávidos? ¿O será sólo un replicante con la empatía averiada?
Nuestro panorama es un escenario de cartón piedra donde todo parece fingido, hasta los revolucionarios que forman parte de la tramoya. Actores que gritan y agitan sus alas en el escenario y luego caen por la trampilla y desaparecen sin hacer ruido.
Soñamos la vida como una película que ya hemos visto muchas veces. Nada es lo mismo, pero todo es igual. Los niños nacen ya envejecidos, cansados, resignados a que las cosas son así y ya está y se encogen de hombros y optan por el desengaño prematuro con una pereza de siglos, con una conciencia heredada de que la historia ha fracasado, de que ya sólo puede repetirse en la peor de sus versiones. Los mediocres triunfan, los analfabetos venden libros, los delincuentes gobiernan y los universitarios piden un trabajo de rodillas. No es un ambiente, desde luego, que invite a la esperanza. ¿Para qué estudiar? ¿Para qué esforzarse y luchar? ¿Para qué nada?
Los niños, que son el futuro, han dejado de creer en el futuro. Su presente es un palo; el palo selfie. Se hacen una foto con morritos y esperan que alguien les diga “me gusta”, como si ya no tuviesen una abuela para decirles estas cosas. Y quizás no la tengan, porque su madre hace de madre y abuela al mismo tiempo, porque esa madre ha tenido que esperar un hueco en el trabajo para traerlos al mundo y eso la ha pillado ya muy mayor. Sin ganas ni fuerzas sino para decir; ay, hijo mío, haz lo que quieras, pero déjame tranquila, que ya tengo una edad. Y cada edad tiene lo suyo.
Los niños saben pronto también que el amor no es eterno. Si buscan al padre en casa, encuentran en su lugar al novio de su madre que, nada motivado por la fuerza de la sangre, puede decir, “Coño, qué pesado es tu hijo” o la novia del padre que, mientras se pinta las uñas, los manda a paseo, “qué fastidio de niño que no me deja ni ver a la Belén Esteban”.
Si no siempre los padres son ejemplares, qué se puede esperar de los padrastros.
Algunos sólo se interesan por los estudios de sus hijastros cuando empieza a peligrar la beca
¿Cómo es eso de que has suspendido? Ahora mismo voy al instituto y monto un pollo.
Un presente así de anquilosado en sus peores vicios, no me da ninguna perspectiva de futuro, si lo hay. Sobre todo, cuando mi esperanza está dispuesta a abrirse a un cambio a mejor y no a que me estallen en los oídos las trompetas apocalípticas. Decidme que lo que viene será mejor que lo que nos pasa, que lo que no pasa. Decidme que me equivoco, os lo suplico.
Esperanza
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.
Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción.
Samuel Johnson (1709-1784) Escritor inglés.
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense.
Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.
Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense.
La esperanza es el sueño del hombre despierto.
Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.
La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.
Maurice Maeterlinck (1862-1949) Escritor belga.
Si la mañana no nos desvela para nuevas alegrías y, si por la noche no nos queda ninguna esperanza, ¿es que vales la pena vestirse y desnudarse?
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar.
Proverbio japonés
La misma naturaleza y nosotros con ella. Cuando el más viejo de la tribu india vaticinaba el futuro de manera serena e infinitos inviernos a sus espaldas, no buscaba protagonismo. Sabía que todo lo que le ocurriese a la madre tierra le ocurriría también al ser humano, que al cabo vive de y sobre ella. No es pesimismo cuando se reconoce que en cualquier megaciudad de China nunca volverá a verse el cielo azul, tal como lo vieron unos pocos miles de chinos, hoy centenarios. Es pura lógica. Lo que abruma es llamar siempre, con su carga de buenas intenciones, “transición” o cambio cíclico de la política, todo aquéllo que no es más que un proceso continuo de desgaste, aun cuando suelen renacer esperanzas de futuro y los más optimistas ya proclaman que, a lo sumo, en veinte o treinta años, se habrá llegado a contactar – ¡tercera fase, por fin! – con los extraterrestres. Dichosos aquéll@s que lo vean. La masa escéptica seguramente buscará consuelo en las imágenes de la web y los más nostálgicos repasarán estampas coloreadas de la naturaleza en los libros de antaño…No acabas de atrapar el presente y hala, ya se convierte en remembranza. ¿Hay que espantarse por ello?
Uno piensa, en tanto que humano, que el fin del mundo es único e indivisible. Es decir, se acaba el mundo cuando acaba el individuo. Pero mientras llega ese día y amarrando cortito el futuro, hay que seguir navegando….Creo. A ver qué dice M Azahara:
https://www.youtube.com/watch?v=5rubB-eE-0w
Saludos. E buongiorno!
Gracias por los ánimos ¿Cualquier tiempo pasado fue peor? Pero, por lo menos, en el fondo de la caja de Pandora, quedaba la esperanza…
Y un mundo mejor soñamos
la noche es fugaz momento
poca luz, débil pensamiento
ideas se van de las manos
esclavos de nuestro tiempo
Y esperanza esperamos.
Suerte a tod@s.