Antes los hombres llegaban borrachos a casa y pegaban a sus mujeres, pero es que ahora las matan, decía el párroco de Canena. Porque había mucha ignorancia entonces, aunque también más principios morales. La gente podría ser analfabeta, si bien conocía el quinto mandamiento, “no matarás” y eso la hacía comedirse.
Se están perdiendo los principios morales y el conocimiento de los mandamientos. No sólo del quinto, sino también del séptimo “no robarás” y, a lo mejor, por eso, se roba más que nunca. La ley de Dios es más persuasiva que la ley de los hombres porque condenaba al infierno, que era eterno, más allá de la cárcel que es un paseo, según los designios del tribunal de Estrasburgo. Y un lugar mucho más agradable que el infierno, dentro de todo. Para los pobres, un recinto acogedor que los libera de la intemperie y las miserias de la calle y para los ricos, quién sabe, si un SPA con opción a rayos uva y jacuzzi.
Matar y robar ya no es lo que era; antes era pecado, ahora sólo delito; o sea, poca cosa. Delincuente hoy día puede ser cualquiera y eso no le impide llevar una vida normal y hasta presentarse a las elecciones.
Los maltratadores de antes tenían un sentido de la moral y los de hoy no, por eso se pasan, dice el párroco de Canena y Arcadi Espada escribe que lo que ha ocurrido en Canena es inadmisible, porque no hay derecho a que este pueblo que era célebre por su aceite, tenga ahora que hacerse célebre por su párroco. Son paradojas. Los principios católicos se pierden, pero en Internet pesan más las palabras de un párroco de provincias que la crisis de Ucrania o las elecciones europeas, que son asuntos mucho más graves pero no dan tanta comidilla.
Internet o, más bien, su uso, es otro tema que tiene que ver con los principios católicos, o sea, que no tiene nada que ver con los principios católicos, pues la vanidad que era pecado según la moral judeocristiana, ahora es una habilidad social desde que existe Facebook y compañía. Allí cabe el egocentrismo delirante en sus versiones más patológicas y masturbatorias como la práctica del selfie, que consiste en hacerse una foto a uno mismo y luego colgarla para que te digan “guapo”. Como dice la humorista argentina, Gabriela Acher, el narcisismo es una consecuencia de la falta de autoestima. Por sentirnos queridos somos capaces de hacer el idiota a dos manos, lo que conlleva mostrar la mejor imagen de nosotros mismos y comerse, a solas, con patatas el lado amargo que es, en definitiva, el que más necesitamos compartir. Hay tantos triunfadores en Facebook , que se diría que en este país atamos los perros con longaniza. Que todos sus ciudadanos, vitales y optimistas, no hacemos sino viajar por el mundo, recibir menciones, asistir a fiestas y compartir banquetes pantagruélicos. De ahí que el visitante discreto de las redes, que pasa sin hacer ruido y ve tal dispendio de parabienes entre sus congéneres caiga en la “ciberfrustración” por agravio comparativo. O sea, llega a sentir que su vida normalita y tal vez medio dichosa es un asco comparada con esas otras llenas de intensidad, éxitos y aventura y se retira a su humilde y desvencijado rincón a deprimirse.
Del “ciberfrustrado” hablaron el periodista y profesor, Manuel Arias Maldonado y la Srta Red, en una charla sobre el nuevo narcisismo en las redes, celebrada en el CAL, durante la que recuperé un sentimiento que tiene que ver mucho con los principios católicos; el sentimiento de culpabilidad. Tan culpable me sentía que ya casi no aparezco por Facebook, no vaya a ser que ciberfrustre a alguien, exagerando los aspectos positivos de mi vida como hacemos la mayoría. Uno empieza en las redes con el tema de la promoción y acaba cayendo en el narcisismo, que es un defecto bastante idiota pero, como tentación, dificilísimo de evitar. Oh innoble servidumbre de amar seres humanos y la más innoble que es amarse a sí mismo, recitaba Gil de Biedma, pero cuánto nos han influido los manuales de autoayuda incluso a los que nunca los hemos leído.
Debe de haber un término medio entre sentirse un gusano pecador, como cuando la educación judeocristiana, y sentirse Dios como en la era de “Operación Triunfo”, “Tú sí que vales”, “Master Chef” y etcétera, etcétera, pero lo nuestro no es “la aurea mediocritas” horaciana. Antes muerto que mediocre. Desde que los espacios digitales, además, democratizaron el arte, hay tal avalancha de pintores, fotógrafos, escritores y músicos, que parece que quien no es un genio, no es nadie. Eso lleva a unos a la ciberfrustración y a otros a la fábula de la zorra y el cuervo. Tanto halagó la zorra al cuervo quien tenía un pedazo de queso en su pico, que lo puso a cantar y, abriendo éste el pico, se llevó el queso, la muy zorra. Pongamos por zorra, o sea, por caso, editoriales y discográficas que se aprovechan de la egolatría de artistas emergentes, ahora mismo casi todos, y, después de elogiarle su obra, les piden a cambio de editarla un pastizal.
La vanidad ya no es pecado, pero sigue siendo un defecto idiota que puede salir muy caro.
Bésate mucho
9
May
Hola Lola,comentarte que en un reportaje de un viaje a Menorca , de el 2012 usas una foto que es mía ,no se cómo a llegado a tu publicación la foto de Pregonda ,hecha en agosto de el 2005 y retocada digitalmente ,dudo que ese día estuvieses allí ,ya sería casualidad y decirte que ese día por la tarde callo un Chaparrón , no creo que el agua estuviese de color turquesa .No tengo nada contra nadie pero si molesta que se monten revistas sin pagar un duro y sin pedir permiso por publicar .Me gustaría que se retirara la foto que consideró personal ,así como una disculpa ya que de no hacerlo me animare a preguntar que derechos tengo y a ejercerlos.Un saludo.https://www.flickr.com/photos/hornet_330/4027372788/in/set-72157623486792314
El sacerdote no ha hecho más que expresar su opinión libremente, como cualquier otro ciudadano, a lo que tiene derecho, incluso por razón de su cargo y el que se pique ajos come. Por otro lado, no está incitando a ninguna clase de violencia contra la mujer, habla en pasado que ya no es y lo que pasaba se aproxima mucho a su dicho, sin tener que adentrarse en los vericuetos de la moral. Que el resultado de tanta educación post democrática no sea el que esperaban sus honorables señorías (¿onorabile società?) y las cifras de mujeres maltratadas o asesinadas en España – sin que necesariamente medien alcohol o droga – apabullan al más espabilado, no es para reaccionar como vulgar reaccionario a la que alguien suelta alguna perla comparativa o aquí algun@ está corriendo en círculos y no encuentra mejor salida. O sea, a la vista de algunas declaraciones por parte de la parte gobernante y los venales de la prensa, habrá que decir alto y claro, una vez más, prohibido prohibir y dedicarse a eso, a educar a la ciudadanía y a predicar con el ejemplo, no a cubrir las propias miserias con prendas de ropavejero.
Lo del facebook debe ser la mar de entretenido, la gente apenas levanta cabeza, se ríe (graciaas, jajaja…) se cuentan chistes de todos los colores, fotos recientes y de época…Y parece que se cumple el aserto del paisano aquel que presumía de su lugar de procedencia: “oye, tú, que en mi pueblo el más tonto escribe novelas…”
Pues ya no hace falta que lo jure.
Enhorabuena por el nuevo libro, Lola. ¿Dónde lo puedo conseguir, que se lo quiero regalar a mi chica?
Buenos días
Buenas noches, Winspector:
No creo tampoco que el párroco de Canena quisiera hacer apología de la violencia de género, yo entendí que se extrañaba de cómo podían ir las cosas a peor, habiendo más cultura. Se equivocó el clérigo, eso sí, porque más cultura no creo que haya y eso unido a la falta de miedo al infierno, primitiviza lo suyo y multiplica los delitos.
Facebook engancha porque uno se siente gustado y, por seguir gustando, no para de currárselo. Es que nos gusta gustar, pero con ello, se pierde mucho tiempo y lo peor el tiempo de leer y escribir. Por eso, me extraña que haya tantos escritores siempre enganchados a facebook ¿cuándo leen-me pregunto- y cuándo escriben?
Me planteo sólo usarlo para cuestiones profesionales y mantener algunos amigos verdaderos que he conocido a su través y conocer otros de iguales intereses, para eso sí sirve…
Aunque no me gustaría perder la olla con el autobombo ni perder el tiempo, que no ando muy sobrada ni quisiera ser sobrada!!!
El libro de declaraciones de amor estará ya en las bibliotecas y lo mismo se vende en las librerías. No lo sé seguro. A tu chica le gustará, aunque con tu buen pico, seguro que esta habituada a mejores palabras de amor!!! Eres un crack!!!
Eso es, cultura y dos huevos duros, que dijo aquel presidente en los ochenta. Mas, en España, prevalece esa manía de matar primero al mensajero y después continuar en el yerro. Si de verdad fuésemos un pueblo maduro, sabio, pienso yo, esas declaraciones y similares no pasarían de lo meramente anecdótico. Pero no sé cómo se las apañan los detractores de la Iglesia, que siempre consiguen que se produzca el fenómeno contrario. Se pregunta uno, dentro de su ingenuidad, si finalmente no será ésa su meta y que en realidad asistimos a un bordado paripé A saber sus raíces.
Por cierto, ¿qué se hizo de la alegría de la huerta? Me refiero a Quintiliano y Cía. No hay quien los vea por niungún sitio. ¿Serán de los (¿pocos, muchos…?) que curran a tiempo completo en este país…?
Lola, muchas gracias, muy amable, pero… ¡me vas a bienacostumbrar!
Buenas tardes
He sido una lectora entusiasta de novela negra, sobre todo, en la infancia, cuando tocaba estudiar física y matemáticas.
Eso te hace algo detectivesca en la vida cotidiana. De modo que uno no para hasta despejar incógnitas. Sin embargo, ya había tirado la toalla con la presencia y luego ausencia de Quintiliano y cia. Tenía perdida la esperanza de saber lo que ahora sé por un simple chispazo; un solo dato que hace encajar todo el puzzle. Por ejemplo, el nombre de una novela. Ocurre en la novela negra y ocurre en la vida real. Creí que me aliviaría despejar la incógnita, pero ahora que lo he hecho, contra todo pronóstico, no es que me sienta como la señorita Marple. Sé quienes son Quintiliano y cia y también sé por qué no escriben más. Como en toda buena novela policiaca, el desenlace es inesperado…
Ahora sólo queda que ellos sepan que lo sé. Pronto, porque leerán este comentario. Dices tú que responderán, yo digo que no, a ver qué pasa…
El mundo internaútico está lleno de intrigas, precisamente de eso hablan ahora en la tele. Y, en fin, me alegra saber quién eres, a ti nunca te hubiese podido descubrir si no te quitas la máscara voluntariamente ¿Cómo que no? Eres un crack!!!
Wao, esto se pone interesante, algo así como «El silencio de su nombre», novela ambientada en la SGM. De cualquier manera, miss Marple hizo suya la frase «la gente es igual en todas partes», basada en el profundo conocimiento del medio en que vivía, según pasaban los años, que debe ser una sensación agridulce, rara… Pero bueno, responder tampoco supone ninguno de los doce trabajos de Hércules (Poirot) y yo siempre he relacionado los escritos de Quinti y cía más bien con la naturaleza abierta, los trabajos del campo, la alegría de una buena cosecha, el melonar, el maizal y el perrillo guardián…sin otra pretensión.
Aunque tampoco es menos cierto que (incluido uno mismo sin máscara) habemos gente pa to. Mientras no pase de ahí…
Saludos
Yo también asistí a la charla de la Sra.Red y el «Srto.Arias Maldonado», pero no te ví por allí mi admirada Lola, doble licenciada en Filosofia y letras. Prodigate un poco más en faceboock.
Estuve. No pude reconocerte, porque no te conozco, creo…ar?
Quintiliano, Winspector, no me contestará, espero que a ti sí…
Hola, hola,
Claro que ando por aquí, menos porque estoy viejo, pero algo sí. Y de paso, como está el tiempo fresco, no he tenido que regar el maíz y aprovecho para leeros.
Es evidente que me conoces poco, Lola. Cómo iba a dejar de saludar a alguien que de cuando en vez me ha arrancado algunas risas. Eso no se olvida. Winspector, peritia peritis, me conoce más.
Aún no sé por qué no escribo más. Tal vez un empacho de ego. Tal vez una ciberfrustración, no lo sé. Anda Lola, dímelo, de verdad que no lo sé. Gracias.
En mi descargo, os leo cuánto puedo. Gracias.
Besos y abrazos.