Las ratas están de buen año y no porque, en el horóscopo chino, éste sea el año de la rata. Es sólo que, gracias a las accidentadas negociaciones entre Limasa y el Ayuntamiento, Papa Noel, adelantando su visita, les ha cubierto de regalos los contenedores y, de este modo, se han dado un banquete de Nochebuena de ponerse las botas a cuenta de la suculenta acumulación de bolsas de basura que han ido desparramándose por cada rincón de la ciudad. De repente, las ratas que siempre han sido más pobres que las ratas, han vivido un momento de prosperidad sin parangón.
El 2013 ha sido un año excelente para las ratas y los rateros, que son también ellos muy amantes de las bolsas de basura y la economía sumergida. Acostumbrados a gestionar sus sucios negocios en sus particulares alcantarillas las han hecho, del uso y abuso, reventar hasta poner todas sus inmundicias al cabo de la calle. Y así están las calles como cloacas desbordadas, llenas de mierda. El dinero negro mancha y canta mucho de norte a sur y también por sevillanas. Y por alguna razón misteriosa, sigue habiendo en las mesas festivas de muchos hogares jamón del bueno y anchoas del Cantábrico y langostinos y, en los bares abarrotados, te partes lo cuernos por encontrar una mesa libre o un cachito de barra ¿quién paga esas cuentas? ¿Cómo se explican las toneladas de basura en un país tan paupérrimo? ¿Cómo es posible que queden tantos restos de las neveras y despensas presuntamente vacías?
Daban ganas de escribir que nuestra Navidad en la primera década del 2.000, había vuelto a parecerse en contenido y forma a aquellas navidades de posguerra de los cuarenta, cuando veías merodear por los contenedores cofradías de mendigos rastreando los avíos de un almuerzo entre las inmundicias, pero si mirabas de cerca a estos mendigos, los descubrías extranjeros, habitantes de países donde nada sobra porque todo falta. Países de los que huyen, jugándose la vida para venir a comerse las migajas que siguen cayendo de nuestros manteles. Son como el sabio de Calderón que recogía las yerbas que el otro sabio arrancó. Como los oscuros personajes que, en la exposición de Rafael Alvarado, “Papeles confidenciales” ahora en el MUPAM, patinan alrededor de una gran calavera.
Sería muy literario –y demagógico- hablar del regreso a la Navidad de los 40, pero no sería verdad, pues el retrato de estas fechas festivas de hoy día corresponden con mayor rigor a la grotesca anacronía que escribió en un artículo paródico, Enrique González de Gor, colaborador también de La Opinión de Málaga, quien con esta acidísima y desternillante pieza publicada el pasado martes (“Feliz Navidad”) ha hecho un pleno en los intríngulis de la cosa. No nos faltan inquietudes políticas y sociales, pero, por el momento, tampoco un buen vino, un plato de jamón y los exquisitos berberechos que ha traído “el cuñao”. Así ya se puede.
No estamos en la Málaga de los cuarenta. Ahora lo puedo ver con claridad por la biografía que me ha enviado mi amiga Carmen Donate “A la búsqueda de una identidad”. La escritora nos cuenta en ella la complicada vida de su pareja, Enrique Lozano, líder del emblemático grupo malagueño “Los íberos”, de fama internacional en los sesenta. Según lo que leo, la infancia de Lozano transcurrió en el castizo barrio del Perchel donde la miseria, especialmente en su hogar, era el escaso pan de cada día. Tanto que allí eran imposibles las basuras, porque nadie podía permitirse el lujo de tirar nada. “En los cuarenta, todo se aprovechaba, se reciclaba”, apunta Enrique.
“A la búsqueda de una identidad” es una auténtica crónica de la Málaga del hambre, ésa que aguza el ingenio de los espíritus inquietos y hace despiertos Lazarillos como el propio Lozano que, en las condiciones más adversas, se crecen buscando las oportunidades que, en principio, les negó el destino. Hijo de madre soltera, trabaja desde muy pequeño en lo que vaya saliendo para llevar algún dinero a la casa donde conviven hacinados los abuelos, la madre, su hermana menor y sus hermanos mayores de diferente padre, pero nunca por ello cejó en su afán de instruirse y conquistarse un futuro lejos de la sordidez. Conmueve y admira cómo en los inviernos húmedos, acude desabrigado y desfallecido de hambre a las escuelas públicas para aprender. Por su propia cuenta, ya que en su propia familia consideraban que los estudios eran un lujo que los pobres no se podían permitir y estorbaba de tareas más urgentes como trabajar a destajo por hacerse de un plato caliente en la mesa. Y eso hizo, aparcando sus estudios por imperativo familiar, pero sin renunciar nunca a su secreta ambición. Como camarero recorrió diferentes locales de la ciudad hasta hacerse de algunos ahorros para emigrar a Francia, donde esta vez marchó, desoídas las protestas de su madre. Quería ver mundo, prosperar, hacer fortuna y algo de eso hizo. Aprendió casi francés, mientras se partía el lomo en una fragua y en la siega y la vendimia. Lo necesario para regresar a España y volver a atrapar otra oportunidad al vuelo; la emergente Costa del Sol donde, en una sala de fiestas “El mañana”, se enamoró de un equipo de sonido y una guitarra que aprendió a tocar con métodos autodidactas, con lecciones pagadas a cuenta de las propinas. Un camino de ciega constancia que le llevó al primer grupo “Los íberos” y al segundo. A Londres, a las giras por Alemania y Suiza, a la radio y la televisión y el cine; a la fama entera y verdadera que llega después de un camino muy costoso y que no tiene otro precio que la constancia y la tenacidad. Lo demás es basura.
Los íberos
27
Dic
No es por nada, pero últimamente, tras el nauseabundo olor, también se percibe cierta pelusilla contra las ratas; sin embargo, éstas, no hacen otra cosa que aprovecharse de todo aquello que nos sobra, como secularmente hicieron allá donde pusimos planta los humanos. A mayor consumo, más desperdicios de toda índole y mejor para ellas. Esa capacidad innata de estos animalillos para la supervivencia – dicen que en Hiroshima se salvaron las ratas y pocos más – antes que envidia, debería producirnos admiración. Pero qué va. Y lo peor, para muchos que no quiero nombrar, es eso: la crisis y el verlas regodearse en la abundancia sobrante durante la pasada huelga. Eso quita argumentos a cualquiera. El día que las ratas («¡somos más!») se organicen ya veremos lo que hacen con nosotros, si nos ponemos muy pesados con esa fea costumbre de señalar siempre con el dedo.
Y por descontado que no estamos en la Málaga de los cuarenta. Eso es como decir/cantar no somos ni Romeo ni Julieta. Ni en la de los cincuenta o sesenta o… Ni aquí ha habido guerra recientemente. Más razón que un santo tiene Enrique Lozano (admirable vida) entonces no se tiraba nada; un solo guiso podía durar una semana, añadiendo a lo sobrante arroz, miga de pan…Tampoco había envases de plástico o break -jajaj-. Y, ya puestos, buen cuidado que me gastaba yo para no rayar los discos de vinilo (singles en su mayoría) y que bailasen aquellas parejitas de novios que iban al bar los domingos por la tarde. Empezaban con L Aguilé, Miguel Ríos, Los Pekenikes etc y acababan pidiendo Los Brincos (Lola) hasta «Las Tres de la Noche», de Los Iberos (con acento llano)
Que siga pasando feliz la Navidad, dentro de lo posible.
Magníficamente expresado Lola. Hay un camino que lleva al éxito, el de la constancia y el buen hacer. El camino que quizás nos permita, con constancia de los ciudadanos, librarnos de las ratas, y no precisamente de las peludas de cuatro patas, de los rateros amantes de las bolsas de basura bien repletas, que están dejando el país desmantelado, privándonos de los derechos que tanto costó alcanzar.
Gracias por reflejar con tanto acierto lo que pretendía expresar en la biografía. Siento, es evidente, un profundo respeto por los logros de Enrique, que ha ido aumentando con el paso de los años, pero mi opinión no es objetiva.
Feliz año.
Gracias, Carmen, he tenido mucho gusto en leer esta biografía, que, gracias a lo bien que la has escrito y la pasión que le has puesto, no se me cayó de las manos, de modo que en un solo día, pasé de la primera a la última página. Es muy interesante, sobre todo por cómo nos enseña que, habiendo ganas y coraje se puede llegar a cualquier cima en las circunstancias más adversas. Enrique Lozano es un ejemplo magnífico,en especial, para esta juventud de destino incierto. Has sido muy objetiva y tu esfuerzo no ha sido en vano. Es una joya de libro. Enhorabuena.
Winspector, dicen que en los cromosomas, los seres humanos nos parecemos a las ratas, pero, de acuerdo, ellas nos superan por lo mucho que aprovechan todo y, si esto se va a pique, serán las únicas supervivientes.
Cuentas tú tu biografía a retales y resulta apasionante ¿para cuándo piensas brindárnosla entera? Necesitamos ese libro ¿Podría ser uno de tus propósitos para 2014? Anímate y haznos felices!!!
A cien años de la generación de 1914, ya deben quedar pocos miembros pertenecientes a la misma, luego se supone próxima la llegada de un nuevo orden terreno y antes que desaparezca el último advendrá Armaggedon y hará acto de presencia Jehová, para que se cumpla tal profecía. El año pasado fueron los mayas y su calendario los que daban la tabarra. A cincuenta y cinco años del triunfo de la revolución fidelista y la espantada de Batista, nada o poco cambió en Cuba (y todo lo que en Latinoamérica se incuba). Si yo me propusiera ahora, entre mojito y mojito, ponerme a escribir un libro, mamma mia, qué saldría? Pues lo mismo que antecede. No iría más lejos de la primera estrofa del bucólico poema: «Alfarnate, mitad cielo, mitad cráter…» Regalo que vale la pena.
Auguri e felice anno nuovo per tuuuuutti!!!
No es más pequeño Alfarnate
que aquel pueblo de Macondo
y desde allí García Marquez
hizo un relato redondo,
yo te pido Winspector
-te lo pido por favor-
que nos brindes tu experiencia
y con tu tamaña ciencia
nos cuentes tu biografía
y tus noches y tus días
que has vivido por Europa
y que alcemos esa copa
y brindemos por el Dante
que firma en «Las malas lenguas»
y tiremos tos pálante
con el ilustre palanco,
con su labia y con su arte
y sus tropecientas lenguas de viaje submarino
y así dejemos aparte
tanta novelilla hueca
que no vale ni un comino!!!
O sea, vale, ¿pero crees entonces que en los hogares donde los padres tienen estudios los hijos se educan mejor y no hay agresividad en el hogar?
Genéricamente, hablando en términos estadísticos, sí. Además Ud. misma me lo puede ratificar, por su oficio, digo.
Pues de donde más copia el niño/adolescente sus valores/no valores es de su casa. Y si en su casa imperan comportamientos chusmíticos -de chusma-, pues pasa lo que dice el Sr. Winspector en su última respuesta del artículo anterior escrito por Ud.
Salduos.
¿Márquez?, ¿Macondo?.
Hasta que decidimos volver a colgarla en la pared, lo ocurrido no tiene explicación. Al descolgar la cruz de madera de la bisabuela que vino de Cuba en 1898, una vocanada de viento entró por la chimenea, arrastró la cruz hacia un libro que hablaba de Macondo, lo abrió por la página marcada y la cuerda de la cruz se enrolló fuertemente al libro. La niña Remedios, agarró el libro con mucha fuerza. La cruz, el libro y la niña volaron y se perdieron por la chimenea. Padre subió al tejado, y solo encontró la cruz con la cuerda.