Cásate y sé sumisa. No hay duda de que el título de un libro puede decidir su tirón y su tirada. En el caso del libro que nos ocupa, el título parece serlo todo, ya que permite a todo Quisque opinar sobre él sin meterse a leer su contenido. La letra da mucha pereza en nuestros días y, de la prensa, a su vez, basta con ojear los titulares para tener un punto de vista superficial de la realidad actual que, por desgracia, y, sin embargo, es el que prima.
Sinceramente, no creo que el libro de Costanza Miriano presente un grave peligro de adoctrinamiento para los jóvenes. Para ello, habría que obligar a los jóvenes a que lo leyesen; asunto que se está poniendo, de veras, difícil. Si, por lo que sé hasta ahora, ninguno de los adultos de los que opinan sobre él se lo ha leído, cuanto menos es probable que a un joven le dé por ahí.
El que lo haya editado el arzobispado de Granada tampoco es garantía de que se convierta en un best-seller de referencia entre adolescentes. Será que hay adolescentes que están deseosos de leer lo que edite el arzobispado de Granada, pero a mí, personalmente, me cuesta ponerles cara y nombre. Lo cierto es que para una gran cantidad de jóvenes, las instituciones religiosas vienen ya envueltas en un aura de desprestigio que han aprendido de sus propios padres, quienes les ilustran en imágenes de curas pegones y monjas castradoras que se pierden en la leyenda de los tiempos. Tiempos que ni siquiera vivieron, ya que los susodichos padres son, como mucho, de la quinta de los sesenta o setenta; época del catolicismo neo-hippie, de los curas progres y las monjas guitarreras, que recuerdo bien por ser precisamente la mía. Por entonces, andaba yo en un colegio religioso que se curraba bastante el adoctrinamiento en su vertiente más pop y juvenil con canciones de misa a ritmo de los Beatles y Paul Simon and Garfunkel. Pero, pese a que dicho adoctrinamiento fuese de lo más amable y cordial, dio de sí tan escasos resultados como en otros colegios religiosos similares, si se tiene en cuenta la gran cantidad de agnósticos y ateos que salieron de ellos. Ni los sermones modernizados, ni los catecismos de primaria, ni los manuales de religión actualizadísimos de BUP consiguieron inculcar dogmas en mentes ya decididas a pensar por su cuenta, si bien, no obstante, hubo principios que nos marcaron el carácter a todos como el espíritu de sacrificio, el valor del esfuerzo, la modestia, la solidaridad y la simpatía hacia los desfavorecidos. Contra la que se me pueda venir encima, puedo decir por experiencia que ninguna otra asignatura que ha querido venir a sustituirla, ha educado tan nítida y efectivamente en valores como la Religión. Tal vez pudiese haberlo hecho si dicha asignatura fuese acompañada de una esmeradísima educación intelectual. Las mentes intelectuales son amigas de la paz y la armonía sin necesidad de mayor credo, pero el ateismo es mal compañero de la ignorancia y los dos juntos llevan a las sociedades a manifestarse en su violencia más primaria. Bastantes elocuentes son al respecto las páginas de sucesos y los informativos.
En esta coyuntura, los principios por reiterados que sean en aulas, manuales y campañas, se diluyen. Prueba de ello es que la violencia de género entre adolescentes se dé como un fenómeno frecuente y reciente cuando más se ha insistido en educar para combatirla.
Por válidas que sean las normas e instrucciones institucionales, el adolescente tiende a rebelarse contra ellas. De modo que no hay que temer que el libro “Cásate y sé sumisa” provoque otro efecto que el sólito. Seguramente, si fuese de lectura obligatoria en los institutos, generaría auténticas generaciones de mujeres solteras e insumisas. Otra cosa es que lo prohíban. Siendo un libro prohibido podría despertar el interés y la simpatía de los adolescentes por su instinto natural de transgredir y, de camino, disparar las ventas entre los adultos como pretende su autora, que es, como toda provocadora, una gran negociante. Nada suscita más afición lectora que los libros prohibidos; grandes lectores hacen las dictaduras.
Por lo demás y, además, el librito no tiene mayor mérito que el título escandaloso. Es como un ligero manual de humor en el que se aconseja a las mujeres parecer sumisas a los ojos de sus maridos para luego, más a o menos, hacer lo que les dé la gana. La mano izquierda, que ya enseñaban las abuelas. Bueno, la mía no, porque salió feminista frontal.
Costanza Miriano, en definitiva, llega tarde. Para enseñar sumisión ya está “Cincuenta sombras de Grey”, que es un “delectare docendo” de gran aceptación entre amas de casa y adolescentes. El mensaje de dicho best-seller, parece ser “Si tu pareja te pega, relájate y disfruta”. Eso sí, si tu pareja es rica y poderosa, lo que también le pone al asunto su puntillo clasista para que al machismo no le falte ningún ingrediente. Si las novelas ñoñas fueron nefastas en la educación sentimental de antaño, éstas de hoy son perversas. Ahora el príncipe azul te pone el ojo morado.
Y, sin embargo, éstas “Sombras” sombrías se venden sin cortapisas hasta en librerías feministas. Y la ministra Mato no las prohíbe. Mato me mata.
Cásate y sé sumisa
29
Nov
Pues no puedo estar más de acuerdo.
Ni he leído ni tengo intención de leer “Cásate y sé sumisa”; y aun menos después de la falsa polémica. No acostumbro a leer best-sellers, ni Peter Sellers ni ningún otro libro que pretenda vender por la provocación.
Puestos a leer sobre hombres y mujeres confieso que lo intenté con «El hombre sin atributos» y no pasé de la primera decena de páginas, toda una proeza si lo comparamos con el intento sobre «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» pero que escuché infinidad de veces «La mujer que yo quiero.
En fin, que ahora mismo voy a leer «El hombre inconcluso» con intención de concluirlo. Estoy convencido de que esta lectura sí que merecerá la pena.
Qué salado eres, Manolo. Y, además, enigmático. «El hombre inconcluso» aún no está publicado, pues la primera edición se la reserva «La Gaceta de Salamanca» y yo no puedo publicarlo hasta que ellos no lo hagan. Así que si te lo vas a leer es porque los conoces, ya que sólo ellos se lo han leído. Con el misterio que entrañan mis comentaristas, podría escribir una novela de suspense. Qué voy a decir, os quiero!!!
¿Y cómo prohibir algo así en una sociedad abierta y democrática, ¡ madura! como la nuestra? La ministra Mato, teniendo cosas más importantes que atender, actúa en consecuencia y se aplica el viejo lema estudiantil “prohibido prohibir”. Aunque, bien pensado, igual deberían prohibir el tan poco cuestionado libro y darle vidilla al ambiente prenavideño. Más que nada por ver la reacción de esos camaradas, políticos y altos cargos de la cosa pública, para los que el decreto restrictivo supondría una inyección vital y duradera, cuyos efectos les mantendrían inmunes hasta el año que viene por lo menos. Ellos y ellas, que sí leyeron el “libro rojo del cole…” Algunos, fue el otro día, incluso juraron, por lo más sagrado, que jamás iban a permitir – no como otros – que sus esposas les lavasen los pies después de la jornada laboral. Y esto se cumplió en la mayoría de los casos, doy fe. Existen otros más oscuros y de difícil acceso, ya hay que estar preparado, en los que se pueden encontrar pareceres y opiniones sobre formas menos agresivas de tratar el cuerpo de la mujer/esposa, de tal manera que el daño sea mínimo y deje la menor cantidad de secuelas posible… Saber pegar como Dios manda (¿?) eso es, no a lo bruto para, encima, darle tres cuartos al pregonero y comidilla a las vecindonas. El qué dirán sí importa en este caso.
Por eso las mujeres tienen que seguir los consejos de Constanza Miriano y no dejarse impresionar por nada ni por nadie. Y cuando sientan que las fuerzas les abandonan, escuchar “La Cárcel de Oro” como ejemplo de arrepentimiento del pecado, sumisión y constancia (de Constanza). Ovejita descarriada o hija pródiga, a ver…
http://www.letras.com.br/#!rocio-jurado/carcel-de-oro
Buenos días a tod@s
Creo que ni Mato ni nadie casi se ha leído el libro y sí «Cincuenta sombras de Grey» que es mucho más corrosivo. Menudo cacao mental tiene esta sociedad descerebrada que opina con tal ligereza y se somete a los dictámenes de la moda y al marido si la moda lo dice porque sí, porque «se lleva». Qué fobia a la letra impresa y a la sana costumbre de pensar…