De Picasso se dice que se fue de Málaga a Barcelona y luego a París y la Costa Azul porque no se sentía bien tratado en su tierra. Las cosas, a este respecto, no parecen haber cambiado mucho cuando el tiempo lo ha devuelto a su ciudad en calidad de estatua de bronce, pues, si bien por ahora lo han respetado los graffitis, que tienen fijación por condecorar los monumentos de la ciudad, como observa a menudo Alfonso Vázquez, hay gamberros que lo han tomado como fetiche de sus tropelías y, sin la debida reverencia, lo mismo le colocan el sombrero de Cartojal, llegada la feria o el gorro de Papa Nöel en Navidad. Por no hablar de la imagen, difundida por este periódico, donde podía apreciarse cómo un grupo de colegiales de visita cultural disfrazaron de rapero al insigne malagueño. Con tal trato, no me extraña que nuestro pintor universal, estando ya hasta los pelos que no tiene, haya decidido de nuevo largarse y tomar las de Villadiego. Aunque la versión oficial ilustre de que fueron unos vándalos en probable estado de ebriedad quienes arrancaron la estatua de cuajo, quizá para llevársela a casa como trofeo, lo mismo que a otros les da por llevarse una señal de tráfico de recuerdo, cuya ausencia pueda provocar algún accidente al incauto viajero (menuda risa, Felisa). En cualquier caso como Picasso es un artista de peso, sobre todo, en bronce, sus presuntos raptores desfallecidos tras su hazaña que ya no podían con su cuerpo y menos con el del pintor, tuvieron que dejarlo a su suerte en el primer lugar oportuno. La celebridad era esto; quedarse indefenso a la intemperie a manos de cualquier tarambana, ofrecer el egregio cráneo a las cagadas de las palomas o, más terrible aún, servir de inspiración a un escultor vanguardista para que no te conozca ni tu padre.
Sólo hace muy poco tiempo, descubrí por más resistencia que puse a creerlo, que ese rostro maltrecho de color verde alienígena que se asoma por el boquete de una pieza de piedra granulada, erigido sobre un pedestal en la plaza de Capuchinos, representa a mi muy preciado cantante Miguel de Molina. El monumento a Canovas del Castillo en la Malagueta ofrece muchas menos dudas; sabemos que se trata de Canovas del Castillo porque está escrito bien clarito, pero da un poco de grima identificar figura tan contrahecha con el ilustre presidente decimonónico.
Peor suerte, sin embargo, corrió Antonio Machado que por obra y, en fin, arte de un innovador imaginero se convirtió en el conocido por “cabezón”, punto de encuentro de las parejas en el paseo de Baeza, con réplica, para colmo, en el corazón de Soria. Una que ha podido ver dicho “cabezón” en ambos lugares, ha llorado y no de emoción por lo que ha hecho la inmortalidad con su más querido poeta. La fama merecida tiene su contrapunto; en vida soportar el resentimiento de los mediocres (todo Mozart tiene su Salieri) y, más allá de la muerte, servir de objeto a un escultor cubista o dejar una foto en un libro de texto para que, tarde o temprano, un alumno aburrido le pinte unos bigotes y una mella. Pero, pese a todo, siempre será mejor que la fama inmerecida que, en ocasiones, pasa factura en propia vida del inmérito que de los cielos baja a los infiernos por el mismo arte de birlibirloque. Ahí está la estatua de Urdangarin dando vueltas en el museo de cera, cambiando de planta como un maniquí del Corte Inglés. Vestida de pajarita, en principio, junto a los miembros de la Casa Real, pasó luego a la sección de deportes, cambiando las galas por el uniforme de la selección de balonmano, si bien, próximamente, pase a hacerle compañía a la de Isabel Pantoja que acaba de ser retirada del tendido, donde en dicho museo, contemplaba la faena de su difunto marido, Paquirri. La cantaora que, en otro tiempo, fue honrada como viuda de España, ha caído en la total deshonra, después de un polémico y mediático juicio en el que resultó culpable por blanqueo de dinero. Su condena por dos años, sospechosamente liviana, le permitirá no pisar la cárcel. Aunque quizás tampoco pueda pisar la calle a como están los ánimos de las gentes por lincharla.
Marbella fue la ruina de la intérprete, no sé qué tendrá ese lugar que relaja tanto las costumbres. Allí sigue de vacaciones el perro de Aznar. Y se caga en todo.
P.D: No dejéis de visitar la exposición «Iluminaciones de lo cotidiano» de Pedro Escalona en la sala de La Coracha en el museo municipal (pasado el túnel). Su lenguaje mágico nos describe lo cercano desde un tono mágico, que nunca deja indiferente. Cuando la hayáis visto, hablaremos, no quiero condicionar vuestras impresiones. Las agradeceré, sean contrarias o afines a la mía. Seguro que os inspira…
no he conseguido leer ni una sola letra de los textos por la rapidez con que desaparecen o lo solapados que apenas llegan a intuirse
HOY LE QUEDÓ PELÍN ESCATOLÓGICO.
PANTOJA DEJARÁ DE SER PREDILECTA DE ANDALUCÍA.MIERDA,MIERDA MIERDA ES LO QUE NOS PASA
El pobre Cánovas debe estar temblando, pues se ve que las estatuas son buen material de reciclaje. Poco duran las estatuas, al menos las políticas……Y menos mal que en las chatarrerías hay ya un severo control del material que entra, porque con los precios que tiene el cobre y bronce, cualquiera se anima….
Me gusta tu artículo, Lola.
Gracias, Quintiliano. Al Rey Juan Carlos le vendría muy bien que la estatua de Cánovas cobrase vida. Él sí que podría salvarlo de la abdicación y nuestra vista agradecería también ver a ese político al natural, que estaba mucho más favorecido…
La verdad sea dicha, el trato que se le da a las estatuas en este país es muy similar al que se da al resto del acervo cultural; o sea, para salir corriendo, una vez más, de España. ¿Cómo puede haber tanta cantidad de ceporro por metro cuadrado? Y cuanto más insigne se fue en vida, peor te trata la plebe. Solo hay que recordar lo que hicieron con la estatua de Félix Rodríguez de la Fuente y, un poco antes, con el robo de la del Niño de las Moras, el de la placita de El Palo, que apareció varias semanas después en una chatarrería de Campanillas, cuyo responsable tuvo a bien guardarla, por resultarle muy sospechoso el asunto, y entregársela a la policía. Una raya en el agua. Y al cabo, ¿qué han sido nuestros más recientes artistas, escritores….? Buena gente, surgida del pueblo y algun@s con muy pocas pretensiones e incluso dispuestos a pasar hambre, como nuestro laureado poeta modernista, Salvador Rueda, que desdeñó la paz de una isla alicantina para sus últimos días y, en la antesala de la guerra, prefirió las estrecheces y miserias de su Málaga. “Lo que se vayan a gastar en el ave fénix (remate de su estatua) me lo dan a mí y dejamos la estatua tal cual”. Sublime.
Pero me estoy desviando del tema principal. Lo que entretiene y educa al personal, antes que de las aulas, entra y sale del palacio de justicia, de la cárcel o del museo de cera y allí, como mucho y tirando arriba, suelen cambiar de juzgado, de celda o de pedestal. Aunque, no por ello, dejan de transmitir espectaculares emociones y no es mala terapia para el pueblo, que falta le hace. Por ahora no conoce otra, salvo ponerse a maltratar, con nocturnidad y alevosía, indefensas estatuas. En tiempos de paz. O casi.
Saludos para tod@s. Buenos días.
Que la celebridad termine en piedra no es nada bueno.Que te pasen por la piedra(de la memoria)es como una desvirgación de y por los dioses paganos. No obstante, esos son tributos del éxito o la notoriedad. Quién le manda a nadie el darse a conocer; si alguien quiere que lo conozcan los demás en vida, que acarree con la mofa post morten. Uno está tranquilo y sabe que a su marcha ni la papiroflexia levantará ecuestres figuras de papel para que servidor cabalgue por el tiempo, ni que una cabriola será señalada por el dedo de las generaciones venideras, y eso porque en vida ha dedicado su tiempo a pasar sin hacer ruido. Qué asco la inmortalidad sobre materiales no fungibles. Hacer una visita a un cementerio, como contrapunto a la inmortalidad de ciertos sobrenombres, puede ser un ejercicio muy saludable. Entrar por los patios del olvido, donde nichos, en cuatro o cinco pisos, esconden vidas anónimas y nombres vulgares acompañadas en muchos casos de una fotografía probatoria de una existencia anterior, tiene el imponderable placer de fabular e imaginar donde nada vas a obtener, pero que te deja la página en blanco con la duda de que algo ahí está por escribir, pero que nadie lo escribirá. Esos nombres no tendrán estatua de bronce, ni jardín que en su centro levante un pasado tan ilustre, pero en cambio dejará la eterna duda y la certeza de que algunas vida sirven para que no levanten acta ni el bronce ni sus mudanzas de bancos. No es mal epitafio este:AQUI YACE SIN NOMBRE UNO QUE MURIÓ DE GOLPE.
Queridos comentaristas, vuestras reflexiones son piezas dignas de un neo-estoicismo muy logrado y necesario y Séneca el cordobés se sentiría de lo más ufano al leerlas, viendo reflejada la sabiduría que, de Nerón, le valió la cicuta. Como en aquellos tiempos, hoy por hoy y por desgracia, la necedad se sale con la suya y, por la vacua fama, se muere y se mata no con más meritorias obras que las de Nerón, quien se creyó Dios por incendiar Roma, mientras le arrancaba horrendos versitos a su lira, pues además de ser un mal hombre era un nefasto poeta, así también las criaturas hodiernas buscan la celebridad por la barbarie, poniendo bombas en Boston o haciendo fuego abierto desde Texas a Noruega. Otros más discretos e inofensivos se conforman con acostarse con tal o cual famoso y contarlo a los cuatro vientos y los más esforzados, dentro de todo, se hacen de contactos para que apadrinen su arte marrullero, nacido más para alcanzar notoriedad y visibilidad en los ecos de sociedad que, desde la intención y el esfuerzo de crear algo grande por sí mismo. Lo suyo es que su nombre suene cuanto antes y así vemos expuestos y publicados, libros y cuadros antes incluso de ser escritos o ser pintados, a quién le importa del autor y, ni al autor, sino su foto, a ser posible, a tamaño natural. Ya nadie tiene paciencia para llegar un día a ser estatua -se puede comprender con lo mal que le va a las estatuas- y, con urgencia, antes se complace con saturar internet de sus fotos para que el personal, cuantos más mejor, pueda admirarse del prodigio que es contemplarlos en pantalla, desayunar en bata y zapatillas.
Muy bueno, Anselmo. Tampoco quedaría mal, a mi modesto parecer, tal epitafio donde se pudiese leer, simplemente: AQUÍ YACE UN HOMBRE.
Saludos
Esta historia no es mía, me la contaron. Solo sé que no añado ni un ápice a lo que llegó a mis oídos. Es de cuando se afinaba para hacer una gamberrada, pues el físico del insurrecto dependía de su inteligencia. Algunos veteranos me dicen que en aquel tiempo todo era malo, pero al menos las travesuras eran inteligentes. Hoy, me dicen, son groseras, y Winspector me lo confirma. No quiero hablar de sexo, ni de política, solo contar la historia del general que al menos una vez se quedó de piedra. Que me disculpe Lola, si en algo siente usurpado éste, su lugar.
De piedra se quedó aquél general aquella mañana calurosa de principios de Julio. Cada año cuando venía hacía el mismo ritual, llegaba a la Plaza de Armas, bajaba del coche y sin escolta se iba a ver la estatua de bronce de él mismo montado a caballo. Dicen que conversaba con la figura inerte. Ahora era jefe de aquél Estado. Antes de la II República fue general director de aquella Academia Militar. Ahora acudía cada año a entregar los despachos a los nuevos oficiales. Cuando llegó a patriarca como máxima autoridad del Estado, en cada plaza de renombre en aquél país instaló una estatua similar, él siempre montado a caballo, vestido con el uniforme militar de general. La de este patio de armas era, de entre todas, su preferida. Los cadetes la limpiaban con esmero para el día en que el general hablaba con ella.
Ya llevaba muchos años de patriarca del Estado, los Estados cercanos contaban democracias, había insurrectos demócratas entre las filas de los nuevos oficiales. El día antes de la entrega de despachos se ordenó a un pelotón de cadetes dejar el caballo del general “como los chorros del oro”. Esa fue la orden: “como los chorros del oro”. Un cadete replicó, – es demasiado grande, mi teniente, no hay tiempo-. Eran épocas y lugar de disciplina extrema, de obediencia a ciegas, de pulcritud, -como los chorros del oro- ha dicho el teniente. Limpiaron las cagadas de las palomas con jabón y estopa.
El piedra se quedó el general aquella mañana ante el esmero en el relucir de aquellas dos zonas de la estatua, su escultura. El abultado bulto de las gónadas –testículos- exageradas del caballo de bronce lo habían lijado o limado, aún no lo sabemos, y quedaron como oro recién pulido, y con los rayos de sol de Julio quebrando la vista de quién los mirase, en claro contraste con el apagado verde bronce del resto de escultura. Igual tarea aplicaron e igual brillo salía de la bragueta o entrepierna del general de bronce, que no tenía taleguilla a modo de los toreros, más bien terreno liso, sin abruptos y sin bultos; se ve que fallo del escultor. Histeria del general, balbuceando, tartamudeando dijo algo, se subió al coche y se fue.
Abrieron diligencias previas a los cadetes que limpiaron la estatua por delito contra el Jefe del Estado, que se archivaron por falta de pruebas y de tipicidad penal, pues todo quedó en que no habían hecho más que limpiar cumpliendo la orden recibida a rajatablas. Éstos juraban que dejaron la estatua limpia pero toda mate y oscura, sin ningún punto brillante. Se concluyó en que alguien estuvo toda la noche previa en vela y sacando brillo a semejantes partes. Se sospechaba de todo el mundo y de nadie.
A los cuatro días de quedarse el general de piedra, desmontaron la estatua, y volvió a los dos meses con las gónadas del caballo en color verde bronce apagado y triste en brillo, y en el mismo color y metal, un añadido o cambio de postura en la guerrera militar, ahora tapando la entrepierna del general. Se supo que ya nunca más habló con su estatua.
Sí, Winspector, no es improcedente reducir el epitafio, abreviarlo. Incluso se podría abreviar más. Por ejemplo, AQUI YACE, con lo que podría pensarse que yace un hombre o al menos un homínido, que no por tenerse DNI se ha salido de la cadena trófica. Pero digo más, también el epitafio podría quedarse en AQUÍ, y eso sí, sería un punto de encuentro, un vocativo para todo destinatario, sin exclusiones. Podría molestar a los incólumes. Un saludo.
¿Usurpada? ¿Por qué? ¿Quién iba a querer usurparme?
Este espacio siempre está abierto a lo que queráis contarme y no tiene nada de exclusivo ni excluyente, si no es para la descalificación.
Creo que todos reconocen a ese general, de quien se decía que tenía muchos y los tenía bien puestos y de quien también se decía, por contra, que fuese eonuco por su voz aflautada. En fin, francamente, vaya este relato como una paradoja. A mí las estatuas ecuestres de este hombre me daban mucha pena, por lo traidas y llevadas que fueron en la transición. Hubo un escultor que tuvo la mala suerte de acabar su encargo cuando el Generalísimo hubo fallecido y, además de que su obra, enorme y con caballo, nunca vio la luz, nunca le pagaron. La historia está llena de víctimas inocentes que pagan el pato por otras…
Estuve a punto de hacer una tesis sobre inscripciones funerarias romanas. Me gustaba mucho ésta «Joven, aunque vas deprisa, esta piedrecilla te ruega que te detengas y la mires. Aquí yacen los restos del orador Apio Claudio el ciego. Que nadie cague o mee aquí». En latín, además, sonaba de maravilla.
Entonces, Anselmo, el imaginario colectivo convendría a su vez que, «AQUÍ(hasta)hemos llegado». Cernuda, recordará vd, identificaba este meeting point con una simple piedra sepultada entre ortigas, sin más. Se desdijo después, a lo Galileo, ante el acoso de los sepulcros blanqueados. Hoy no les hace falta emplearse tan a fondo, pues, como se suele decir, en qué hogar español, en el frigorífico, no se encuentra, entre el limón pocho y el yogur caducado, una ampollita de oxígeno líquido (yo no gasto otra). Lo que es llegar, llegaremos, con poco margen de diferencia.
Un saludo para tod@s.
Llegaremos allí sin más orillas
que una linde sin linde
en tierra huera.
Nos iremos de aquí sin más penillas
que un deseo no cumplido
cual la semilla que no quiso dar fruto.
Estaremos allí sin más espera
que el tiempo en lentitud
sin hora cierta.
Y mientras llegue ese momento último,
esa hoja muerta que ni en otoño cede,
algo que obsede está presente,
o debe estarlo:
apretarse los machos,
mirar de frente,
no ser indiferente a casi nada,
porque la nada aguarda el turno
en que te tome preso para su ayuno.
Se me olvidaba una posdata, Winspector:
Donde habite el olvido, larga espera.
Es de mal gusto tener prisa en primavera.
Siendo la prisa mala consejera
ven pasar los egregios caballos
inmutables (ya nada esperan)
a la primavera, sobre su regazo
Y los caballeros no serían tales
llámense Prim, Franco o Espartero
sino por atributos de animales
dignos ellos, no pachangueros.
Por sus indómitos bríos raciales
su belleza y su porte altanero
bien se lucían los generales.
La primavera es caso aparte
hay quien la ve como una canción
un árbol, un banco, una calle
donde se tejía una ilusión;
para otros, aceituna lisonjera
suave y tierna por de fuera
y por de dentro…madera.
Saludos para tod@s
Cuando me falta el aliento
a mí, exhausto de la vida,
de la senda ingrata recorrida,
me pides, me exiges versos.
Y aunque en ello me afano atento
procurando darles la medida
y dar al sentimiento la salida
a mi empresa abate el desaliento.
Quisiera darte gusto, amigo,
liberar el alma de esta vil quimera
de los asuntos que me tienen enojado.
Pero a mi mano detienen los suspiros,
deberé aguardar la primavera
y a sentirme, de nuevo, enamorado.
P.D: Viva la primavera y el amor a la poesía, compañeros.
Mi vida es un poema,
horas para escribirla,
por grandeza de mi ego.
Manuscrita, más mérito,
rimada, más aún,
sin descanso, en la merienda.
La condenso en el folio grasiento de margarina,
ahora me mira esperando más,
mi perro, se la comió.
Me quedé de piedra.
Saludos, y disculpen (la chapuza).
Si tu perro fuese perra
podría rimar con piedra.
Yo te aconsejo esta treta
que es licencia de poeta,
porque es pura biografía
el alma de la poesía
y no serás tú el que yerra
si a tu perro
llamas perra.
Margarina de maíz supongo, Quintiliano. Saludos.
Cómo contagia el poema,
que en la llaga pone herida
y a la pena desabrida
da alimento. La semilla,
unas palabras sencillas
por el numen lubricadas,
que acabadas
terminan en cancioncilla
o en coplilla.
Como si fuera un cimbel
el poema va y convoca
a los juglares, que a través
del boca a boca
se desbocan de palabras
libres, blancas, sueltas
o amarradas en la rima.
Qué cadena montañosa la poesia,
como si fuera María,
pone hijos y Mesías.
Anselmo a Wins,
Lola a Quinti.
SALUDOS.
Es pura biografía
el alma de la poesía.
Quién sabe si mi perro algún día
gobernará una alcaldía.
Pues en la muerte yo he soñado
que será reencarndo y no resucitado.
Si reencarnado y yo perra haberlo nombrado,
su honor en mis huesos será vengado.
Siempre sembré maiz,
en ello en otras vidas fui feliz,
si la reencarnación sigue sin desliz:
yo campesino, mi perro alcalde, sin matiz.
En juglar me incluye Anselmo,
antes barrendero en San Telmo.
Allí Alaya no cesa, esto es el colmo,
mil urras por su aplomo.
La política es un baile
valga tu perro de alcalde,
que, por esos derroteros,
va a traerte los dineros
y, por el can, ganarás
lo que no de barrendero.
Y si te sale corrupto
bien puedes vivir a gusto
y llevar a tu maizal,
por lo de calificar,
mil viviendas de gran lujo,
vive Dios, te forrarás.
Mas si el can te sale honrado
hasta él pluriempleado,
se verá muy mal pagado
como el alcalde de Istán,
que es un tipo muy salado.
Que para la humanidad,
no ha de ser un gran yerro
que eduques bien a tu perro
y no como aquel de Aznar.
Buenos días,
joé Lola, menudas risas me he echado con tu último poema. Gracias.
Pues yo no sé qué pensar
del perro de Quintiliano
Criado en un maizal;
como perro de hortelano
a nadie dejará en paz.
No es guía para su amo
tal que hace el lazarillo;
su carrera no es de galgo
acosando un cervatillo…
¿servirá, en fin, para algo?
Serán figuraciones mías
y tal vez el noble chucho
es de los que más porfían
al salir, con otros muchos
muy temprano de cacería
Le otorgo puente de plata
si medra como político
igual que aparece la pata
de ese perrillo del cuadro
“Las Decretales del Papa”
Ya hay que tener elegancia…
Saludos, Lola, Anselmo, Quinti.
El asunto de la caza
rima más bien con monarcas,
y, aún es más elegante
si se trata de elefantes.
El perro de Quintiliano
que es más bien republicano
no se marchará a Botsuana
donde se encuentran Corinnas
y se pierden las coronas
que él se cuida de esta suerte
en que el pueblo soberano
vaya a putearlo a muerte
y le dé mucho en su ano.
Si quiere vivir de balde
más le vale ser alcalde.
Si vivir de valde vale
lo que vale una corona,
que vale una pobre vida
que nunca fue coronada?
Nada.
En los desvanes del tiempo
se acomodan los enseres
empolvados en memoria.
La vida como una noria,
sube y baja canjelones,
y nos encontramos cosas
escondindas en cajones:
tropezones-corazones
en el guiso de la vida.
Luego llega la mentira
de creernos que no somos
lo que somos. El éxito,
ya en rutina, hace ego
y nos pone una corona
con oropeles y tino;
cualquiera es un advino,
un sujeto sabetodo,
un indigente vestido o
un bucanero sin Norte
en los mares que vivimos.
Por todo, amigos, vecinos:
el chucho de Quintiliano
no por perro no es humano,
que conozco algunos canes
en personas subvertidos,
igual que algunos vencidos
elevan sus peticiones con ladridos
para que los oiga un dios.
Es pura biografía
el alma de la poesía,
dijo Lola esta melodía,
también Bonald el otro día.
hermano de lazarillos, mi perro,
republicano y negro labrador en destierro,
parece toro de osborne en lo alto del cerro,
pero noble como un pequeño becerro.
Volviendo a la alcaldía,
ya le salen novios para alguna concejalía,
pues estas dádivas de especie en forma de poesía,
exceden su valor más de 60.000 euros en cuantía.
Agradecidos es de bien criados,
mi perro contará con vosotros como aliados,
al menos en sobres muy bien aliñados,
Ruz y fiscalía, en la pericial de mi can quedarán extrañados.
Gracias, Anselmo, Lola, Winspector.
Por amor a la poesía
no nos vendrá la alcaldía,
seguiremos de pringados
y nos darán bacalado
que con la verdad delante
no se hacen diputados.
En el infierno de Dante
se nos bajarán los humos
con los sueldos recortados,
que pocos números suman
los versos del indignado,
por honrados somos pobres
y nos tratan de chalados.
Por ahora no ganamos
pero estamos muy sobrados,
a otro perro con el hueso
que a los que estamos aquí
no nos cuelgan el cencerro,
no somos de ese ganado
y no nos valen talegos
para balar cual borregos.
Ahí va eso.