Viajar es un placer

8 Feb
Cerebro del acosador
Viajar es un placer. Así lo debió pensar el acosador sexual de la línea 11, quien se hizo adicto al bus urbano de la capital malagueña en busca de pasajeras femeninas con las que satisfacer su desaforada lujuria, en nada mermada por su senectud. El anciano de setenta años ocupaba sus largas jornadas de jubilado en realizar constantes trayectos de una punta a otra de la ciudad y darle alegría a su cuerpo, Macarena. En principio, en especial, en horas punta donde el jubilado descontrolado hallaba ocasión para el júbilo, dadas las aglomeraciones de cuerpos humanos que en estas ocasiones, hacen pasar por casuales ciertos roces cargados, no obstante, de intención. De este modo, aliviaba su lujuria, jugando al despiste, semioculto entre el abigarrado follaje de los apelotonados viajeros, procurándose un lugar próximo a señoras y señoritas de su agrado. Aunque, por lo que se ve, no precisamente viceversa, ya que algunas de las susodichas, percatándose de los cada vez más notorios tocamientos, acabaron por denunciarlo a la Policía Local. Parece que sólo sea materia de ficción, tal que relata un célebre cuento erótico de Anaïs Nin, el episodio en que una muchacha en circunstancias similares se deja hacer con evidente agrado casi de todo por la mano furtiva de un desconocido que opera a su espalda. En la vida real, el acosador nunca llega tan lejos cuando es pescado infraganti, a no ser que sean siete y estemos en la India. Lo cual, en todo caso es violación y no relaciones consentidas, por más que algunas autoridades reaccionarias se empeñen en demostrar que toda mujer por el simple hecho de estar en un lugar público, provoca de un modo u otro. Como, por fortuna, no estamos en la India, los desafueros carnales del jubilado acosador fueron penados cuando pasaron de ser implícitos a del todo explícitos. A ello contribuyó bastante la persistencia del anciano que, cada vez más entusiasmado con sus prácticas, llegó a hacerse una sospechosa presencia habitual en las líneas de la EMT, no sólo en la 11 en dirección a El Palo que era su predilecta, sino también en la 1, la 7, la 71 y la 6, explorando ya a jornada completa cada arteria de la ciudad, armado del desenfreno propio de un fauno desaforado. Como toda adicción se vuelve patología y exceso, el compulsivo sacerdotiso de Eros, se dio al trasiego recurrente de bus en bus como única tarea vital, sin “perdonar los días festivos”, como apunta el autor del reportaje de La Opinión de Málaga, José Torres, con cierto tono de pitorreo (nunca mejor dicho.) En solo diecisiete días, comprendidos en las entrañables fechas navideñas, entre el 25 de diciembre y el 10 de enero sumó doscientos viajes, celebrando el año nuevo por todo lo alto, hasta acumular diecinueve trayectos en una única jornada. Pues el desenfreno acaba por desproveer al individuo de toda mínima prudencia, el célebre acosador de la línea 11 fue pescado en total acto flagrante sin contar con la estrategia y el pretexto de las masas abigarradas que favorecen al descuido el trapicheo del sobón, provocando sus roces por fortuitos aquí y allá, dado que en aquella ocasión la escasa concurrencia del autobús no daba coartada alguna a que el anciano pertinaz en su ya enajenada lujuria frotase sus partes nada pudendas contra las carnes de dos pasajeras en absoluto receptivas, tal que pudo observar la policía local allí presente en vivo y en directo antes de detener al vivaz acosador, cautivo y desarmado. Valga el episodio, si bien bochornoso, para hacerse una idea del vitalismo del anciano mediterráneo, a quien se haría imposible que un ministro como el japonés le convenciese para suicidarse, haciéndose el harakiri.
Hasta ayer mismo, la senectud no ha sido óbice para que el español se frene en su deseo de disfrutar de los placeres de la vida, todo lo contrario si esa senectud va avalada por una pensión que permita disfrutar del ocio medio en condiciones. Jubilarse no ha sido por estos lares motivo normalizado de depresión y sí de fantasía anticipatoria; de júbilo pronosticado. Hasta ayer mismo, el español medio aún en la plenitud de su cuarentena solía exclamar. “yo lo que quiero es jubilarme”. El problema ahora es que ese mismo cuarentón, estando en paro, ve lejano y casi imposible, jubilarse algún día. Si llega a esa edad de oro, el estado más que pensión, le dará antidepresivos. Tal vez fue el efecto de los antidepresivos, lo que le hizo subirle al acosador de la línea 11 algo más que la bilirrubina. Viajar es un placer, pero los viajes que favorecen los psicotropos son siempre viajes peligrosos. Producen ancianos psicópatas que, armados de su bonobús de jubilado, acosan enajenados al mujerío.
Sin tener que suicidarse, esperemos una idea que haga que la senectud, población mayoritaria en un futuro más bien próximo, pueda vivir sus placeres y sus días con mayor dignidad. Todos compartimos ese mismo viaje.

9 respuestas a «Viajar es un placer»

  1. Perdón, pero a esa edad, el sexo ya no es gratis. Que suban las pensiones y den trabajo a los prostíbulos. A ver si también hay que chaparlos por falta de clientes.

  2. Para que luego digan que los andaluces no trabajan. Este malagueño era un ejemplo de laboriosidad incluso jubilado.
    Me hago cargo de la carga de gravedad que tiene el caso para sus víctimas, pero es casi imposible no verle el lado cómico a la situación ¿o…?

  3. Aunque sea un chascarrillo que rompe con lo cotidiano, estos individuos son habituales y lo seguirán siendo; nadie se jubila de sus parafilias a no ser que sea tratado.

    Por otro lado, ni antidepresivos ni psicoticismo, pero una explicación a esa conducta puede ser algún tipo de demencia, que por desgracia no es infrecuente en la población mayor y suele cursar con desinhibición sexual.

    psicoterapiamalaga.com

  4. Muchas gracias por su valiosa aportación y, pues veo que es un experto o experta en estos temas, me permito preguntarle ¿quiénes padecen de esta demencia senil tienen momentos de lucidez y, en ellos, se ponen en manos de especialistas? ¿Y si la detectan sus familiares, son ellos quienes se ocupan en ocasiones de remitirlos al psiquiatra?
    Si los casos son tan frecuentes, me parece muy alarmante que no se tomen medidas ¿no será que la demencia senil e incluso la demencia en general, más aún sexual, sigue siendo un tabú? ¿qué me dice?

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