Me pregunto a veces si el feminismo será compatible con la biología. Sobre todo, cuando viene el tiempo a desvelar cómo algunas feministas históricas respiraban bajo su refajo. Así un ensayo de Irène Frain, “Beauvoir in love” a punto de publicarse en Francia, revela que la autora de “El segundo sexo”, icono y guía de la mujer fuerte, autónoma y rebelde del siglo XX, loca de pasión por el escritor americano, Nelson Algren, fue capaz de arrodillarle entregadas promesas de obediencia y sumisión subyugada al yugo de su hombre. Más allá de toda dignidad de género, la Beauvoir escribía a su entonces amante: “Oh Nelson, seré buena y cariñosa, fregaré el suelo, cocinaré, te ayudaré a escribir tu libro, haré el amor diez veces cada noche y otras tantas durante el día”, ofreciéndose de este modo como un ama de casa hiperbólica y pluscuamperfecta y, por lo que se lee, de servicios múltiples a jornada infatigable y completísima. Según se cuenta, la sesuda escritora perdió el seso por los huesos del americano que le había descubierto el placer sexual, después de tantos años de abstinencia con Jean Paul Sartre, su pareja habitual, quien parecía preferir en su lecho a las discípulas más jovencitas. La relación Sartre- Beauvoir era tan modélicamente abierta a los amantes que, por saturada, dejaron de caber ellos mismos, de modo que la intelectual, aburrida de su mustia existencia con el existencialista, cambió el seso por el sexo al encontrar a Algren y, haciendo una pausa en su feminismo que por unos años mandó al cuerno, pasó de mujer militante a hembra a secas.
Como ese personaje de la novela de Carlos Fuentes, “Los años con Laura Díaz”, una mujer que liberada de los convencionalismos en el México convulso del siglo XX se codeó con Diego Rivera y Frida Kahlo y, después de casarse con un mulato revolucionario, fue coleccionando amantes como cuentas de collar y dejándolos con la misma soltura al pairo cuando se cansaba de durarles demasiado. Hasta que, en la vejez, conoce a un americano, un tal Jerry Jaffe, víctima de la caza de brujas, y se refugia con él en un lugar recóndito de Cuernavaca donde se ocupa en cuerpo y alma a las labores del hogar para que su hombre pueda dedicarse a escribir una novela. Que nunca escribe, pues sigue bloqueado por la magnitud de su antigua tragedia, dedicando su tiempo en cambio a no parar de fumar y beber en un hosco silencio que sólo rompe para llamar a su amante, vieja y fea; Laura Díaz, la otrora revolucionaria y feminista que encendida le responde, “quiero ser tu perra” –qué les darán los americanos-.
Del modelo literario a la vida real no va tanto trecho; de feminismos traicionados por biografías cunden también otros ejemplos aparte de la Beauvoir. Venga aquí al caso el de Katharine Hepburn, actriz rompedora y progresista, célebre por su aspecto de amazona y su modo de llevar los pantalones quien mantuvo una larga relación con el también brillante, culto e inteligente, Spencer Tracy. Presuntamente de igual a igual, pero lo cierto es que la idílica falta de ataduras en esta pareja se debía al carácter conservador del irlandés que nunca se quiso divorciar y que la Hepburn tuvo que tolerar su carácter mujeriego, sus manías depresivas, su pertinaz alcoholismo y le cuidó como una esclava en sus últimos días, pendiente de atender a cada instante la campanilla que Tracy tocaba a la mínima necesidad desde su dormitorio en una habitación contigua, pues siempre durmieron separados.
Relacionando unos y otros hechos, vidas célebres y anónimas, me planteo si será posible liberar al género femenino, feminismo o no mediante, de esta condición masoca que lo lleva a sulibellarse por el machote dominante de la manada o será más bien cosa irremediable por innata y biológica. Y me lo planteo más a tenor del éxito masivo de “Cincuenta sombras de Grey” que se atribuye a responder a “las más íntimas fantasías femeninas” con el planteamiento siguiente: Christian Grey un majestuoso y tremendamente atractivo empresario multimillonario es entrevistado por Ana, una joven estudiante de literatura que queda de inmediato fascinada por su personalidad arrolladora y no puede creer que alguien como el señor Grey se interese por una “joven insignificante” como ella.
Christian quiere que Ana sea su esclava sexual, y para ello le entrega un contrato en el que se especifican sus obligaciones como sumisa ante su amo. No solo eso; qué deberá vestir, comer, cómo deberá asearse… e incluso una lista de las prácticas sexuales que está dispuesta a tolerar (las cuales incluyen: correas, mordazas, látigos, juguetes sexuales diversos y el grado de dolor soportable).
La joven percibe que su sádico amante es un monstruo que arrastra un oscuro pasado, incluso varios- cincuenta sombras- pero justifica su comportamiento bestial por un trauma que le marcó en el pasado y, entre latigazo y zurriagazo, encantada, por otra parte, estudia el modo de sacar del energúmeno su corazoncito.
Después de leer tal trama no sé si darle primero el pésame al feminismo o a la literatura. O la enhorabuena a los maltratadores. Si estos son los sueños de las mujeres ¿Cuáles serán nuestras pesadillas?
P.D: Os dedico dos canciones muy a propósito, pinchad abajo y escuchadlas conmigo:
Es mi hombre
y su versión gay:
Es mi hombre
el peligro de las militancias.qué digo y que hago.
las pesadillas gritan soledad.
castos abrazos y buen día.
perdón.el «que» de antes es qué.buen descanso.F
Por enésima vez, Lola, te felicito por ir a favor de la lógica, de la sensibilidad y, en definitiva, de la vida, frente a tanto mastuerzo. Eso tiene su mérito, y no poco. Tienes mucho mérito, cariño.
Perdón por el retraso, me fui sin ordenador a relajar el puente en la sierra de Aracena. El pronóstico del tiempo falló como suele ocurrir y el otoño lucía esplendido en esos bosques policromos, qué maravilla de encinas y de castaños, y qué jamones, trasunto de la paz y el buen yantar con el que aquí también se obsequian los gorrinos de pata negra en su vida perecedera que, sin embargo, perpetua y justifica a la postre la fama inmortal de sus productos. En fin, un destino de cinco jotas que os recomiendo encarecidamente, tambien por el encanto señorial de sus pueblos, vigilados en su cima por un castillo que habla de su antigüedad y su solera.
A la vuelta, esperaba algún arañazo de las feministas por mi última entrada y, sin embargo, hallo estos comentarios vuestros tan gratificantes. Me alegro de que hayáis comprendido el mensaje, más aún porque valoro vuestro criterio siempre lúcido. Resulta muy decepcionante haberse amasado con principios que ni siquiera han podido mantener quienes los formularon. Nuestros -o nuestras- gurús al menos deberían ser coherentes para dar ejemplo y no condenarnos a este caos de confusión y, quién sabe, si por nuestro equilibrio mental, llevar sus contradicciones en riguroso secreto, qué caray.
José Antonio, Javier, muchas gracias de nuevo por pensar más allá de los dogmas. Besos.
Lola.
Qué bien te lo montas, de viajito y de jamón de pata negra. Se nota que no te afecta la crisis. Es una obscenidad insultante este modo de ir por ahí provocando la envidia con la que está cayendo…
Creo que te vi, de camino a casa de mi abuelita, por los bosques de Aracena. Serás lobo pero no feroz, no me das miedo.