Verano en la villa

3 Ago

Después del shawarma, triunfa en Madrid el sushi como comida rápida. Rapidísima si te lo prepara un eficiente nipón en su pequeño barecito de la calle Hortaleza, a la entrada del barrio de Chueca. El susodicho japonés, propietario y camarero de su propio negocio, es uno de esos hombres capaces de hacer dos cosas a la vez y hacerlas divinamente. Mientras sus manos con ágil maestría elaboran las complejas bolas de arroz rellenas de verdura y cangrejo y cubiertas de jugoso pescado crudo, su mirada fija en la pantalla del televisor no pierde detalle del encuentro futbolístico entre España y Japón, que ya promete desencuentro. No hay color entre nuestra excelsa Roja y esta Rojita que ha representado a España en las olimpiadas, reflejo de una juventud ya más devaluada en valores que fía su triunfo no tanto al buen juego como a la pendencia y la pataleta, en la que sólo parecen, por el hábito, andar duchos. Si éste es el futuro del fútbol español, mejor nos quedamos con el presente. Nacional, pues el balompié local, hoy por hoy, se nos está yendo de las manos con nuestro Málaga C.F en subasta y Rondón y Cazorla en venta por liquidación. A fin de cuentas, las cuentas no salieron; la remontada del equipo le costó al jeque una fortuna que no tenía y nuestro entusiasmo, aunque no tiene precio, no basta para pagar las deudas del club blanquiazul, máxime cuando apenas podemos pagar las nuestras.
Aunque, de momento, al menos sí nos da para pagar el sushi que, además de delicioso, ha salido baratísimo y también una sesión de cine, antes de que la subida del IVA nos la ponga prohibitiva.
Optamos por la comedia francesa “Le Skylab” que proyectan en el cine Princesa de Gran Vía y acertamos de pleno. La sala que, de vieja, huele a rancio, donde todavía trabaja el mismo acomodador con impecables modales de antaño, cuadra con el contenido de una película que te retrotrae al pasado, logrando tal sugestión en el espectador al punto de olvidar que fuera ya llegó el 2012. En especial a aquellos que vivieron su infancia o su adolescencia a finales de los setenta, un montón por lo que fue la explosión demográfica del baby boom.
La trama narrada desde la óptica de una niña de once años que va a visitar a su abuela por su cumpleaños en la Bretaña francesa tiene su punto justo de candidez y desenfado y, al momento, te produce una total empatía emotiva, pues sin mayor particularidad que la de contar la reunión de una familia cualquiera, cuenta la historia de cualquier familia con las sólitas discusiones políticas de hermanos y cuñados a la hora del almuerzo, que provocan un jamacuco en la abuela, “me vais a matar” y el tío-abuelo senil que, en su desvarío, intenta cada año suicidarse sin éxito, mientras los niños descubren el mundo por su cuenta; las primeras fiestas, los primeros amores, la incipiente curiosidad por el sexo, mientras suenan esos temas que todavía tararean tantas memorias en el santuario de sus recuerdos más sagrados,»Lété indien” de Joe Dassin ,»Daddy Cool»de Boney M, “Born to be alive” de Patrick Hernandez, “Too drunk to fuck” de Deads Kennedy, “Alone again” de Gilbert O’Sullivan ,etc…
Nunca hay veranos mejores que los de la infancia, en ellos pasa todo, aunque parezca no pasar nada.
Del séptimo arte, como de todas las artes, admiro la capacidad para encontrar en lo más ordinario, lo extraordinario. Algo que resulta palpable en esta película y en cada cuadro de la exposición de Edward Hopper, maestro en sacarle el misterio a las escenas más inmediatas. Un edificio en el que sólo se distingue de noche una ventana iluminada en el último piso donde se dibuja la silueta de una mujer (¿qué estará haciendo?) un hombre que fuma absorto sentado en una gasolinera mientras una chica le grita a su espalda (¿qué le estará diciendo?) un individuo que contempla las vías del tren desde su habitación del hotel (¿en qué estará pensando?) otra mujer que sentada en la cama lee cabizbaja un papel (¿qué habrá escrito en ese papel?) Toda su humanidad de seres corrientes y de escenarios ordinarios; oficinas, gasolineras, moteles, parecen esconder cientos de historias extraordinarias.
Se dice que, básicamente, hay dos tipos de arte; aquel que busca el misterio evadiéndose de la realidad y el que afrontando la propia realidad, encuentra el misterio en sí misma, tal vez porque, bien mirado, no hay nada tan misterioso como lo más inmediato.
Y para seguir este recorrido por la realidad, nada como pasear por los jardines del Palacio Real, esa mole monumental que parece estar sólo habitada por fantasmas, mientras la vida fluye desatada a su alrededor. Una muchedumbre de latinos, más visibles en verano, acampan en sus inmediaciones para montarse un picnic al atardecer, sirviéndose de sus estanques para mitigar los calores del niño y hasta del perro ante la mirada de Isabel la Católica, que se diría va a carnalizar su consistencia pétrea de estatua, de un momento a otro, para echar a las masas de irreverentes okupas. Con todo lo que hubo de liar esta señora para conquistar América y ahora son esos mismos indígenas quienes conquistan sus sagrados lugares, bebiendo sus litronas al pie de los ilustres varones de Castilla y León. No hay grandes historias que, a la vuelta de los siglos, no terminen siendo una paradoja. Tiene gracia.

9 respuestas a «Verano en la villa»

  1. Muchas gracias, Javier. Aunque sólo ahora estoy considerando un viaje ir a Madrid, donde voy a menudo. Los recortes también nos hacen recortar quilometraje en la ruta a no ser que, en vez de viajar, uno quiera emigrar, entonces no hay cuidado de distancias. Ya veremos. un abrazo.
    Lola.

  2. Todo está en la mirada.
    El invierno en su plétora
    o el verano en su vano.
    Sacados de la mano,
    salidos del contexto,
    la nieve o la calina
    no serán argumentos
    para rendir tributos
    a Júpiter o a Jano.
    La Nochebuena en mayo
    y en diciembre la playa,
    dormir al medio día
    y por las noches galgo,
    hacerlo está en tu mano.
    Lo que puede una mano…

    Pues claro, ciudadana Clavero que es Arte encontrar el misterio en la realidad misma, sin desplazarse mucho. Basta una misma mano, y en prueba de tesis, ahí va una canción de Amancio Prada.

  3. Fui a Madrid hace una semana, no es una invención, Javier. Lo que quería decir es que voy tanto que, para mí, eso más que un viaje es una visita, aunque, ni de tan visitada, deja de sorprenderme la villa con sus contrastes, su fauna variopinta y su efervescencia vital. Es un lugar para volver a volver como he vuelto mil veces y por lugar común también extraordinario según se mire, pues bien mirado, siempre tiene algo nuevo que ofrecer a la vista.
    Lo que propone el poeta es el viaje interior en alas de la imaginación, sin duda ilimitado y más barato, las mentes serenas se satisfacen con él, es de sabios, pero los culos inquietos, quizás menos sabios, necesitamos, de vez en cuando, hacer las maletas e irnos materialmente, aunque sea a hacer puñetas. Si estuviera en mi mano, me haría los tres mil quilómetros , por lo menos, que ya me está pidiendo el cuerpo, pero, por circunstancias que ahora no voy a contar, no voy a contarlo todo, no me puedo permitir otros viajes que los de Julio Verne. Me conformaré pero a duras penas…por el momento.

  4. DESDE LUEGO, es Ud. un consagrado poeta. Muy bueno. Me recuerda a alguien casi tan bueno como Ud., un tal Sr. Pencho Penchito, que hace tiempo escribía aquí y luego desapareció. Sus versos me traen irremediablemente de nuevo a este lugar. Besos.

  5. Y a mí, María, me recuerda usted a Quintiliano. Él también escribía por aquí y desapareció. Así es que ahora vuelven, vuelven a casa, vuelven al hogar. Bienvenidos sean los hijos pródigos. Que se prodiguen, ea…hay temas
    1) La muerte de Chavela Vargas.
    2) La llegada a Marte del Curiosity.
    De la crisis, mejor ni hablar por el momento ¿y?

  6. Yo no sé de dónde saca Lola que el MESÍAS del que hablo yO sea Gordillo, ni se me pasó por la cabeza. Yo no apruebo lo de Gordillo, si lo entiendo como aldabonazo a nuestras conciencias dormidas que no nos damos cuenta de lo pésimamente mal que lo pasan muchas personas y no por zánganos, sino víctimas de una sociedad injusta. Al tiempo que discutimos los 400 € a los que se les acaba el paro y no hay modo de encontrar otro, nos tragamos que unos cobren 300 mil € al año, otros 600 mil y otros millones.
    A mi me gustaría un mesías que supiera compaginar lo bueno del capitalismo con la justicia, fuera privilegios, fuera sueldos insultantes por arriba y por abajo, fuera las corrupciones, en fin, todas las lacras sociales. Sé que es una utopía, pero hacia ella debemos cabalgar Al ser humano hay que ponerle límites en su ambición y ayudar a aquellos a los que la naturaleza no los dotó como a otros. El neoliberalismo se guía por la ley del más fuerte, es la antítesis del cristianismo, del que muchos políticos hacen gala.
    El Mesías que yo espero es el político que tenga el coraje de acabar con todos los privilegios que ellos disfrutan, que luche de verdad contra la corrupción y ponga los salarios de unos y otros en su sitio, etc., etc.
    Saludos con los mejores deseos.

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