Cuando los seres materiales dejan de darnos que hablar, empezamos a hablar de los fantasmas. De los muertos y de los vivos que, aunque parezcan paradoja, haberlo haylos, como las meigas.
Se dice del fantasma vivo que es aquel que promete mucho y cumple poco, aunque, otra variante es la del que promete poco y no cumple nada. En esa categoría, nuestro señor presidente se lleva la palma, por su verbo escaso, sus actuaciones intangibles que son, más bien, actos de fe y esa inmensa capacidad para comparecer poquísimo y esfumarse casi siempre. Nos gusta cuando calla porque está como ausente y también cuando habla porque tampoco parece presente. Más que hablar, se diría que se manifiesta, como un espíritu, por la boca de su pitonisa, Soraya Sáenz de Santamaría, y entonces sólo dice que no dice nada.
Los optimistas, cuando aún era ese eterno candidato a la presidencia, presumíamos en su actitud taciturna, una estrategia reservada y misteriosa, que, a la postre, iba a sorprendernos con una gran revelación y terminaría dando el campanazo del romano Claudio, cuando lo nombró emperador, al asalto, la guardia pretoriana. Entonces creíamos que Rajoy callaba por prudencia, ahora sabemos que lo hace por condición. Tal vez nunca dijo nada porque nunca tuvo nada que decir. Y su falta de expresividad correspondía a su falta de expresión, no a la recóndita sabiduría de la inmutable esfinge que, al menos, se dejaba caer, de vez en cuando, con alguna adivinanza.
Tan elocuentes llegan a ser sus silencios, tan sepulcrales, que, en ocasiones, nos preguntamos si, simplemente, existe. Como nuestro Juan José Millás, comparando el Rajoy del museo de cera con el de carne y hueso, concluía que la copia del presidente era más Rajoy que el original. Por rígido, por pétreo; por ser tan suyo, que se diría que ni fuese.
De todos los populares que han sido comparables a Franco, ninguno le dio tal parecido en lo gallego e impenetrable, ni el propio Fraga, cuyo verbo encendido y pasional, le revelaba el fondo por las formas. No obstante, el fondo de Rajoy hasta hoy resulta tan indescifrable como sus inescrutables formas, configurándose como ese enigma que aún intentamos elucubrar más allá de la efigie en las pesetas, del retrato en el despacho, de la oficialidad de la España en blanco y negro del NODO. Cuáles fueron los sentimientos, las emociones de aquel señor que ocupó el Pardo durante cuarenta años al que se nos figura imposible imaginar en zapatillas, como promete pintarlo el propio monaguillo del Palacio del Pardo en ciertas confesiones expuestas en esta Feria del Libro, “La vida privada de Franco”.
Entre mayordomos y monaguillos, desde la crisis, se diría que no haya intimidades tan sagradas que se resistan a la venta, sean las de Franco o las del propio Papa. Aunque, en cualquiera de ambos casos, tendremos que conformarnos con verdades a medias. Los fondos del Vaticano y los del propio Franco están bajo secreto de confesión, que es inviolable. O sea, que por más que el monaguillo se confiese, resulta del todo improbable que confesase al mismo Franco, si bien su confesionario debía estar tan blindado como su tumba en el Valle de los Caídos.
Aún así y porque, de los vivos estamos hartos de hablar, nos sigue entreteniendo hablar de los muertos, de los que se puede decir cualquier cosa, precisamente, porque no nos van a responder.
De modo que, de tanto en tanto, ponemos a circular a los fantasmas recurrentes, sean de Franco, Hitler, Elvis Presley, John. F. Kennedy o Marilyn Monroe, teorizando sobre cómo vivieron, cómo murieron y quién los mató y aventurando hipótesis que truequen asesinatos por suicidios y viceversa. Los fantasmas dan de sí muchas fantasías. No sólo los que murieron o fueron muertos sino también los que mataron, sobre todo, cuando ya en vida, fueron más legendarios que corpóreos. Como Jack el Destripador, asesino de prostitutas en cadena, que, según las últimas pesquisas, era ella; su propia esposa quien, frustrada por su esterilidad, extirpaba el útero de sus víctimas. De ahí, el escrúpulo con el que los crímenes eran perpretados, sin dejar apenas pistas a la policía. La maldad en la mujer es más taimada, reflexiva y cuidadosa, sea a la hora de urdir tramas o borrar huellas. Los criminales varones lo dejan todo perdido.
Por eso, el mismo Norman Bates de Psicosis, se ponía la peluca de su madre para inspirar su cuchillo en la ducha y aquel otro, en su honor, iba “Vestida para matar”, al igual que el recién descubierto descuartizador de Canadá que se travistió para hacer lo propio con su amante asiático. Todos, finalmente, en el inútil esfuerzo de imitar a mamá, fueron pescados infraganti.
La mujer de Jack el Destripador, en cambio, murió en su cama sin despertar sospecha alguna entre la policía. Como los asesinatos de mamá, ningunos.
P.D: Una exposición de miedo; la de Mari García, «Jeu de fille», en la Escuela de arte de San Telmo. Allí está presente, ese mundo inquietante de la infancia con su punto diabólico ¿De verdad, los niños son tan inocentes? Id a ver lo que yo he visto y comentamos…
qué bien escribes ,puñetera
qué bien escribes ,puñetera
A veces se pregunta uno qué habría sido de la actual oposición política española, incluso de toda nuestra política, de no haber existido Franco. Y lo más importante: qué les mueve a alargar, de manera tan interesada, la «vida» de la momia, hasta acercarla ya casi al límite del tiempo que ésta, la momia, estuvo gobernando en España cuando vivía. Tal vez hoy, sin el eterno «The mummy returns», quién sabe si, a duras penas, la precitada oposición sobreviviría. De hecho, infinidad de militantes reconocían ya en la Transición que: «contra Franco vivíamos mejor». Luego, para que no decaiga, que siga viviendo, pero sin resucitar, eh. Insuperable. Iba a decir «ni Cristo,vaya»; pero vale así.
Ahora bien, en cuanto a fantasmadas, va a ser muy difícil superar la que se sacó hace poco de la manga Rubalcaba, a propósito de la Iglesia y el IBI. Ha logrado que tanto PNV como CIU cierren filas (¡y de qué manera!) en torno a la Iglesia. ¿Se habría puesto de acuerdo – Rubalcaba – previamente, con el Requeté o los somatenes…? No, los fantasmas no se van de este país, uh, uh, uh…
¡Están ahí…! Saludos.
El enemigo fue antes más fácil; Franco, la Iglesia, incluso Zapatero. No obstante, es imposible seguir aferrándose a ellos. Nuestro enemigo es ahora mucho más complejo, tanto de casi no saberle poner cara ¿Qué hacemos?
el mundo funciona «bien»si somos capaces de organizarnos con un enemigo.qué tal si rescatamos eso tan viejo de ni prejuicios,ni tópicos,ni dogmas.duele.
entre fantasmas y sabandijas…en fin,suerte.
Los fantasmas vivos nos harían un verdadero favor si se fueran. En tanto lo hacen o no, estoy disfrutando de sus relatos, por fin los tengo entre mis manos, siguiendo con mi guerra particular de apoyo al pequeño comercio lo encargué en la papelería de mi barrio, en lugar de buscarlo más rápido en la Feria del libro y han tardado un poco en traerlo. Enhorabuena.
Muchas gracias, Carmen. Yo también lo compro todo en las pequeñas tiendas de mi barrio, aunque, por desgracia, ya muchas que frecuentaba, las cerraron.
Me alegra que disfrutes de los relatos. Siendo tú tan buena escritora, valoro mucho tu criterio. Un honor. Gracias, de nuevo.
José Antonio; ni prejuicios, ni tópicos ni dogmas. De acuerdo, yo también soy de ese bando. La tolerancia es la base del progreso. Un abrazo.
Lola.
Hoy he hablado con una compañera, Armeille, y ha dicho que nos pasa lo que nos pasa por pasotismo. Que en Francia, por mucho menos, ya hubiesen sacado los tractores a la calle. Bueno y esos son contra los que tenemos que jugar el sábado. Glub.
Pero no todos son iguales, me dicen que los del Gaona tienen muy animada la plaza de la Constitución. ¿Sabes algo de eso, José Antonio?