No hay nada más impío que la climatología. Por pura paradoja, el peor boicot a la Semana Santa viene del mismo cielo, que, por más que luzca despejado en jornadas anteriores, suele encapotarse justo a la altura del lunes santo, cuando no jueves y viernes para aguar la fiesta e impedir las procesiones más vistosas. Por el momento, no ha sido sino la lluvia la que ha hecho imposible la salida de “El Cautivo”, no la confabulación de los ateos.
Los ateos refunfuñan o, en general, callan y otorgan. Aunque se hablaba de que este jueves santo en Madrid se celebraría una procesión atea convocada por AMAL (asociación madrileña de ateos y librepensadores) contra la que se ha interpuesto el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Se presupone, en cualquier caso, que no serían más de cuatro gatos pintorescos. Los librepensadores en este país donde se fomenta con tanto ahínco el pensamiento único o ninguno, deben ser un raro reducto de Lavapiés. Y en cuanto a los ateos, no termino de detectarlos en este presumible estado laico y aconfesional, sólo de boquilla y papel mojado. Después de tantos siglos de catolicismo inyectado en vena, estos lares dan sólo para dos razas enfrentadas; los católicos y los excatólicos. Los católicos son los de siempre, los excatólicos, aquellos otros que, presuntamente traumatizados por una educación religiosa, se obsesionan por borrar del mapa sus mitos y símbolos. Como los exfumadores a los que ciega los ojos, el menor atisbo de humo.
Caso de Rubalcaba, vicepresidente del Gobierno, quien, en su visita a la Academia de la Guardia Civil de Aranjuez, mandó retirar una talla de la Virgen del Pilar, patrona del gremio, pues decía herir su sensibilidad. Prueba de que es excatólico y no laico, ya que al laico del todo, una talla de la Virgen, la que sea, le hiere la sensibilidad tanto como una foto de Michael Jackson. Los excatólicos conceden un poder supersticioso a los símbolos religiosos, algo desmesurado. Como el vampiro que retrocede fulminado en presencia de la cruz. De este modo, no han de parar hasta eliminar de las aulas hasta el último crucifijo, lo cual considero que no ha de mejorar en nada los resultados educativos. En las aulas con crucifijo, muchas generaciones aprendieron que la maldad y el delito eran condenados por la justicia divina. Sería necesario reestablecer tal concepto ahora que, a todas luces, a la justicia humana se le ven tantas goteras. Quién va a querer renegar de la maldad si ésta no se paga ni con el infierno ni con la cárcel y cómo habrá de explicarse que el delincuente, sin ser juzgado, pueda presentarse a elecciones y gobernar el país. Sin crucifijos, sin fe en lo divino ni confianza en lo humano, sin Dios ni Justicia – pero con aprobado general por decreto- las criaturas del mañana podrán acceder a la universidad (también sin puñetera idea) para entretenerse unos años del paro y de las manifestaciones que toquen las narices al Gobierno. El futuro merece una saeta.
Pero, mientras estas nuevas generaciones se preparan para ser laicas sin crucifijos traumáticos, los excatólicos siguen a vueltas con ellos para sacarle jugo a su fobia obsesiva y divertirse provocando a los católicos, quienes consideran bárbaros a los musulmanes por no admitir bromas contra Mahoma, pero montan en cólera furibunda, si la cosa va con ellos. También en Francia, donde casi mil personas han destruido a martillazos la obra del artista, Andrés Serrano, “Piss Christ”, expuesta en el museo Yvon Lambert, que representaba un crucifijo sumergido en la propia orina del autor. Un revuelo que recuerda al desencadenado por la producción de un documental, dirigido por el cantautor Javier Krahe, donde se explicaba cómo cocinar a un Cristo para dos personas. En él, una señora después de desprenderlo de la cruz, lo salpimentaba y, untándolo de mantequilla, lo colocaba sobre un lecho de cebollas (los estigmas podían mecharse con tocino) para meterlo en el horno de donde salía solo a los tres días.
El corto, cortísimo, menos de un minuto, realizado en 1978, le costó al gaditano, treinta años más tarde, 192.000 euros de multa por herir gravemente los “sentimientos religiosos”. Si estas cosas ocurren, será porque este país no es tan laico como se dice. De otro modo, la presencia de los crucifijos, sea en la versión que fuere, no levantaría tanta polémica.
Si los excatólicos fuesen laicos, no tendrían que ver su sensibilidad tan herida por un mínimo crucifijo colgado en la pared u otra imagen religiosa, habida cuenta de que estas propias imágenes en tamaños sobresalientes cortan las calles durante toda una semana que, por ahora, nadie ha hablado de prohibir sino es la lluvia. Tampoco los católicos, con sus dogmas bien claros, habrían de tomarse tan a pecho las cuchufletas del infiel irreverente que, por ley divina, pagará ya sus cuitas en el infierno.
De la libertad de expresión y la tolerancia, hablaremos el día improbable en que ésta sea posible.
El futuro merece una saeta
21
Abr
Antes de nada, princesita Lola, ¡Dios mío, qué ojos! Esos ojos verdes contienen -condensan- a toda la belleza del universo, ¿No?
Te quiero.
Agradecería que no me enviase más piropos, intentos de cita y declaraciones amorosas con las que me siento profundamente humillada. Pongo mucho cuidado en la escritura de mis textos y, aunque sea mujer, creo que merezco un respeto. El mismo, por lo menos, que mis compañeros.
Pido perdón, y siento profundamente haberte (permíteme el tuteo) molestado, Lola, no era mi intención y ya no volverá a ocurrir. Pero, es que yo no estoy enamorado de tus compañeros. Por demás, nunca respeté tanto a nadie. Lo siento, de veras.
Un saludo, y muchas gracias.
Tal vez la mejor opción para el ateo sea la de laisser tomber, dejar hacer a los creyentes, católicos o de cualquier otro credo, y que los ecos gregorianos se pierdan entre bastidores al paso del tiempo. Pero, como no es así, uno piensa que los ateos prefieren elegir la simple provocación, caso de Madrid, para continuar haciendo ruido y que no decaiga la fiesta, pues ¿qué sería de ellos, exigua minoría (sin contar aquellos que, en el fondo y encontrándose enfermos y solos en la noche, les asaltan serias dudas) si no hubiera creyentes?. No sé, no sé. Me imagino al torero (hoy va la cosa completita) tras grandiosa faena, saludando al respetable, atronadora ovación y, justo al decaer de los aplausos, ese único silbido antiguo, prolongado, que estremece… Pero, ¿a quién va dirigido?
Predicar el excatolicismo o mostrar rechazo ante iconos e imáginería católica – al estilo de aquellos invitados a la Boda de Negros, de Quevedo, que dejaron intacta la morcilla, creyendo, asustados, que “se comían a sí mesmos” – y airearlo ante los medios, no pasa de ser una estrategia política que renta bien, pues sabido es que miles de excatólicos, a la vista de todo el mundo, no muestran el menor recato al caminar junto a los palios, que algunos casi se meten debajo, e intentan hacer creer al personal que lo hacen un poco forzados por las circunstancias y que en pocos minutos estarán de vuelta a pie de barra; serán fariseos…
En fin, que yo también me quedo con esos ojos verdes, surgidos de novela descriptiva y romántica : “Elle avait de grands yeux verts, très beaux, avec de paillettes…”. Y con la respuesta que da Benedetto Croce a la pregunta de sus alumnos, sobre si deberían predicar o divulgar la filosofía por el mundo, como si se tratara de una creencia. “Volete divolgare la filosofía? Pensate alla filosofia e non divolgarla.”
Saludos y buenos días.
Lo mismo pienso, Winspector. Los ateos son los más obsesionados con Dios, pero es cuestión de fondo y no de forma. Lo demás es fetichismo sin sentido.
Gracias por tu esclarecedora visita.