El Festimal

31 Mar


Fuera de los hogares, donde aún se respiran los últimos vestigios del frío invernal, hay una calidez de primavera tórrida quasi estival, como esos lienzos de Magritte donde en los interiores de las casas es de noche, mientras, fuera de ellas, hay una atmósfera de pleno día celeste y diáfano.
Para comprobar el cambio de estación, hay que salir a las calles. Tomarlas por asalto, para aspirar en el aire esa convocatoria festiva que es, cada año, el arranque de abril; que nos reúne en alegres racimos humanos de mangas cortas, que despiertan de la pesadilla de los meses destemplados de cielos grises, siempre demasiado largos para el malagueño que acomoda el humor a la bondad del clima y venera sólo, en la presencia del sol, el oro de las horas. A las calles nos invita el hormigueo de sentidos que despierta la primavera y la convocatoria de una nueva edición del Festival de Cine Español, coartada de primer orden para abandonar del todo la clausura doméstica por el paseo. Con esa ilusión de todos los años, como parte del paisanaje autóctono, siempre ávido de fiesta y espectáculo –también cultural- se me estrellan pronto las expectativas ante la degradación progresiva que ha sufrido la cualificación de este evento a tal punto de merecer la calificación de “Festimal”, por aquello de ir de mal en peor. Haciendo, por cierto, salvedades como la llamativa imagen del cartel anunciador, obra del estudio “El Cuartel”, que representa las cintas de los filmes servidas en espeto y no carece en el diseño de cierta gracia y originalidad, pero que, impresa en la guía de programación, se abre en sus subsiguientes páginas a las primeras decepciones. El programa que, en esta edición ya cuesta un euro- qué menos que la gratuidad merecería un público tan ferviente, dadivoso y paciente como el malagueño- informa poco y mal de la oferta que integra la convocatoria. Los programas de cortometrajes, de interés preferente para los espectadores, vienen presentados en un sobrio esquema sin la presencia habitual de imágenes y sinopsis que los acompañaban en los libretos de los anteriores festivales y servían de orientación a los espectadores a la hora de elegir los contenidos que pudieran ser más de su agrado. Otra utopía lo de la elección, en esta presente y malograda cosecha de Festimal, pues, al llegar a taquilla, has de conformarte con lo que haya, que no siempre coincide con lo anunciado en el programa. Por ejemplo, si vas a sacar entrada para una película que, presumiblemente, proyectarán a las ocho, puede que hayan cambiado la sesión para las diez, sin previo aviso y, así, o te conformas con ver otra que no te interesaba o entretienes la espera de dos horas con el cerveceo de alguna terraza colindante. La película, en este caso, era una producción argentina titulada “El agua del fin del mundo” y sólo quedaban localidades en primera fila, pero, como había ganas de cine y la sinopsis prometía imágenes de la bella Tierra del Fuego –según el resumen de la película, dos hermanas emprenderían un viaje a Ushuaia- se esperó hasta la diez y más aún, pues, llegada la hora de la aplazada sesión, los empleados de la puerta, con rudos modales de gorilas de discoteca, contenían al público, arracimado fuera, alegando que habían surgido “problemas” y estaban limpiando las salas, por lo cual había que esperar por los turnos que nos fueran voceando cual sumiso rebaño adocenado- “Sala 2 adelante, que pasen los de “Héroes”, etcétera- para entrar en el local, poco más o menos, con los brazos en alto-. Por lo demás, el pretexto de la limpieza daba que pensar, pues la sala como un solar después del botellón, abundaba de latas de bebidas varias y restos de comestibles de todas las raleas. “Sólo faltaba que la película fuese mala”, decía uno de los pacientes asistentes. Y no sé si mala, pero diferente, en todo caso, a lo esperado, ya que, pasados veinte minutos de proyección, se podía deducir que el supuesto viaje de las dos hermanas a Ushuaia era interior y, de la Tierra del Fuego, sólo se vieron dos o tres imágenes en los últimos minutos del film.
Tampoco, al día siguiente, vimos el segundo programa oficial de cortometrajes, para el que habíamos comprado entradas según nos dijeron en taquilla, sino las “películas de mentira” de Isaki Lacuesta, galardonado con el premio “Eloy de la Iglesia” (“La Opinión de Málaga”); unas cosmoagonías del panorama actual, que hubieran resultado muy logradas, de no ser porque el volumen se disparó a tal desproporción de decibelios que hizo huir despavorida a la mayoría del público. A los pocos que sobrevivimos, no obstante, nos quedaron tímpanos para oír cierto rumor sobre los cartoncillos para votar, que no habían llegado o se extraviaron y a un señor quejarse de acudir a un homenaje a José Luis Borau sin José Luis Borau –ni previo aviso-.
Pasando por alto los contenidos, me quejo de la gestión de esta última edición, cuya organización ha resultado tan precaria como una orgía de Lepe. Vaya esta queja en nombre de los incondicionales de este Festival que, devenido en Festimal, podría hacernos desertar en próximas convocatorias. A quien corresponda.

6 respuestas a «El Festimal»

  1. Princesita Lola, no entiendo cómo te sorprende la merma progresiva de calidad en el festival: ¡se han empobrecido ya tantas cosas! Y tampoco entiendo que te sorprenda la suciedad, o que te mientan, o esas otras maravillas de esta ‘maravillosa’ ciudad (Málaga) en la que -casi- lo único bueno que existe es lo que no depende (entre comillas) de nosotros: Clima, luz y poco más (parece que estoy siendo muy negativo, ¿No?)

    Por demás, princesita, empiezo a estar preocupado por tu tendencia y, reiterada búsqueda de excusas (espera para ver película, por ejemplo) para la/s cervecita/s. (es broma).

    Y hablando de cine, qué te parece si me recomiendas una película que aún no hayas visto (las sinopsis y expectativas no siempre fallan) y vamos juntos a verla, cervecita incluida en este maravilloso mes de abril, ¿Qué me dices?

    Te quiero.

    PD
    “A quien corresponda” debería corresponder a los incondicionales (del festival): De bien nacidos es ser agradecido.

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  6. Lola, ¿Has visto «La Corporación», de Enrique García. Es un corto del 2008. No te lo pierdas. (Aunque seguro que ya lo viste). Un cordial saludo.

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